¿Debe el Estado intervenir en la economía para garantizar más igualdad y más bienestar para todos? Obviamente sí, y aunque creo que nadie lo dude, creo que muchos todavía se resisten: son aquellos que defienden el sueño americano, el individualismo a ultranza, el liberalismo económico sin límites y el sálvese quien pueda.
¿Debe el Estado ocuparse de prestar a los ciudadanos las prestaciones sociales que estos necesitan (frente a los privatizadores y los recortadores sociales) asegurando umbrales dignos de bienestar y que nadie se quede en el camino? Sin duda, y para complementar esta idea, reivindico además el necesario pago de impuestos y una política ambiciosa para la redistribución de la riqueza, tanto personal como territorial… por mucho que los adinerados suelan tener repulsión a ello, sean personas individuales o entes territoriales, desde CCAA a Estados que conforman la Unión Europea. Los más reaccionarios son partidarios de conciertos económicos, convenios o pactos fiscales, es decir, de parcelar el Estado, limitar la solidaridad y romper la equidad: si todos los ricos fueran reaccionarios y nacionalistas, se agruparían para pedir ejercer su derecho a decidir y lograr la independencia de su millonario territorio (es un decir).
¿Debe el Estado procurar una Educación pública (y laica) a sus ciudadanos? Desde luego, y debe servir no sólo para crear personas laboralmente rentables sino, sobre todo, ciudadanos libres y críticos que entiendan el espacio temporal y físico en el que viven, asegurándoles además el conocimiento de los principios que rigen la democracia que disfrutamos, el funcionamiento de nuestras instituciones y los postulados esenciales de nuestra Constitución… así como determinados principios o valores que no son partidistas sino más bien democráticos: la igualdad, la libertad, la solidaridad, los derechos humanos, el respeto al diferente o la sensibilidad social. Es posible que haya quien en su casa, por la razón que sea, no adquiera estos conocimientos, valores o principios e incluso quien reciba los contrarios: para compensar esa ausencia está la escuela financiada con dinero público (pública preferentemente pero también concertada), al objeto de transmitir a los educandos aquello que no reciben de su familia… e incluso contradiciendo lo transmitido por ella. Respecto a la educación laica, resulta indispensable: laica desde un punto de vista religioso (neutral ante todas las creencias religiosas respetuosas con los derechos humanos) y laica desde un punto de vista identitario (no somos pueblo sino ciudadanos).
Hay quien se llama liberal para defender su propia libertad personal para configurar su propio camino vital y quien se define liberal para abjurar de todo lo público y de cualquier tipo de intervención estatal. Hay liberales en sentido político que defienden la socialdemocracia («el auténtico esfuerzo revolucionario de nuestra época», según Fernando Savater) y liberales que quieren privatizarlo todo para beneficiar sus propios intereses o los intereses privados de otros. Hay liberales que abogan siempre por bajar impuestos porque «es el modo de incentivar la actividad económica y aumentar la recaudación» que, sin embargo, suben los impuestos en cuanto hay que incrementar la recaudación… y liberales que defienden un sistema fiscal justo en el que paguen más quienes más tienen y paguen todos incluidos los que hoy en día no pagan. Hay, en fin, personas insensibles y ciudadanos socialmente comprometidos.
La libertad no puede ser meramente negativa, esto es, equivalente a la no injerencia del Estado en el desarrollo económico y social; esa no injerencia aboca necesariamente a importantes desigualdades y a una clamorosa falta de equidad. Al fin y al cabo, para que haya Estado del Bienestar, antes que nada debe haber Estado. Y hay quienes quieren que no haya Estado porque sólo les importa su bienestar personal.