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“En España, de cada diez cabezas, nueve embisten…”

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Aún no ha amanecido cuando Caciano sale de casa. Hace ya un año que los militares se levantaron contra el gobierno de la república. La guerra no para, pero las ovejas no entienden de conflictos, como tampoco de domingos y festivos. La tenada está un poco alejada del pueblo. En un claro, entre grandes encinas y flacos y esmirriados robles que se empeñan en ser los hermanos pobres del monte bajo, se encuentra una majada de adobe compuesta por un techado de teja arábiga y un gran sereno aledaño. En ella, se cobija un rebaño de más de quinientas cabezas. Las madres están ahora de parto, y Caciano quiere supervisar como ha ido la noche antes de que llegue el Zurdo, el pastor.

El sol despunta ya por la Mambla y Justo, el pastor, se retrasa. No ha habido ningún parto por la noche y todo está normal. En estas latitudes no hay lobos, y los zorros no se atreven con los corderos. Y con la guerra, ni siquiera hay ya cuatreros que intenten robar las crías para malvenderlas en el mercado negro.

La claridad ya es total y aunque para ser junio, el relente se le pegaba a Caciano en las orejas mientras andaba por el camino rumbo al corral, el calor de los primeros rayos del sol augura un día caluroso. Ya debería haber salido el rebaño junto con el Zurdo, que aún no ha llegado. Se le habrán pegado las sábanas, se dice Caciano. No es habitual, pero a veces, y a pesar de la guerra, como la vida sigue, el Zurdo y otros labradores se pasan con el vino en la taberna. Les dan las tantas y luego por la mañana, cuesta madrugar. Aunque no recuerda que nunca hubiera tardado tanto. Espero que no se haya metido en otra trifulca, piensa el amo, como la de hace unas semanas, cuando en la taberna, acabó pegándole un puñetazo a Silverio. Ese bocazas malcriado que no ha pegado palo en toda su vida, que antes de la guerra se pasaba los días en Burgos, en el Cabaré malgastando el dinero de su padre. Y tras el golpe de los militares, fue el primero en alistarse en la Falange. Estuvo unos meses fuera, pero es tan inútil que acabaron mandándole de vuelta a casa porque no sabe hacer absolutamente nada. Aunque él dice que lo mandaron a casa para que cuidara el nuevo orden en el pueblo. Quizá por eso, ahora, se pasa las horas deambulando por las calles con su traje azul y su boina roja, buscando camorra, insultando a todo aquel que le contradice y denigrando a pastores y pobres. Así que, hace unas diez noches, pasó lo que tenía que pasar. Tanto va el cántaro a la fuente que acaba por romperse. Porque el Zurdo es un tipo taimado pero imperturbable. Sabe perfectamente hasta dónde puede llegar y es difícil verle explotar como lo hizo esa noche. Pero todo tiene un límite y cuando su hija se presentó en la taberna a buscarlo para llevarlo a casa cenar, al malnacido de Silverio, para conseguir lo que no habían conseguido los insultos, descalificaciones y acusaciones de colaboracionista que Justo había aguantado con infinita paciencia más de media hora, al zoquete fascista no se le ocurrió otra cosa que cogerle una teta a la Olaya. Así sin venir a cuento y sin ningún sentido. Y ahí, a Justo, se le nubló la razón, se le oscurecieron los ojos, se hizo la noche de pronto y acabó soltándole un puñetazo con tanta rabia que le desencajó la mandíbula y que hizo que el cerdo bocazas cayera al suelo. Intentó zurrarle más y si no llega a ser por el resto de compañeros de taberna, es muy posible que hubieran tenido que molestar a Serapio para que subiera al campanario a tocar a muerto.

Nada, son más de las diez y el Zurdo no aparece. Caciano decide no esperar más y bajar al pueblo a ver qué pasa con el pastor. Conforme se va acercando por el camino, ve que una camioneta sale por la carretera. Parecen falangistas los que conducen porque llevan el traje azul y boina roja. Detrás van de pie, atados a las barras de fijar un toldo que no lleva, unas cuantas personas. Entre otras, reconoce al Zurdo y a Marcial, el hijo del viejo herrero.

