El sufrimiento de Djokovic

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Viéndole en la pista, siempre con la misma cara y ese pelo que parece pegado al cráneo y que jamás se mueve uno diría que Djokovic es un tipo que ni siente ni padece.

Y sin embargo…

Sin embargo me cuenta la Rubia, que sigue el tenis desde mucho tiempo antes que yo, que al principio Djokovic era un jugador normal, más bien mediocre e incapaz de controlar su cabeza. Es indudable que ese principio lo ha superado, que ahora, por un modo o por otro, no sabemos cuál ha sido el camino, ha conseguido convertirse en dueño de sí mismo.

Cómo ha dominado el Open de Australia es casi un escándalo: ganándole 3-0 prácticamente a todo el mundo.

Y sin embargo…

Otra vez sin embargo, cuando acabó el partido contra Tsisipas que lo convirtió en ganador y le devolvió el número uno del ranking ATP, Djokovic salió corriendo y escaló como una cabra montesa por las gradas para juntarse con su equipo, y eso ya era raro, pero más sorprendente fue cómo se dobló sobre sí mismo y se puso a llorar,
a llorar como un niño,
a llorar como ese chico nervioso que veía la Rubia cuando ninguno de nosotros seríamos el tenis todavía.

Y entonces no pudimos menos que pensar que ha debido de sufrir muchísimo, que ha debido de ser humillante y durísimo que no le dejasen jugar porque no quería ponerse la vacun (sus razones tendría, al cabo nadie sabemos exactamente lo que han inyectado la población del mundo), y cómo iba bajando en el ranking y además veía que Rafael Nadal le superaba en el número de grandes torneos ganados.

Djokovic, parezca lo que parezca cuando está en pista con ese pelo pegado al cráneo, sí que sufre y padece como todo el mundo, sí que tiene sus miedos y sus debilidades. Y por todo ello es más meritorio el triunfo que ha conseguido en el Open de Australia, la recuperación de la plaza número uno en el ranking de tenistas del mundo.

Aunque como español e hispanohablantes miramos con el primer afecto a Nadal o Alcaraz, creemos que lo justo es reconocer los méritos de todos. Y los de Nole Djokovic son muchos.

Esas lágrimas inesperadas que lo han hecho a nuestros ojos más humano y aún más inmenso.

Tigre Tigre

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