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Elogio de la Política

Federico Zurita
Federico Zurita
Soy licenciado y doctor en Biología y Profesor Titular de Genética en Universidad de Granada. Cursé también estudios en Ciencias Políticas y Sociología. Actualmente además de la docencia propia del área de Genética (tanto en el Grado en Biología como en el de Ciencias Ambientales y en el Master en Genética y Evolución y en el Master en Biotecnología) imparto docencia en el Master Universitario en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos. Colaboro activamente con el programa Erasmus+ (K107) y sobre la base de este programa he impartido docencia en 14 universidades extranjeras. Soy miembro del Instituto de Biotecnología y miembro del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada.
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análisis

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Cuando se viaja por primera vez a los países llamados eufemísticamente «en vías de desarrollo» y se ve a los niños que tendrían que estar en el colegio,  mendigando en calles sucias y llenas de baches. Cuando se ven personas ya prácticamente ancianas todavía trabajando hasta donde el cuerpo les resiste. Cuando se sabe que esos gobiernos no tienen los medios necesarios para atender las necesidades más básicas de atención sanitaria  de sus poblaciones. Cuando se sabe que las elecciones, si las hay, dejan que desear en lo que a transparencia y limpieza democrática se refiere.  Cuando la policía provoca más desconfianza y recelo que seguridad. Cuando el sistema judicial no ampara a la totalidad de los ciudadanos porque hay que pagarlo. Cuando se ve abundante humo negro salir de los tubos de escape de muchísimos vehículos cochambrosos que son auténtico un peligro circulando. Cuando la mujer carece de derechos que tiene el hombre. Cuando en algunos de ellos aún se aplica la pena de muerte. Cuando se ve todo eso y mucho más, se cae en la cuenta de la inmensa suerte que tenemos en el Occidente europeo, un paraíso de abundancia material, derechos humanos y respeto al medio ambiente. No puedo olvidar, hace ya muchos años, la observación que me hizo un responsable de la Organización para la Liberación de Palestina. Me dijo que un taller de mecánica de automóviles de cualquier país europeo estaba más limpio y era más salubre que las calles de los campamentos de refugiados donde vivían hacinados decenas de miles de palestinos.

Pertenecemos sin lugar a dudas al mundo privilegiado. Por mucho que tengamos margen para la mejora en prácticamente cualquier aspecto. Por mucho que haya conflictividad social que no podría no haberla en sociedades tan dinámicas y con un sentido de la justicia tan marcado como las europeas.

Cuáles son entonces las razones por las que unos países tienen todas las carencias mencionadas y otros estén «nadando en la abundancia»?  Ni la pregunta es fácil de responder ni las razones son fáciles de identificar. Pero sin duda alguna las instituciones políticas y económicas están entre las causas medulares de esas diferencias: economía de mercado, productividad alta, instituciones políticas democráticas con elecciones limpias y sin fraudes,  fiscalidad progresiva frente a las rentas más altas que permite la redistribución de la riqueza y unos derechos básicos para toda la población. Es por todo eso por lo que es posible que la escolarización sea obligatoria hasta los 16 años, que los sistemas públicos de salud están universalizados y sean  «gratuitos», y que haya un sistema de pensiones que evita la pobreza en la tercera y la cuarta de las edades de la vida. Pero todo eso, que ya tan acostumbrados estamos a tenerlo que lo damos por supuesto,  se consigue con políticas públicas concretas. Y las políticas las pergeñan los políticos, los funcionarios de alto rango y los gestores con formación especializada. Quiero con estas consideraciones poner de manifiesto lo ineludible que son la Política y los políticos por su eficaz función en regular el conflicto social que inevitablemente surge de los distintos intereses que se generan en las relaciones sociales. La política no erradica el conflicto, lo regula, probablemente no para la satisfacción plena de todas las partes implicadas, pero sí intenta procurar en cualquier caso la solución que a menos gente perjudica.  Esa es la grandeza trágica de la Política: tener que escoger el menos malo de entre varios males. De manera elocuente Churchill no pudo ofrecer a los británicos de su época sino «sangre, sudor y lágrimas» porque la alternativa era aún peor.

De este modo la política aporta estabilidad a la estructura social que sin soluciones políticas a los conflictos caería en las «soluciones» sangrientas y en el riesgo de la desintegración.

Por poner algunos ejemplos donde la política tal y como la entendemos aquí está prácticamente ausente y los conflictos se regulan por la violencia: Libia, Afganistán y Somalia . Pobre gente!! No quiero ni pensarlo.

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