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El Tigre en la Caja Mágica viendo jugar a Davidovich

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Hace un frío valleinclanesco. El aire se cuela por la gigantesca y cuadrada claraboya de la pista Manolo Santana. Los periodistas se abrazan a sí mismos y muchos han desertado ya o están haciendo cola para conseguir algo de cena: son casi las once de la noche, y también es domingo, aunque un domingo raro porque mañana es fiesta, 1 de mayo, pero los periodistas, como los panaderos, trabajan igual que cualquier  jornada en el Día del Trabajo.

El Tigre lleva calada una gorra y ha aprovechado uno de los descansos para ir hasta su siempre fiel Corvette del 63 para coger una manta del maletero, una manta azul de American Airlines que sin darse demasiada cuenta metió en su mochila al regreso de uno de sus habituales viajes a Nueva York. Pero incluso con la manta sigue haciendo un frío del carajo. Parece mentira, con el calor que ha hecho durante todo el día. El calor. La amenaza del calor por haber sido todos tan malos con el planeta y habernos ganado un cambio climático. La creencia de que estamos cerca del fin del mundo que se instaló aprovechando el soplo del virus del covid sobre todo el planeta no se ha disipado, y por si acaso, por si el mundo se acaba, hay que divertirse frenéticamente, ser feliz frenéticamente, y no dejar escapar ni una.

Es la primera vez que se acredita como periodista en el Open de la Mutua en Mad Madrid. Gente por todos lados, infinitos empleados que ni siquiera conocen a los otros empleados, sólo su parcelita de responsabilidad. Pero todo funciona. De hecho todo funciona genial. Maikel Anyelo, que lleva el control de la sala de prensa es capaz de dejar a todo el mundo contento y que no se le escape ni un detalle.

-Hola, soy Tigre Manjatan, querría ver el final del partido de Alcaraz contra Dimitrov y el de Davidovich.

-Claro, aquí tienes la entrada. Es para toda la sesión de la noche, para los dos partidos.

El de Alcaraz le preocupaba un poco al Tigre, porque en el primer partido, frente a un mindundi  cuyo nombre ni recuerda, lo pasó inesperamente mal el Muro del Palmar (le gusta llamarlo así porque hace muchos vivió en Murcia y pasaba por el Palmar con frecuencia para ir a buscar a una novia que tenía en el pueblo de al lado: Sangonera).

Contra Dimitrov no le ha costado demasiado a Alcaraz, pero le interesa ver a Davidovich porque Rune es un salvaje, un manojo de nervios no muy educado, situado entre los diez mejores del mundo. El Tigre está ahí, en la tribuna de prensa, para mandarle energía positiva al jugador malagueño; que tiene tanta pinta de malagueño como la tiene el Tigre de Oso Polar; sólo al oírle hablar desaparecen las suspicacias, su acento es perfecto, de español nacido o criado en España.

Y Davidovich empieza bien. Aún no hace mucho frío. Aunque comienza a caer la temperatura a plomo después del primer set, que Davidovich ha sido capaz de meterse en el bolsillo. Menos mal que tenía una manta en el coche. En un principio, protegido por la suave lana, el Tigre piensa que el segundo set tendrá igualmente un final feliz, pero no. En absoluto. Ningún final feliz. Cada vez hace más frío; ese frío valleinclanesco que también parece haberse instalado en el corazón de Davidovich.

Rune puede con él, con Fokina. Se levanta el jugador danés cuando los espectadores le daban por roto y derrotado. Se levanta Rune y le quita el set a Davidovich. A Rune le han silbado y ninguneado y lanzado todas las malas vibraciones posibles porque ha tenido un gesto feo, ha borrado la señal de una bola polémica con el pie, y el público se ha venido arriba. Pero aún con el público en contra Rune se hace con el segundo set.

El Tigre está muerto de hambre. También lo está Alex Corretja, luego le escuchará diciéndolo desde la tele, pero que a Tigre Manjatan le rujan las tripas al mundo le importa un carajo. Lleva un puñado de anacardos en el bolsillo. No se acuerda cuándo los dejó allí. Puede que hace meses. Saben bastante rancios, pero a buen hambre… vale cualquier anacardo.

Hace demasiado frío y el público está desertando. Pero él no va a irse. Comprende que habrá mucha gente que tendrá que utilizar el metro o el autobús para regresar a su hotel o a su casa, que ninguno de ellos tenía una manta en el coche para protegerse del frío. Se arrebuja en la manta tratando ingenuamente de protegerse también de los raquetazos de Rune y de la debilidad de Alejandro Davidovich Fokina, que pierde el primer juego del tercer set a pesar de estar sirviendo. Malo, muy malo. Todo malo. Y hace mucho frío.

Davidovich sufre. El público le anima. Hay momentos que parece un boxeador sonado. No siempre se está sonado por un golpe, también nos desconecta de nosotros mismos el cansancio.  Rune no está mucho mejor, pero es un poco más joven y está acostumbrado a los finales tensos. El público que ha resistido, que se abraza a sí mismo y tensa los músculos para combatir el frío creciente anima al español de nombre ruso y cara de ruso.

-No te hundas, tío. Has llegado hasta aquí. Aguanta. Si aguantas puedes ganar este partido. Estamos todos seguros de que puedes ganarlo.

El Tigre corea su nombre, su diminutivo: Foki; pero el resultado final no está nada claro.

Iguales a seis juegos. Rune, dice en voz alta alguien, es un experto en jugar tie breaks; suele ganarlos.

¡Ah no! No queremos. Nadie quiere que pase eso. Los espectadores llevan tres horas aguantando la tensión. Y entonces Davidovich se hace con toda la energía de ese público aún numeroso, ese público que se abraza a sí mismo para combatir el frío al mismo tiempo que abraza espiritualmente a su jugador, a Davidovich, y son todos él. Son todos Alejandro Davidovich Fokina jugando ese tie break contra Rune.

¡Y se lo comen!

-Nos lo comemos –dice el Tigre a Jaime, el colega situado a su derecha que se encarga de los podcast oficiales del torneo para la Mutua.

Sí, se lo comen.

Y el frío ha merecido la pena. Y el cansancio. La lucha. La lucha siempre merece la pena. Aunque se pierda. Pero cuando se gana… Wow. Bravo bravo. Qué cansancio, pero bravo.

Un privilegio haberlo visto en vivo, reflexiona el Tigre, echándose la manta sobre los hombros y ya saliendo del recinto. Haber sido parte, aunque sea muy colateralmente, del espectáculo, de la batalla entre los dos titanes. Y mientras camina sonriendo para sí hacia su destartalado Corvette del 63 le manda mentalmente a Alejandro Davidovich Fokina un agradecido y entusiasta aplauso.

Tigre tigre.

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