El puerto invisible de Gandía

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Hay veces en las que una imagen, una idea, una palabra, un grito, se quedan dentro, empozados, se convierten en semilla persistente, empeñada en sobrevivir, abrirse camino hacia la luz. Esa semilla no fructifica por sí misma, con su solo esfuerzo. Necesita una tierra predispuesta, unas gotas de agua, unos rayos de luz, unas noches reparadoras. Y, lo más importante, la voluntad de resistir, de preservar la vida.

Eso es lo que parece haber ocurrido con Adriana Serlik, que acaba de presentar, en el marco de la Tertulia Indio Juan, de la Fundación Ateneo 1º de Mayo, su libro El puerto invisible, editado por Legados Ediciones. Una novela nacida de las entrañas de la dictadura franquista, protagonizada por mujeres libres y enmarcada en lugares como Denia, o como Gandía, donde Franco acogió a un buen número de nazis huidos de Alemania al final de la II Guerra Mundial. Un puerto invisible, pugnando por abrirse camino en nuestros recuerdos, en nuestra memoria.

Adriana retoma hilos de historias que han perdurado en el interior de unas pocas personas hasta nuestros días y construye un precioso relato, un maravilloso cuento largo, una novela corta. Tras este libro se encuentra un intenso y arduo proceso de investigación sobre la historia de los niños que huyeron de los bombardeos alemanes sobre Madrid, durante la Guerra de España, de las mujeres comprometidas con la vida y la libertad, los espías nazis en Gandía, Tabernes, Denia.

Como recordó Adriana, en su intervención, éste es un libro dedicado a las mujeres que soportaron los duros tiempos de la dictadura, defendiendo derechos y abriendo puertas a la solidaridad, porque Adriana ha recorrido en su  escritura un largo camino como poeta, escritora y mujer amante de la libertad.

Nacida en Avellaneda (Argentina) ha vivido y trabajado en Madrid, Roma, Florencia, Londres, Asunción (Paraguay) y en los últimos años en Gandía. Ha publicado más de 20 libros de poesía, narrativa, junto a cientos de artículos, catálogos, crítica literaria y participación en antologías.

En sus palabras durante el acto, la ministra Diana Morant, que conoce de largo a Adriana desde su etapa como alcaldesa de Gandía, la ha recordado como mujer, activista incansable por la cultura y por la memoria, que ha organizado certámenes literarios, fotográficos, exposiciones y cursos de creación literaria para niños y adultos.

Adriana ha construido una novela para sacar del silencio a tantas mujeres unidas por sus ansias de libertad. Unidas entre ellas y con cuantos a su alrededor mantuvieron el insensato empeño de defender derechos en las peores condiciones posibles, en los momentos más duros de una dictadura que mantiene intensas relaciones con Hitler y la Alemania nazi.

Lo doloroso en la novela no es tan sólo recordar, nos cuenta Adriana, lo auténticamente doloroso es el recuerdo en un silencio obligado e impuesto. Ese es el esfuerzo que aborda esta mujer que nos había entregado hasta ahora hermosos poemarios como Haz de luz, Poemas del amor y la libertad, o Andaremos, amor, andaremos.

Apasionada por Walter Benjamin, habíamos tenido también ocasión de comprobar su maestría en la escritura de cuentos como Silencio de Ronda, donde aparece el filósofo, ensayista, escritor, alemán y judío que murió intentando escapar del cerco nazi, pasando la frontera francesa hacia España y que prefirió la muerte a caer en manos de la policía política alemana, la gestapo.

Sin embargo, no había abordado hasta ahora esa difícil tarea para una poeta de escribir una novela. Dos técnicas, la poesía y la narrativa, que, como reconoce, son absolutamente distintas y plantean retos muy diferenciados. Algo que Adriana ha sabido resolver magníficamente en una novela que nos sugiere mucho de guión cinematográfico y con la que tienes siempre la sensación de estar viendo a cada personaje y el paisaje en el que se mueven, en una pantalla.

El acto de presentación, celebrado en la Sala 13 Rosas de CCOO de Madrid, obligaba al recuerdo de las palabras de aquella joven Julia Conesa, condenada a muerte junto a sus compañeras y que escribía a su familia una última carta antes de ser fusilada, en la que decía: Que mi nombre no se borre en la historia.

De eso trata El puerto invisible, la hermosa novela de Adriana Serlik, editada por Legados Ediciones, de recordar los nombres de aquellas mujeres que no queremos que desaparezcan de la historia, porque esa historia es la de nuestras abuelas, la de nuestras madres, la de nuestras familias, el origen mismo de nuestras vidas. La voluntad de las semillas que fructificaron venciendo el silencio y la invisibilidad.

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