Cuando llega a casa, su mujer, la Vene, está temblando a pesar del calor que a esa hora ya despunta. Llora a moco tendido. Y no puede ni hablar cuando Caciano le pregunta qué le pasa. Entre sollozos y aspiraciones de mocos, le cuenta que han venido a buscarle.

-¿Quién? Pregunta Caciano.

– Los falangistas. Y venían armados. Menos mal que no te han encontrado, dice entre más sorbos y lloros su esposa.

– ¿Y no han dicho que querían?

– ¿Qué van a querer? ¿Acaso eres tonto? Fusilarte como van a hacer con el pobre Justo a quién traían maniatado y con una herida en el labio superior de un culatazo.

– ¿A mí? ¿por qué? Si yo no he hecho nada. Ni siquiera soy rojo. Yo no me meto en política. Aro las tierras, tengo ovejas, voy a misa los domingos y fiestas de guardar y colaboro con todo aquel que necesita ayuda.

– Pero no defendiste al Serapio en la pelea que tuvo con Justo.

-¿Defenderle? Deberíamos haberle dejado que lo matara. Menudo mamarracho. Tocarle los senos así a una mujer, sin mediar palabra y sin venir a cuento. Me voy.

– ¿A dónde vas?

– Al cuartelillo. Yo no he hecho nada y nada temo.

– ¡No vayas, que te van a matar! Grita la Vene.

Pero Caciano, que es un hombre justo y servicial que nunca ha tenido problema alguno con nadie, no le hace caso a su mujer y se presenta en el cuartelillo. Media hora después, la misma camioneta en la que iba justo maniatado, se lo llevaba. Jamás han vuelto a saber nada de él. Aunque varias décadas después, encontrarán su anillo de casado en un esqueleto enterrado en una fosa común, junto a la carretera nacional.

*****

“En España, de cada diez cabezas, nueve embisten…”

Antonio Machado 26·jul·1875 ··· 22·Feb·1939

Spanjaards

Tomarse a broma que te quieran fusilar es la única terapia al alcance de la mayor parte de esos veintiséis millones de personas a los que unos cobardes tuercebotas, que han estado viviendo del momio durante años, para seguir viviendo con privilegios y prebendas de una jubilación más que generosa, quieren quitarles la vida porque no votan conforme al gusto de sus intereses.

Muchas bromas en las redes y poca seriedad desde el gobierno se ha tenido con este suceso. Claro que poco podemos esperar de una ministra que ratificó la expulsión del cabo Antonio Santos Soto por firmar un manifiesto en el que se calificaba a Franco como dictador y genocida, se opuso al reingreso en las Fuerzas Armadas del teniente Luis Gonzalo Segura y que recientemente ha eliminado el recorte del 20 % de las retribuciones en el salario a los militares que pasan a la reserva con 63 años. Una ministra que jamás ha movido un solo dedo contra las constantes salidas de tono de algunos militares y que ante la barbaridad de que exista un chat con 73 militares queriendo asesinar al 60 % de los conciudadanos, despreciando al Presidente del Gobierno,al que llamaban «miserable» y al Vicepresidente al que nombraban como «el Coletas hijo de puta», reclamando al rey un golpe de estado, lo único que se le ocurre decir es que las Fuerzas Armadas han prestado un servicio extraordinario al país (el mismo argumento que tienen con el Borbón).

