El sistema educativo en pandemia: ¿fracaso?

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El comienzo del confinamiento hace algo más de un año, mostró claramente las debilidades del sistema educativo español en plena era de las tecnologías de la información y la comunicación, cuando no se pudo evaluar la parte no presencial durante el aislamiento porque no existía entre los meses de marzo a junio de 2020 una estrategia clara para seguir avanzando en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumnado.

Podemos poner como excusa que la situación nos pilló con el pie cambiado y quizás, efectivamente, fuese así porque la situación fue imprevisible, pero tampoco se estuvo ágil a la hora de adoptar medidas sobre la marcha para revertir dicha situación. No obstante, si ha habido una realidad que demuestra a todas luces el fracaso del sistema educativo en periodo de pandemia es el absoluto abandono al que hemos sometido a miles de alumnos durante el actual curso académico 2020/2021.

Es una realidad clara y manifiesta, que los centros educativos deben permanecer abiertos para favorecer la conciliación laboral de padres y madres, o también cuando los progenitores entiendan que en función de las condiciones de sus hijos, la opción presencial es la más aconsejable. Sin embargo, también se debería haber dejado abierta la opción de la educación a distancia para aquellas personas que, por cuestiones de vulnerabilidad o simplemente porque tienen miedo de llevar a sus hijos al colegio, opción nada descabellada en la actual situación, prefieran que se queden en casa para seguir con su proceso educativo de manera no presencial. Dicha posibilidad, por desgracia, nunca ha existido.

Al igual que ha ocurrido en el colectivo del profesorado, ha habido alumnado vulnerable, o con familia vulnerable a los que no se les ha reconocido dicha situación. No se les ha protegido obligando al menor a acudir al centro escolar, poniéndolo en peligro, dada la situación que se vive actualmente en los centros educativos al ser espacios cerrados y masificados debido a las altas ratios, donde se tiene que convivir durante un elevado número de horas con otras personas que llevan mascarilla de dudosa calidad, o excedido su tiempo de uso, y con ventilación deficiente en la mayoría de los casos. No se ha ofrecido ninguna alternativa, como podría haber sido la modalidad a distancia.  A aquel alumnado que no ha asistido a clase, se le ha retirado su derecho a la educación al no hacerle ningún seguimiento e, incluso a partir de la apertura de protocolos de absentismo, la fiscalía ha llevado a sus progenitores ante el juez por abandono. Se podría cuestionar, yo no lo haré porque no creo que sea así, la excesiva sobreprotección que se ha hecho en este caso de los hijos en la situación actual, pero ¿llevarlos ante el juez por abandono? Y aunque realmente lo fuera, ¿qué culpa tienen los menores, que son los realmente afectados, de la supuesta actitud negligente de sus progenitores?

Las distintas administraciones educativas prometieron la llegada de equipos informáticos que intentaran paliar la brecha digital existente entre el alumnado en caso de un nuevo confinamiento, y la verdad es que esos equipos nunca llegaron en la inmensa mayoría de los casos. Quizás esto aportaba una razón de peso más para no cerrar los centros educativos bajo ningún concepto o para no ofertar la modalidad a distancia de manera voluntaria, ya que así podrían aflorar las importantes carencias en este apartado.

La solución habría sido muy fácil: libre elección. No nos encontramos en una situación normal, ni podemos conducirnos como si así lo fuera. Que los recursos en educación no son ilimitados es totalmente cierto, pero tampoco lo son los que se derivan de pacientes ingresados en hospitales y UCI’s que la no adopción de esta medida haya podido causar, por no hablar de las personas que han podido perder la vida por este motivo.      

Con perspectiva, los problemas ocurridos durante el confinamiento del año pasado, se han trasladado a este cuando se debe poner en cuarentena al alumnado, individual o en grupo completo, así como a profesorado, y tener que enfrentarnos a la situación en la que las dos partes del proceso de enseñanza-aprendizaje se encuentran en espacios físicos distintos.

Yo no sé si vamos a salir mejores o no de esta pandemia, pero si he aprendido algo a lo largo de la misma ha sido no juzgar a nadie, pues cada uno ha vivido esta situación como ha podido y, por desgracia, el sistema educativo español no ha estado a la altura. Además, no solo no ha ayudado a sobrellevar la situación actual a muchas familias, sino que ha aportado más zozobra al dejarlas en situación de desamparo, nosotros sí lo hemos hecho. Por desgracia, he conocido situaciones sangrantes. Como docente siento vergüenza, porque si algo ha caracterizado tradicionalmente a la educación, ha sido intentar no dejar atrás a ningún alumno o alumna, especialmente a los más vulnerables.

Estamos próximos a la finalización de este curso y cercanos al inicio de uno nuevo que ya se debería estar planificando, y quizás en una situación similar a la actual, porque esto ha venido para quedarse por un tiempo. Deseo de todo corazón que en septiembre las cosas sean distintas y se pueda dar cobertura educativa a todo el alumnado, pero por desgracia, esperanzas… cero.

2 COMENTARIOS

  1. Como docente vulnerable, me dijeron que debía trabajar presencialmente, siempre que se cumplieran las medidas de seguridad. Las medidas de seguridad no se cumplen y no se me ha dado una solución ni a mí ni a otros docentes en la misma situación. Conozco también los casos de familias con personas vulnerables a las que también se ha abandonado. Mil gracias por este artículo y la labor de difusión desde Prevención Docente.

  2. Qué artículo más bueno. Como docente estoy muy de acuerdo con todo lo que dices y me siento muy identificado. Yo tengo dos compañeros a los que no se les ha reconocidos sus patologías. Gracias por tu labor en twitter y en Prevención Docente.

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