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El suflé se desinfla

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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El debate sobre el Estado de la Nación deja tres efectos de calado: fija un nuevo tablero de juego para la pugna política, fortalece al Gobierno y a la mayoría que lo sustenta, y deja sin discurso y desnortada a la derecha y ultraderecha. El tono y las medidas para equilibrar el coste de la crisis, definen el rumbo del Ejecutivo para el resto de la Legislatura —de momento asegurada— con el objetivo firme en favorecer a las clases medias y mantener las ayudas a las desfavorecidas, con una decisión inesperada para la derecha y anhelada por la izquierda: <<es de justicia que paguen más los sectores económicos que se están beneficiando con la crisis energética>>.

Ruta de singladura hasta las elecciones definida con determinación por el Presidente, concretada en un plan de acción política al que tendrá que adaptarse la oposición, aplaudido por los grupos que vienen apoyando al Gobierno, algunos de los cuales ya han anunciado que quieren más. Éste es el marco en el deberá navegar el PP y Vox; mientras Arrimadas, con un discurso rancio e insistente con ETA y el independentismo, certificó los estertores de muerte de Ciudadanos que llegará con las elecciones.

Escenario que ha pillado con el pie cambiado al PP y a su nuevo líder, Feijóo, pasivo en el Pleno y sin ninguna novedad ni propuesta de calado político cuando valoró el debate —veinticuatro horas después—; tras comerse el sapo de tener que abstenerse en la votación de las medidas sociales, pues votar no hubiera puesto de manifiesto que a la derecha le da alergia todo lo que beneficie a las clases medias y trabajadoras. Ejemplo: su oposición a los impuestos a las energéticas y la banca. Y eso fue todo, tras una mañana amarga que les dejó políticamente desarmados.

La comida que tuvo la cúpula del partido a mediodía fue un coro de rostros con esa expresión que se queda cuando te dan tal meneo que no sabes dónde está el norte, al caer en la cuenta de que: ¡es la economía, estúpido! Celebrada frase del asesor de Bill Clinton, James Carville, que le aupó a la Casablanca. Ahí está el problema, porque en ese almuerzo Gamarra reconoció —como el resto comensales— que no sabía de economía lo suficiente para contrarrestar el discurso de Sánchez. Por eso Feijóo renunció a confrontar con él —Batet esperaba su petición para concedérsela—, por lo que se acordó centrar la réplica en la matraca de ETA. Huida hacia delante de un PP que no sabe salir del carril de la bajada de impuestos, atrapado por la ejecutoria del Gobierno Rajoy que, en la crisis de 2008, salvó a los bancos y se olvidó de las clases medias y desfavorecidas.

Con sus demostraciones de desconocimiento de la política y la economía nacional, su falta de proyecto propio distinto al PP de siempre, su renuncia a debatir con Sánchez, y su aspecto tristón, sin pulso ni empuje; Feijóo dilapida la renovación que se le atribuía y le impulso en las encuestas amigas. La última del CIS, realizada hace un mes en el momento crítico del último asalto a la valla de Melilla, otorga al PP un 1,9% de ventaja. Dato que no es para tirar cohetes —pues estáen el rango del más menos 3% de margen de error de todas las encuestas—, que confirma que tras tres años gobernanza el Ejecutivo sigue vivo, y que el suflé de Feijóo pierde fuelle camino de convertirse en un amasijo de harina y condimentos crudos.

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