Ellos son ellos, muy suyos, los que no quieren lo malo (dicen) ni la sinrazón; pero ni por casualidad se ponen frente a la sinrazón, es decir, contra sus modalidades de ser solo sinrazón, ¡exacto!, nunca admitiendo que empiece o se desarrolle alguna sinrazón, ni por una causa ni por otra. Porque, en verdad, el que desea el racional camino, o es racional o, ante todo, debe siempre rechazar la sinrazón (no estando nunca predispuesto a aceptarla ni a consentirla).
Pero la sinrazón, en realidad, sigue y sigue (con millones de seguidores) porque ellos, precisamente ellos, ahí siguen y siguen, con tal ambivalencia, con tal no tener nada claro, con tal ambigüedad, con tal desequilibrio al no aceptar la razón en su práctica o en su aplicación racional (siendo esto desequilibrio: irracionalidad, desproporción racional); porque si ellos (digamos) la desaprueban ya, ahora mismo, de inmediato, ¡en el instante!, entonces ya no sigue tanto la sinrazón (ni puede ser posible tanto) y sí una compatía con los que la sufren.
Pero ellos, ellos y ellos, siguen y siguen con sus andadas, no parando, no sabiendo a dónde van ni de dónde vienen, aunque «ahí están», y ahí dicen por decir o quizás contra el cansino aburrimiento: «es que hay que ayudar a que las cosas cambien», «es que no somos perfectos», «es que hay que vivir la vida», “es que tenemos que ir poco a poco o sin ir”, “es que necesitamos más votos y más euros”, «es que…», «es que…».
Y al final, por fin, dicen «es que la sinrazón o el mal nadie lo quiere»; ¡ah bueno!, pero, si nadie lo quiere, ¿por qué vosotros lo ayudáis setenta veces por minuto?, ¿por qué?, pues el que de verdad no lo quiere lo que hace es dirigir sus ayudas a quien da razón, ¡es obvio!, ya que es como decir que el movimiento se demuestra andando, ya que es como decir que hay que hacer algo por la racionalidad-equilibrio, pero solo lo hará eso quien mueve algo el trasero haciendo un poco contra ella.
Sí, al igual que el hambre, muchos por doquier, unos y otros dicen muy hipócritamente que no lo desean, que les duele, que les harta o les indigna; no obstante, los que de verdad no lo desean o están indignados son únicamente los que se sacrifican rechazando muchas cosas para erradicarlo; ¡claro!
En definitiva, los que son eficaces contra la sinrazón o contra el hambre son los que no van generando una sociedad peor o pasiva contra él.
¡Ah!, pero la sinrazón sigue y sigue, ¡y seguirá!, porque ellos siguen y siguen con lo mismo, con sus “juegos sucios” insensiblemente, con sus rollos y con sus excusas pero contando además con todos los medios de comunicación-manipulación, que respetan menos que la nada.