El último montaje de Casado: Sánchez ha robado un informe del Consejo de Estado que no le interesa a nadie

El documento emitido por el órgano consultivo en el decreto de convalidacion de las ayudas europeas no es vinculante, pero el líder del PP pretende hacer una campaña política para desgastar al Gobierno

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¿Pero qué demonios es ese informe del Consejo de Estado que el PP se ha sacado de la manga para seguir difamando al Gobierno? Pablo Casado ha acusado a Pedro Sánchez de querer ocultar el misterioso documento al Congreso de los Diputados porque supuestamente contiene datos comprometedores sobre la tramitación de los fondos europeos. Este Casado no tiene arreglo. Su imaginación y su capacidad para urdir historias policíacas es inagotable y la factoría Netflix está perdiendo sin duda un talento prodigioso para la ficción. Pero más allá del humo que haya podido propagar el líder del PP en el Parlamento, cabe preguntarse qué contiene ese papelamen que según el Partido Popular puede ser causa y motivo de dimisión del Consejo de Ministros al completo. Según las insinuaciones de los populares, Sánchez ha “arrancado páginas” de un documento oficial catalogado como confidencial y reservado que, dicho sea de paso, aún no se conoce porque no se ha hecho público. Imagínese el ocupado lector la escena que trata de proyectar Génova 13 en la opinión pública: Sánchez y su asesor Iván Redondo descuartizando el informe en medio de la noche y arrojándolo a las llamas crepitantes de la chimenea de Moncloa para que la oposición no pueda leerlo. Sencillamente delirante.

Según Casado, las páginas que han sido arrancadas coinciden curiosamente con las críticas que el Consejo de Estado vierte contra el Ejecutivo central por su plan para repartir los 140.000 millones de euros en fondos que Bruselas ha adjudicado a España para la reconstrucción económica tras la pandemia de coronavirus. El informe, que en todo caso no es vinculante para el Gobierno, habría desaparecido sospechosamente, lo que para el PP supone un grave escándalo político que Casado ha tratado de rentabilizar y utilizar como dinamita en la sesión parlamentaria de control de hoy miércoles. Para fabricar su nueva teoría de la conspiración, el jefe de la oposición ha contado con la inestimable colaboración de su segundo de a bordo, Teodoro García Egea, quien a modo de Anacleto, agente secreto, iba sacando papelitos escritos a boli con la palabra “informe” para tratar de poner nervioso al presidente. La escena del enmascarado Teodoro mostrando su cartelito al hemiciclo, con ojos de avispado jugador de mus, resultó tan surrealista que un sorprendido Pablo Iglesias tuvo que parar en seco su intervención para preguntarle: “¿Pero qué hace usted?” Aquello no era serio y por momentos el vicepresidente segundo del Gobierno estuvo tentado en decirle: deje de hacer el tonto, ¿es que no le da vergüenza?, si quiere jugar al Cluedo quedamos otro día.

La última performance del PP tendrá poco recorrido político. Las tácticas trumpistas de la nueva hornada casadista, esa que llegó para regenerar el partido, superar el trauma de la corrupción y colocarse de nuevo en posición de optar al poder, dan mucha vergüencita ajena. Con los juegos de guardería del siempre bien trajeado Don Teodoro no llegará demasiado lejos el partido fundado por Fraga Iribarne, y la gran tragedia para la democracia es que entre bromas y chanzas, entre conspiraciones baratas y delirios fantásticos, Vox empieza a carburar en las encuestas y ha metido la quinta marcha en su intento por dar el temido “sorpasso”.  

De momento, fuentes de Moncloa aseguran que el informe del Consejo de Estado no va a hacerse público y que verá la luz cuando sea “oportuno”. Bastaría con tirar de hemeroteca para comprobar las veces que el PP gobernó a golpe de decretazo saltándose las recomendaciones del organismo consultivo. Si fueron capaces de cometer todos los delitos del Código Penal en unos pocos años, qué no habrán hecho en algo tan rutinario y prescindible como el procedimiento legislativo. Con todo, aún no sabemos muy bien lo que ha indignado tanto a Casado, si el intento de Sánchez por centralizar las ayudas europeas –puenteando a las comunidades autónomas para asegurarse que el dinero no terminará en el pozo de la corrupción–; el hecho de que el Gobierno se haya anotado un triunfo evidente consiguiendo el maná de las ayudas; que el presidente del Gobierno no haya contado con él para repartir las partidas presupuestarias o todo ello a la vez. De cualquier forma al PP no le toca nada en esa tarta, ya robó bastante en tantas tramas gurtelianas y púnicas, así que no se entiende el obsesivo mantra de Casado y su alarmismo ante la llegada de las ayudas europeas. Hoy mismo se ha sabido que Bárcenas sigue tirando de la manta y apunta directamente a Mariano Rajoy. Eso sí es un escándalo mundial y no los cuentos para adolescentes que se inventa el nuevo Cánovas del Castillo.

Esta vez las ayudas europeas llegarán a donde tienen que llegar, a fines sociales, a la Sanidad pública, a la hostelería y el turismo, a la transición ecológica y a la transformación del modelo productivo. Si el Ejecutivo pasó mucho del informe del Consejo de Estado –orientativo y no preceptivo, no lo olvidemos–, no parece que estemos ante un escándalo que pueda “debilitar la credibilidad internacional de España”, ni que vaya a derivarse una profunda crisis de Gobierno. Sin embargo, viendo a ese Casado desencadenado, furibundo y encolerizado lanzando improperios por la boca desde su escaño diríase que habíamos retrocedido un cuarto de siglo hasta los tiempos convulsos de los GAL, los fondos reservados, el caso Roldán y otros. El presidente del PP sufre un claro síndrome de nostalgia aguda que le lleva a querer retroceder a aquellos años para parecerse a Aznar en todo. Su mayor sueño es poder soltarle algún día al presidente: “Váyase señor, Sánchez”. Aunque bien mirado, eso también se lo ha dicho.

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