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El trato inhumano de los bancos a las personas mayores: «He llegado a sentirme humillado al pedir ayuda en un banco y que me hablaran como si fuera idiota»

Las personas mayores denuncian la exclusión a la que se ven sometidos por la derivación constante hacia la banca online, los cajeros y al cierre de oficinas

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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«Tengo casi 80 años y me entristece mucho ver que los bancos se han olvidado de las personas mayores como yo. Ahora casi todo es por Internet y no todos nos entendemos con las máquinas. No nos merecemos esta exclusión». Así comienza la petición de una persona mayor publicada por en la plataforma Change.org por una persona mayor llamada Carlos.

El testimonio es sobrecogedor y muestra cómo los bancos son la mejor muestra del capitalismo deshumanizado que impera en la sociedad actual que antepone los beneficios al bien común o al respeto a sus clientes.

En los últimos años estamos siendo testigos de cómo la banca, en sus planes de reestructuración, está cerrando decenas de miles de sucursales y despidiendo a cientos de miles de trabajadores que antes atendían las necesidades de todos sus clientes. Ahora intentan que todo se haga a través de los cajeros o por las aplicaciones online.

La revolución tecnológica está siendo uno de los sistemas que el capitalismo utiliza para reducir costes y aumentar beneficios. Sin embargo, también es una fuente de exclusión, puesto que las personas mayores se encuentran con que algunos cajeros son complicados de usar, otros se averían y nadie resuelve las dudas. Además, hay gestiones que ya sólo se pueden hacer online.

«En los pocos sitios donde queda atención presencial, los horarios son muy limitados, hay que pedir cita previa por teléfono, pero llamas y nadie lo coge. Y te acaban redirigiendo a una aplicación que, de nuevo, no sabemos manejar. O mandándote a una sucursal lejana a la que quizás no tengas cómo llegar», afirma la petición de Change.org.

Esta situación no es justa ni humana. Las personas mayores antes entraban en la oficina y hacían sus pagos o sus gestiones. Sin embargo, a medida que pasan los meses, los bancos exigen a sus clientes que hasta las operaciones más sencillas se tengan que realizar con tecnologías que para las personas mayores son complejas.

«Muchas personas mayores están solas y no tienen nadie que les ayude, y otras muchas, como yo, queremos poder seguir siendo lo más independientes posibles también a nuestra edad. Pero si todo lo complican y cierran las oficinas, están excluyendo a quienes nos cuesta usar Internet y a quienes tienen problemas de movilidad», afirma Carlos.  

Esta denuncia muestra cómo parece que las entidades bancarias se olvidan de los mayores. Las personas jóvenes, los nativos digitales, no tienen problema para trabajar tanto con la banca online como con las aplicaciones móviles. En cambio, para los mayores algo tan sencillo como sacar dinero o hacer una transferencia se vuelve una misión imposible. «Yo he llegado a sentirme humillado al pedir ayuda en un banco y que me hablaran como si fuera idiota por no saber completar una operación. Y he visto ese mal trato dirigido a otras personas», afirma Carlos en su denuncia.

En la banca se han olvidado de que las personas mayores existen, con buenos clientes que generan muchos beneficios sólo por tener domiciliadas sus pensiones y el pago de sus facturas o impuestos. Sólo quieren que se les trate con dignidad y que se habiliten en las sucursales zonas en las que no se les excluya.

«Yo tengo 78 años y afortunadamente estoy bien como para tomar decisiones sobre mis pensiones, mis ahorros y lo que quiero hacer con ellos. Pero no puedo, porque si todo lo digitalizan con aplicaciones cada vez más complejas, siento que me están incapacitando. Y eso que yo he trabajado con informática durante muchos años y más o menos me apaño. Pero conozco a muchas personas que no saben por dónde coger la tecnología. Y otras muchas que están solas y sin nadie que les eche una mano. O cuyos hijos, sobrinos o vecinos trabajan o tienen su vida, y no pueden estar todo el rato pendiente de las gestiones de esa persona mayor», señala Carlos.

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