Hay un momento en el que crees que todo fluye y lo único que fluye es el dinero.
Un momento en el que todo vale y realmente estás comprándote a ti mismo tus emociones, tus ilusiones.
Has pasado sin querer de valorarte a ponerte precio.
Y pagas, pagas por sentarte a tomar café con la mismísima gloria
Y pagas, pagas por la foto de portada en la que mientras los dos sonreís ella te confiesa que no lo es todo en la vida y que escuches tu canción, esa que suena de fondo, esa que es tuya y no la has compuesto aún.
Y sonríes, y los flases te ciegan y tarareas ese pegadizo estribillo. Como si no fuera contigo, como si no fuera tu canción, como si no la fueras a componer tú.
Y llegan las cuentas, las cuentas que crees que no vienen a cuento, las cuentas de cada canción.
De haber pagado, si, de haber pagado por sentarte a tomar café con la mismísima gloria.
Y haber pagado, si, de haber pagado por la foto de portada.
Y regresas al momento en el que el dinero de nada te valió.
Ese momento, en el que moribundo, solo y tendido en el suelo de aquella carretera de la lejana Cuba estuviste eternas horas viendo tu triste imagen desde los ojos de la farola de encima.
Ese momento en el que toda su vida pasaba sin saber por qué había pasado.
Ese momento en el que solo sabías que tu VIDA se acababa.
Ese momento en el que sin saber cómo conseguiste elevar tu fe por encima de la farola y rogar una oportunidad, rogar lo único que ahora sabes que es totalmente imprescindible para vivir rogar VIDA.
Tú querías VIVIR, tú estabas decidiendo VIVIR, pero no, esa decisión no era tuya, decidía el jurado, decidían los de encima de la farola.
Y decidieron darte VIDA, VIDA para que entendieras el valor no de lo que tenías, sino de lo que siempre tuviste.
Y ya no pagas, ya no pagas por la sentarte a tomar café con la mismísima gloria.
Y pagas, y pagas por la foto de FAMILIA en la que todos sonreís, mientras sabéis que juntos lo sois todo en la VIDA.
