Estamos cansados de verlo todos los días. Cómo el sistema se encarga de moldear la realidad para que el resto de los mortales bajemos la cabeza y asintamos sin nada qué decir. Así es, mi querido lector. Lo observamos por ejemplo con la Sanidad Pública. Al final hemos entrado por el redil. Lo hemos seguido hasta el final. Hemos sido el resultado palpable de sus esfuerzos. Todos hemos aceptado que la Sanidad Privada es mejor. Y es que las largas listas de espera, la falta de personal, el estrés al que se somete al personal público, etc., hacen inviable que en la Sanidad Pública se pueda disfrutar de un servicio y atención acorde con las necesidades y exigencias de nuestra sociedad. Y, sin embargo, cuando los esfuerzos del Erario Público acaban con la concesión de un hospital público a una empresa privada, por arte de magia, los sistemas vuelven a funcionar, a pesar que el inmueble, los aparatos sanitarios, los médicos, las subvenciones, los presupuestos, etc., todos vienen de las Arcas Públicas.
En la enseñanza pública se emplea la misma estrategia. Y oiga usted, aquí no pasa nada. Ni un solo movimiento en defensa de todo aquello que nos pertenece o nos han legado a base de sangre, sudor y lágrimas –y alguna cuneta que otra-.
Y sin duda alguna pasará lo mismo con la televisión. Quizás, a lo mejor, más por incompetencia que por otra cosa, o no, pero vamos camino de la pérdida de la televisión pública y de calidad. Despojada de la plataforma económica que suponía la publicidad para mejorar los contenidos, las propias temáticas de los programas y los bajos presupuestos han hecho de la televisión de todos, la televisión de nadie. Un reducto, incluso los informativos, que antes suponían un referente. Desposeídos de lo comunal, de lo colectivo y de lo público, nos quedamos a merced de las grandes corporaciones que son y serán nuestras religiones devotas a partir de ahora, encumbrando a los cines como el gran escaparate del capitalismo. Al final solo aquellos que se puedan permitirse pagar los canales privados de televisión podrán optar y disfrutar de programas y contenidos de calidad. Y al resto de personas solo nos quedará comernos con patatas este ruido informativo que supone la desinformación, las redes y la proliferación de medios de comunicación de desinformación. Señoras y señores, bienvenidos a la Era Tecnológica. Pasen, pasen y cierren la puerta al entrar.
NO SE PUEDE
con herramientas de sinrazón
seguir a la ética;
no, no se puede (de ninguna forma)
cumplir la ética
ni nadie en el Universo
el atribuirse racionalmente
tener unos valores éticos
o el decir que es algo ético.
Si lo hace alguno, ¡pues se equivoca, miente o manipula! (con sus obvias CONSECUENCIAS DE MALDAD).
¿Cuáles son las herramientas de la sinrazón?
Pues únicamente éstas:
—Lo que no es racional.
—Lo que veta a lo racional.
—Lo que impide ser replicado racionalmente.
—Lo que se inventa normas a cumplir que no son racionales.
—Lo que se inventa formas conductuales a seguir que no son racionales.
—Lo que se sirve de algún poder o de decir o de imposición para pretender llevar la razón.
—Lo que haciendo pasar una no-razón por una razón triunfa socialmente.
—Lo que haciéndose pasar por algo bueno va quitando los espacios sociales a la razón (y, por lo tanto, a la ética).
Y ¿qué es únicamente tener razón?
Pues no tener «porque síes» ni contradicciones ni negacionismos de la realidad ni confusiones ni mecanismos de vetar réplicas ni imposiciones por respaldarse en algún poder *; además de un HACER o DECIR racionalmente impillable o indesenmascarable en su mostración racional y en su no complicidad con alguna sinrazón.
*Y aquí solo se habla de poder en cuanto a poder contra el bien; por lo que únicamente poder es la capacidad de instalar una sinrazón-mentira en la sociedad, y así imponerla.