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El tocomocho de luz

Braulio Llamero
Braulio Llamero
Escritor. Su última novela, recién publicada, “Lo que nunca se contó de Artemio”. Su último libro para niños, “¿Puedo borrarme de vampiro?”. También es periodista y ha trabajado en medios locales y regionales de radio, prensa y televisión. Fue columnista diario durante décadas en La Opinión de Zamora (donde también fue director) y Tribuna de Salamanca, entre otros. Más información en www.brauliollamero.com
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análisis

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El Gobierno tiene al menos un par de problemas con lo del precio de la luz o lo que nos cobra el oligopolio eléctrico por sobrevivir en una época en la que pocas cosas puedes hacer sin utilizar la energía de la que se han apropiado. Uno es lo de la factura en si misma, que sí se entiende y demasiado bien; pero que resulta incomprensible conceptualmente, porque resulta que el consumo es poca cosa comparada con el importe total. Es decir, el problema no es solo ni principalmente el coste de la luz; el problema gordo es que engloba varios atracos simultáneos. ¿Veremos aluna vez un factura de la luz que se limite a cobrarnos lo consumido más la parte correspondiente de impuestos? Hoy por hoy parece utópico.

El segundo problema, del que se habla ahora por todas partes, es lo de precio mismo de la luz que se consume, esa parte secundaria de la factura. Ahí la gran dificultad del Gobierno es que no hay quien lo entienda. Cuando se le pregunta, no sabe qué decir y balbucea excusas. ¿O de qué otra forma se puede interpretar a la vicepresidenta Ribera cuando deja caer que la esperpéntica forma de fijar los precios de la luz depende de Europa y que sin la UE no se puede cambiar? ¿Acaso no fue un gobierno del PP, cuando en Industria estaba el impresentable Soria, el que aprobó el actual sistema, que llena de millones a las eléctricas mientras arruina a los consumidores y ha creado la vergonzosa figura de la “pobreza energética”? ¿Desde cuándo lo que un Gobierno aprueba no lo pueda anular otro Gobierno? De hecho, acabo de oír a un experto que bastaría con un decreto ley para poner sentido en la actual fijación de precios, que es salvaje y ilógica. ¿Por qué no lo hacen? ¿No se atreven? ¿Tanto les asusta el oligopolio de ibredrolos, endesos y familia? ¿O nos ocultan algo?

El gran problema del Gobierno, y no solo en este asunto, es que inspira muy poca confianza a su, digamos, electorado natural. ¿Gobierna para todos y singularmente para la mayoría, como sería su deber? Y si no fuera así y se ve obligado a transigir con las poderosas élites extractivas, con lo que antaño llamábamos “poderes fácticos”, ¿por qué no tiene el cuajo al menos de reconocerlo?

—En las actuales circunstancias no podemos tocar a estos impresentables por esto y por esto y por esto; trabajamos no obstante para modificar las circunstancias y poner las instituciones al servicio de la mayoría.

O que nos explique, si ese no es el caso, por qué diablos son incapaces de neutralizar el tocomocho de la luz. Es evidente que algo les paraliza y les pone muy nerviosos. Pero esto aún se llama democracia. O hacen o se explican o desaparecen. Y esto es válido no solo para el PSOE; también para UP, cuya presencia en el Gobierno es cada día más chocante, vistos los resultados.

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