El Valle de los Caídos podría venirse abajo tal como en 1975 se desplomó el régimen del dictador al que da cobijo y reposo en una de sus criptas. El informe de la comisión de expertos para el futuro del mausoleo de Franco encargado por el Ministerio de Presidencia en noviembre de 2011 ya advertía de que el conjunto monumental se encontraba “en deterioro creciente”. Desde entonces el complejo funerario ha seguido su paulatino e irreversible proceso de degradación, con el consiguiente riesgo para la seguridad de los miles de turistas que pasan por allí cada año. Los expertos creen que haría falta destinar una inversión importante para acometer una rehabilitación integral de todo el edificio pero de momento, mientras el Tribunal Supremo no se pronuncie sobre la batalla legal a propósito de la exhumación de los restos de Franco que enfrenta al Gobierno con los herederos del dictador, el proyecto está paralizado.

Mientras tanto, el Valle amenaza ruina y los parches que fue poniendo el Gobierno del PP para tapar grietas y goteras no resuelven el grave problema de consistencia de la construcción. El gabinete Rajoy adjudicó el 18 de julio de 2013 –precisamente en un aniversario del golpe de Estado de 1936− el contrato para restaurar la Basílica, unas obras que costaron más de 214.000 euros.

La Comisión de Expertos de 2011, tras un minucioso estudio de documentación sobre el estado general del Valle de los Caídos, pudo constatar el “grave deterioro” del lugar. Una situación que se halla también recogida en el informe elaborado por los técnicos de Patrimonio Nacional, donde puede leer que “las labores de mantenimiento que requiere el conjunto de las edificaciones de carácter tan heterogéneo y extenso son tan cuantiosas que los trabajos de conservación y mantenimiento que hasta ahora han sido posibles, han resultado insuficientes para que el actual estado general sea aceptable. Por dicha razón, para volver las edificaciones a unas correctas condiciones y prolongar su vida útil, se requerirán unas obras por un importe mínimo estimado de más de 10 millones de euros, a los que hay que añadir al menos otros 3 millones para la restauración de los grupos escultóricos”. Es decir, rehabilitar el Valle cuesta un dineral que el Estado −en medio de la polémica abierta entre los detractores que apuestan por su demolición y los nostálgicos que sueñan con seguir manteniendo en pie el mausoleo en homenaje al dictador−, aún no sabe si está dispuesto a invertir.

Mientras tanto, los desprendimientos de elementos arquitectónicos del deteriorado monumento amenazan la seguridad de los visitantes, inquilinos y trabajadores del centro desde que el 11 de julio de 2008 se produjera un grave incidente. Aquel día, “seis minutos después de culminar la visita al público, y tras dos tormentas con abundante aparato eléctrico allí registradas, un fragmento de piedra negra de Calatorao, de unos 40 centímetros de longitud y unos 10 kilos de peso, cayó sobre el suelo desde una altura de 45 metros. Procedía del antebrazo de la imagen del Cristo que yace en brazos de la Virgen María, dentro del grupo escultórico conocido como La Piedad. No hubo heridos ni lesionados”, recogía el diario El País en su edición de 19 de julio, ocho días después del desprendimiento.

Según el informe que se elaboró en aquellos días, las esculturas, de 5 metros de altura por 12 de longitud, que coronan el dintel de la principal entrada basilical, presentan signos de “erosión y afloramientos cálcicos”. Las tallas fueron cinceladas hace más de 50 años por el escultor emeritense Juan de Ávalos (1911-2006). Autor también de los evangelistas de 18 metros de altura situados al pie de la cruz, fue él quien decidió en 1978 trocear y apear al suelo los pegasos alados, obra de Agustín Querol, que coronaban el Ministerio de Agricultura, en Atocha, de los cuales se había desprendido un fragmento semejante al caído en la basílica.

El Gobierno decidió tomar cartas en el asunto de inmediato. El delegado de Patrimonio Nacional en el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, organismo estatal que administra los bienes de la Corona y de quien depende la basílica, informó de que “por razones de seguridad hacia el público y los empleados que allí trabajan, se extenderá el estudio ya realizado en la escultura fragmentada a las de los cuatro evangelistas que jalonan la base de la cruz”. Por ese motivo el funicular que accedía hasta las estatuas fue cerrado durante unos días.

Según el informe de 2011, el estado de conservación del Valle de los Caídos es ciertamente preocupante. La mayoría de las edificaciones –Basílica, Explanada, Cruz, Abadía, Hospedería, poblado, edificaciones auxiliares y camino del Vía Crucis– se encuentran en una situación de “progresivo deterioro” en buena parte debido a las características constructivas, a las duras condiciones climáticas y a la falta de una inversión suficiente en su conservación. Y concluye el estudio: “Sin la ejecución de un proyecto de rehabilitación integral se producirá una aceleración del deterioro de los elementos constructivos y materiales”.

Pero sobre todo preocupa el estado de la gigantesca cruz del Valle de los Caídos, gran símbolo de la victoria de Franco tras su golpe militar contra la República. La construcción se yergue a 150 metros de altura, con 46 de anchura, en la falda de la sierra de Guadarrama. Según el informe, “algunas actuaciones son de carácter urgente debido a que los desprendimientos de los grupos escultóricos y de la cruz pueden afectar gravemente a la seguridad”. Y aquí es donde surgen las preguntas: ¿Es seguro pasear bajo semejante mole que según todos los indicios puede estar tambaleándose en estos precisos momentos? ¿Qué ocurriría si en lugar de tratarse del Valle de los Caídos estuviésemos hablando de cualquier otro monumento que amenazase ruina? Sin ninguna duda, ya estaría cerrado.

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