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El rey emérito, Ciudadanos y la fusión de Bankia ponen a prueba la solidez del Gobierno de coalición

Pablo Iglesias reconoce en una entrevista en la Cadena SER que mantuvo una fuerte discusión con el presidente Sánchez tras la salida de Juan Carlos I del país

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análisis

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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias discuten a menudo. Es lo que tiene una pareja que desde el principio ha sustituido el amor y la amistad por la necesidad y la conveniencia. Pero de momento se toleran, se aguantan, se soportan. Y van tirando, como tantos otros matrimonios de este país. El Gobierno parece sólido pero inestable, como uno de esos gases nobles de la tabla periódica. Aunque el día menos pensado estalla por los aires. O quizá dure hasta las bodas de plata. O de oro. Quién sabe.

Pablo Iglesias ha pasado por la SER para dar el parte clínico de esa relación zozobrante, de esa mala salud de hierro. Más que un balance político, lo del PSOE y Unidas Podemos es una terapia de pareja en toda regla donde importa más cómo va el derecho a roce que el cariño. Y el verano, por lo general un veneno corrosivo para cualquier matrimonio por el tedio y el exceso de tiempo libre para pensar, no ha sido precisamente bueno y apacible para el Gobierno. Ha habido marejada, movidas de pareja, crisis. El vicepresidente segundo confiesa que ha tenido una “discusión fuerte” con el jefe sobre la salida de España del rey Juan Carlos I porque en ese asunto ambos mantienen “diferencias intensas”. Después Sánchez “se disculpó” por no haberle informado de la situación en la Casa Real, en concreto del posterior comunicado en el que Zarzuela anunciaba que el emérito procedía a su histórica espantada. En realidad el monarca puso tierra de por medio, tanta que se fue al lejano desierto de Arabia. Allí hay arena para aburrir, para enterrar cien escándalos sexuales y para construir AVES a punta pala. Pero esa maniobra a espaldas de Unidas Podemos no gustó a Iglesias, que como en toda relación exige respeto, trato de tú a tú, un poquito de por favor. Todas esas palabras hermosas y utópicas de las que suelen hablar los novios al principio y que quedan en un tratado incumplido cuando estalla la primera guerra en la cocina, ya de casados.

“Es lógico. En un Gobierno en el que hay un partido republicano y otro socialista, hay posiciones diferentes”, insiste el fundador de UP, que critica la “vergüenza” que supuso la “huida del emérito” mientras estaba siendo investigado por “delitos gravísimos”. Evidentemente, la monarquía no es un tema que una a los dos protagonistas de este romance forzado, más bien un culebrón político que ni una canción de Pimpinela. Es como cuando a él le gusta el mar y a ella la montaña y no hay manera de encontrar un punto de acuerdo. La cosa se pone imposible. No obstante, asegura: “Tuvimos una discusión fuerte y el presidente se disculpó y eso le engrandece”. Asunto zanjado.

El rey es un tema que encabrona mucho en esta pareja, pero no es el único. Hay otro tabú que hace que arda Troya a cada momento: Ciudadanos. Cuando se menta el color naranja en esa casa se monta un Armagedón bíblico. Se desatan los celos, vuela la vajilla de la suegra y el padrino Monedero tiene que quitarse de en medio para ponerse a resguardo. Inés Arrimadas es la tercera en discordia, la tercera pata del triángulo personal, y ya se sabe que tres son multitud. Cuando las aguas empiezan a calmarse entre los recién casados siempre aparece una vieja amiga o amigo del instituto para fastidiarlo todo. No obstante, tanto Sánchez como Iglesias parecen tener claro que la prioridad es sacar adelante los Presupuestos. En todo matrimonio, como empresa familiar que es, las cuentas siempre son lo primero. Sánchez está receptivo a pactar el borrador de proyecto con quien sea (ya ha dicho la ministra de Economía que lo importante es el qué, no con quién). Iglesias, por el contrario, no lo ve de la misma manera. Él prefiere a los amigos de toda la vida, los que asistieron a la boda y salieron en el álbum de fotos, o sea el primo Gabriel, el tío Aitor el del tractor y los invitados accidentales del mundo abertzale. “Lo que puede dar estabilidad a la legislatura y a los Presupuestos es la mayoría de la investidura, creo que esto es obvio”, afirma con rotundidad en ese punto. Si el dinero entra en el hogar el amor fluye mejor, aunque en esta pareja hay una dote oscura que está aún por aclarar y que incomoda en cierta medida a Sánchez: las cuentas de Podemos. “Que se investigue. Que se investigue hasta el final. Lo que tenemos que hacer es seguir colaborando con la Justicia. Que nos pidan cada papel, cada documento, seguir yendo a declarar cuando nos llamen…”, sentencia Iglesias. Y luego están los secretos del pasado, las relaciones anteriores, el caso Dina. “Lo que hay que preguntarse es cómo es posible que le roben el ordenador a una trabajadora de Podemos y que sus fotos íntimas estén en un ordenador de Villarejo o de Inda”, afirma el líder de Podemos. No le falta razón.

En cierta medida los Presupuestos serán la prueba de fuego que determinará si la relación funciona. Cuando Iglesias habla para sus bases le sale el marxista que lleva dentro, el programa irrenunciable, las líneas rojas, y advierte que no tragará con Arrimadas, la intrusa naranjita. Sin embargo, en petit comité, ya es otra cosa. Podemos está encantado con la idea de que se aprueben unos Presupuestos que supondrán la puerta abierta al maná de los 140.000 millones de euros de Bruselas. Con todo ese dineral se pueden pagar muchos ingresos mínimos vitales, que por cierto todavía están pendientes mientras las colas del hambre se siguen llenando de españoles sin futuro. Por eso concluye: “¿Hay que excluir a alguien de la negociación de los Presupuestos? No”. Así que Iglesias es como ese oficinista que en el trabajo, ante los compañeros, presume de llevar los pantalones en su casa pero que sabe que no tiene nada que hacer.

Y por último queda otro escollo que parece insalvable pero que tampoco será impedimento para que al final triunfe el amor: la polémica fusión Caixa/Bankia. “En la discusión sobre el programa yo defendí que convirtiéramos Bankia en un banco público. Tenía 35 diputados y perdí la discusión”, recuerda el líder de Unidas Podemos. La izquierda anticapitalista no entiende que el Gobierno haya dado luz verde a una operación que supondrá más concentración de la banca en manos de unos pocos, más capitalismo salvaje y el certificado oficial de calidad a la estafa del rescate financiero, que costó 70.000 millones a los españoles tras el crack de 2008. “¿Le molestó que el presidente no le hubiera informado de la fusión?”, le pregunta la siempre incisiva Àngels Barceló. “Si a mí me molesta algo que ha hecho el presidente, no voy a hablar de ello en los medios de comunicación, se lo digo en privado. No voy a contestar a esa pregunta por responsabilidad, aunque usted es muy perspicaz”. Al final, los trapos sucios se lavan en casa: como en todo matrimonio mal avenido.

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