Cuatro domingos desde que el Rastro de Madrid volviera a la vida tras una larga travesía del desierto, desde el confinamiento de marzo, y convertir el Ayuntamiento de la capital, con Almeida a la cabeza, a estos comerciantes ambulantes en los hermanos pobres del comercio. Todo es necesario para salvar a la industria comercial, incluso reducir las restricciones en plena segunda ola, menos apoyar a un clásico que se ha mantenido a lo largo de los tiempos.
El Rastro es el mercadillo de Madrid más importante de la capital y, probablemente, de España. Con más de 400 años de historia, en este bazar multicolor se pueden encontrar tanto objetos cotidianos como curiosas piezas antiguas, algunas de gran valor, otras no tanto, todo ello envuelto en un ambiente de regateo, diversión y negocio.
El mercado se sitúa en torno a la Ribera de Curtidores, una cuesta pronunciada a lo largo de la cual se extienden cientos de puestos con los objetos más variopintos a la venta: pela-patatas, muebles, películas, ropa usada o enchufes. Los días de Rastro en Madrid, esta zona llega a albergar miles de personas.
Cada domingo, el fotoperiodista Agustín Millán recorre el rastro, con paradas fijas en busca del libro antiguo, del lienzo del XVIII o el documento con siglos de historia. O quizá no tanto, pero lo parece, lo disfruta y lo investiga. El vértigo también está garantizado en esta fiesta del comercio ambulante donde no todo es lo que se dice, pero donde también hay gran calidad de productos si se sabe buscar.
Y Agustín Millán sabe cómo encontrar las pequeñas, o no tan pequeñas, joyas que esconde el rastro. Hoy, además, visita los puestos para preguntar por cómo van las cosas tras la reapertura. De todo hay, claro, pero en general, tras muchos meses sin ingresos, la recuperación es más lenta de la esperada. Va menos gente, como debe ser por eso de mantener la distancia frente al Covid, pero también más personas ansiosas por reencontrarse con los productos de el rastro.
Los puestos
Nunca llueve a gusto de todos. Por eso, hay diferencia de criterios entre los propios dueños de los puestos con los que ha hablado nuestro medio.
Así, desde «Eliche Arte» explican a Diario16 que «desde que se ha abierto el rastro de hace ya cuatro domingos, la gente al saber que estamos de vuelta viene por aquí, y en Eliche arte antigüedades lo notamos en las ventas». Lamenta, sin embargo, la falta de sintonía y colaboración entre los comerciantes del Rastro de Madrid y los agentes«. Si existe para cumplir las restricciones antiCovid, según dicen, con los visitantes.
Otro comerciante del rastro que, prefiere mantenerse en el anonimato para no tener problemas con nadie, explica que «está todo muy mal organizado. Vamos funcionando un poquito, pero muy flojito». A su juicio, » está el tema está muy parado, tiene que mejorar esto porque sino no cubrimos para gastos».
En otro puesto de libros antiguos, una auténtica delicia para la búsqueda de tesoros de ediciones viejas, su titular explica que «era necesario abrir porque nuestro alimento de cada día depende de ello«. Su valoración es muy positiva con respecto a las medidas de seguridad para evitar contagios: «la gente está controlada, se echa su alcohol y respetamos las medidas de seguridad y todos vienen con sus mascarilla y, la verdad, a gente está muy contenta por volver al rastro».