El teniente Segura, fue expulsado del ejército por sacar a la luz la corrupción existente en el sistema militar español, los abusos, los acosos y las prebendas anacrónicas. Algo que los que hicimos en su día la mili, podríamos contar con pelos y señales. Pero en este país de miserables, en lugar de ser recompensado, como se debiera a quién denuncia la corrupción, fue expulsado del ejército. Como en otras instituciones de esta pseudodemocracia, en la milicia, Franco sigue vivito y coleando. Aún recuerdo aquellas palabras de la excomandante Zaida Cantero militar que sufrió en sus propias carnes el acoso (hoy diputada en el Congreso por el PSOE) en las que decía que “Familias del franquismo se perpetúan en la cúpula militar” y denunciaba en esta entrevista acosos como el sufrido por la soldado Cristina Muñoz a la que le dijeron que tenía más futuro como actriz porno que como soldado o a la canaria Elisa Romero, a la que consideraban “muy fogosa” y querer irse a su tierra a follar como conejos. Hoy, esta misma, calla ante las amenazas fascistas.

Pero con todo, ni estos 75 cobardes, ni los otros 217 que advierten del “deterioro de la democracia” (traducido del liberal-fascista al castellano «deteriorar la democracia» es “advertir de que no ganan los nuestros y eso es arriesgado para nosotros), son un peligro real porque ya sabemos que en este nuevo orden mundial, los cambios contrademocráticos de gobierno ya no se hacen con militares asaltando moncloas o congresos de diputados, sino a través de los jueces afinadores. Es mucho más preocupante el odio constante y diario que rezuman los señoritos zafios como Carlos Herrera, o los maléficos dictadorzuelos como Jiménez los Santos (que pasó del troskismo a la extrema derecha) que todos los días siembran en sus micrófonos. Y no lo es menos los deformativos televisivos de RTVE, dónde un ruin como Enric Hernández sesga diariamente la información para incrustar en el cerebro de los televidentes que tanto Sánchez como Iglesias son un peligro para España. Lo mismo que la brigada cuñairense que trabaja en A3 media, dónde desde los manipuladores profesionales como Vallés hasta los babosos inútilesexistencialistas como Pablo Motos pasando por el lugarteniente del viudo con gafas, Ferreras, están enviando mensajes de peligrosidad de la parte del gobierno que está bajo el mando de Iglesias y normalizando el discurso fascista todos y cada uno de los días en sus infames programas.

Son mucho más preocupantes que esos militares parásitos, los 3.656.979 votantes del partido del vago del moco verde así como una gran parte de esos 5.047.040 ciudadanos que a pesar de la corrupción, del empobrecimiento general de los españoles, de la denigración social y de las condiciones de trabajo, de la Caja B, de los papeles de Bárcenas, de los 120.000 millones y de los más de mil casos de corrupción apostaron por el mal estudiante Casado. Y lo son porque quizás, llegado el caso, algunos de ellos no serían capaces no solo de fusilar a nadie sino que probablemente (sobre todo en los de grupo del charlatán ignorante y la independentista Abuso) podrían llegar a jugarse el tipo defendiendo a los que van a fusilar. Pero no duden, que, como ya pasó con el golpe del estado del 36, muchos otros no dudarían en denunciar falsamente a sus vecinos con el fin de ajustar cuentas o de quedarse con lo que no es suyo.

Porque, en eso, en quedarse con lo que no es suyo está el quid de toda esta cuestión. Todos estos odiadores congénitos hablan de su España. Y son tan pérfidos, tan arrogantes y tan codiciosos que no están dispuestos a compartir con los que que no sean leales a sus pajas mentales ni siquiera  aquello que tienen en propiedad los “antiespañoles”. Su planteamiento es tan miserable que están dispuestos a fusilar a 26 millones de españoles cuando, haciendo una simple resta, ni siquiera son mayoría ya que “ellos” serían unos 20 millones. Son los mismos que les dicen a los Catalanes que se vayan de sus casas y de su tierra porque no les pertenece. Los mismos que creen que los migrantes son una lacra pero no dudan en contratarlos sin papeles y sin contrato para aprovecharse de ellos.

