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Empiezan las batallas preelectorales

Collboni deja el Ayuntamiento de Barcelona y Feijóo hace una nueva propuesta electoral

Manel Mas
Manel Mas
Estudié contabilidad y economía, fui perito y profesor mercantil, ejercí de profesor en Alesco (Altos Estudios Comerciales) en Barcelona dando clases de contabilidad, cálculo y derecho mercantil.
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análisis

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Cuando un año arranca políticamente como año electoral, vamos arreglados. Quiere decir que serán noticia los gestos y el griterío de los aspirantes mucho más que la política en sí, que cuando se hace con responsabilidad y sensibilidad puede llegar a ser bastante digna, a pesar de que siempre esté mordisqueada por vicios estructurales, el principal de los cuales es la pérdida de la noción de límites, que hace confundir el interés general con el interés de parte. Y que es al trasfondo de una tendencia a ejercer el poder de una manera patrimonial, como si el que manda fuera, temporalmente, propietario de aquello que quiere gobernar.

Jaume Collboni, candidato impenitente del PSC, se descuelga del gobierno de la ciudad –del cual era primer teniente de alcalde, es decir, número dos– “para tener la libertad de explicar su proyecto”, manteniendo el grupo al gobierno de la ciudad. ¿Es posible desmarcarse de un gobierno y de una política que se ha compartido durante la legislatura? ¿Tendrá credibilidad cuando critique las políticas que él ha validado? El miedo a perder hace estragos. Y todo hace pensar que Collboni teme una polarización de la campaña entre Colau y Trías que le reste posibilidades.

Ciertamente, para gobernar se tienen que ganar las elecciones. Esta es la principal tarea de los partidos políticos, y la guerra es a todas porque el que no suma se queda en un irritante papel secundario –la oposición– que no es sencillo de ejercer con cierta grandeza. Las campañas largas no acostumbran a ser muy edificantes. Y esta, que puede ir escalonando hitos hasta el 2024, puede ser especialmente patética. De momento, ya hemos visto un par de señales inquietantes. Una en Barcelona, otra en Cádiz, pero mirando a todo España.

En Cádiz, Feijóo ha hecho una serie de propuestas, de las cuales sobresale una obsesión de la derecha: que se decrete ganador de las elecciones el que llegue primero, aunque quede a distancia de la mayoría absoluta, restringiendo, al mismo tiempo, el poder del consistorio. Pura propaganda, puesto que requeriría las modificaciones constitucionales que no podrían hacerse sin la ayuda del PSOE. Pero, en todo caso, significativo de las inquietudes de Feijóo. Sería la forma en que el PP pudiera gobernar sin los votos de Vox, aunque después los necesitara en el día a día. Y, sobre todo, recuperaría el gran mito de la Transición: el bipartidismo PP/PSOE, que dio los mandatos autocráticos de González y Aznar.

Vean algunas opiniones sobre la principal propuesta de Núñez Feijóo sobre la lista más votada.

Y, aun así, la legislatura actual, con los dos grandes partidos disminuidos y una proliferación de opciones alternativas, ha tenido un desarrollo bastante razonable. Con una mayoría plural y compleja que ha estado capaz de mantener el rumbo hasta ahora, a trancas y barrancas, es decir, haciendo política, con innovaciones legislativas importantes en materia de género, igualdad y costumbres que, con el viejo bipartidismo, difícilmente habrían prosperado.

Sea como fuere, el éxito del año electoral dependerá de cómo salimos de preparados para al momento actual en que las democracias viven “en riesgo de recesión”, como nos han recordado los sindicatos esta semana, la vivienda, el trabajo, la sanidad y la educación tendrían que ser las mayores prioridades absolutas de los poderes públicos si se quiere realmente hablar de prosperidad para todos, en vez de los rifirrafes que, desgraciadamente, nos tienen bastante acostumbrados nuestros políticos.

Y hablante de políticos, yo preguntaría a Feijóo: ¿Entre sus nuevas propuestas. se ha planteado la posibilidad de que haya listas abiertas en futuras elecciones? ¿Quién decide los integrantes de las listas? ¿Se valoran sus conocimientos y la capacidad organizativa en general o no se considera imprescindible para ocupar un cargo? En España tenemos altos cargos, incluyendo algún ministro, sin estudios superiores, que viven y han vivido siempre de la política, por el solo hecho de pertenecer a un partido político.

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