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El síndrome de Procusto

"Toda acción lleva una reacción y todo depredador termina siendo depredado por sus afectados"

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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En la sociedad en la que vivimos hay muchos Procustos. Se están extendiendo por metro cuadrado a medida que crece el individualismo y el darwinismo salvaje. Seguro que en nuestro circulo cercano tenemos a alguien con el llamado síndrome de Procusto. Es fácil identificarlos: suelen ser quienes se alojan en un egocentrismo permanente desde el que juzgan a los demás y desde el que censuran de forma vehementemente a quienes consideren que destaque por encima de ellos.

Eso significa que son personas que no saben ni empatizar con los demás ni reconocer que las ideas o posturas ajenas tengan cierto valor, por lo que toman decisiones radicales para apartar a estas personas de su entorno. En el fondo se sienten amenazados o tienen miedo de ser superados por esas personas. Son la consecuencia de la exigencia de eficiencia y proactividad de la sociedad competitiva donde vivimos, en la que es fácil sentir celos y mostrar aptitudes de discriminación hacia los demás. El perfil psicológico de estas personas es variado: por un lado tienen síndrome de Procusto las personas con baja autoestima y por otro lado también lo tienen los que manifiestan un elevado grado de narcisismo.

Para comprenderlo mejor es recomendable ir a la mitología griega. Procusto era un posadero que tenía su negocio en las colinas de Ática. Cuando llegaba un huésped, lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro y mientras dormía lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima tenia el cuerpo más largo que la cama, le serraba las partes del cuerpo que sobresalían. Si, por el contrario, era de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo. Procusto siguió su reino del terror hasta encontrar al héroe Teseo, Este le retó a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el posadero se tumbó, Teseo lo amordazó y ató a la cama y, allí, lo torturó para «ajustarlo» como él hacía a los viajeros. Le cortó a hachazos los pies y, finalmente, la cabeza.

Matar a Procusto fue la última aventura de Teseo en su viaje desde Trecén hasta Atenas. Y bien, la mitología griega es sabia. Además de ayudarnos a entender el perfil exacto que buscábamos (ausencia de empatía) nos ha dado otra cosa: una vía para acabar con los Procustos actuales. Toda acción lleva una reacción y todo depredador termina siendo depredado por sus afectados. 

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2 COMENTARIOS

  1. No entiendo porqué me anulan mi anterior artículo.Sean serios.Ruego darme de baja de la noticias de su Diario.También yo he sido durante tiempo Periodista,y esto me duele.

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