Nada tiene lógica. O sí la tiene, pero no quieren mostrarla. Su hilo existencial se intuye cuando les oyes hablar del deterioro de España, de que, como decía la independentista “Death y Abuso” «Somos la única nación de Occidente que sienta en el Gobierno a extremistas y grupos que vienen a destruir España». Las medidas que este gobierno, si de verdad fuera de izquierdas, debería tomar urgentemente son las que dejarían a esta gente sin su modus vivendi de los últimos cuatrocientos años. De ahí su inquina. De ahí su necesidad de fusilar a quién no esté de acuerdo como ya hicieron desde el 36 hasta el 70 (en el proceso de Burgos del que ahora se cumplen 50 años). Si uno simplemente se para a pensar en las consecuencias que tendrían medidas como el impedir los desahucios cuando lees noticias como esta en la que el “banco amigo” aprovecha la quiebra y la burocracia para quedarse con un edificio y echar a la calle a sus 94 vecinos, te das cuenta el porqué hablan de extremismo.

O lo que supone para esos empresarios tramposos que un trabajador tenga garantizados alrededor de 500 € al mes, a través de la RAI, por no tener trabajo, cuando les están ofreciendo 600 por trabajar doce horas. Cuando lees que un líder de la patronal agraria amenaza a la Ministra Yolanda Díaz (UP) con acciones violentas por las inspecciones de trabajo que pretenden desmontar la explotación laboral, cuando por fin se publica en el BOE la ley sobre el Impuesto de Transacciones Financieras (conocido como tasa Google o Tobin), cuando el Congreso de los Diputados aprueba los presupuestos con el respaldo de 189 diputados (14 más de los necesarios para la mayoría absoluta) con un gasto social de 239.765 millones de euros, cuando el laboratorio fascista del PP, ve peligrar el DUMPING fiscal y con él su gran negocio como partido político, te queda claro que el hilo existencial de estos salvapatrias de pacotilla es evitar a toda costa que la posibilidad de su ruina exista aunque esta sea mínima.

Cuando lees que «Juan Carlos I intenta evitar la investigación judicial de las tarjetas opacas pagando ahora a Hacienda», te das cuenta del porqué su hijo, Felipe VI no ha dicho ni esta boca es mía sobre los 75 dementes que quieren fusilar a «26 millones de hijos de puta» cuando le faltó tiempo para meterse en el avispero del 1O en Cataluña.

Llevan razón cuando dicen que queremos destruir España. Queremos que esa España de catetos, correveidiles, amorfos culturales, dementes ideológicos, garrulos chovinistas, esa España machista, casposa, cínica y mentirosa de misa de 12 y jueves de querida y puticlub, esa España tramposa, prepotente, impune, intolerante y caciquil dejen de existir. No nos oponemos a que vayan al lupanar. Lo que nos oponemos es a que, mientras ellos lo hacen a escondidas y sin castigo, se lo intenten prohibir a los demás. No nos oponemos a que vayan a misa. Lo que no queremos es tener que asistir obligatoriamente a ella o que a nuestros hijos se les inculque obligatoriamente su ideología en el colegio. Si quieren curas en los colegios, que lo hagan de forma privada, fuera de la red estatal de la educación y, por supuesto, que los paguen ellos. No nos oponemos a que Franco siga vivo. Lo que no queremos es que lo esté para todos obligatoriamente en las sentencias cuando no son tratados con igualdad a los que ellos llaman patriotas que a quiénes definen como enemigos de la patria. Que la policía no te pueda detener y multar por llevar una bandera republicana, o por una mirada, mientras se dan abrazos con los fascistas. No nos oponemos a que vivan en esta España, lo que no queremos es que nos lo limiten a los demás y sobre todo, lo que queremos es que ya que son más patriotas que nadie, contribuyan al sostenimiento del estado como los demás y no llevándose la pasta a Suiza, a Panamá o la las Islas Vírgenes.

Algunos tenemos muy claro que este estado monárquico surgido de la demencia de un general cobarde y aprovechado, jamás nos va a considerar como españoles. Si no contribuyen porque tienen el parné en Suiza, si quieren fusilar a 26 millones de compatriotas que somos mayoría, si no les gusta la Constitución porque no la cumplen, quizá sean ellos quiénes deben irse.

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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