En la severa crisis que padece el PSOE, la gestora nacida del tenebroso coup de force, como un puñal en manos de los Borgia, del comité federal del 1 de octubre, sobreactuando bajo unas funciones que ella misma se ha atribuido y que se compadecen mal con los estatutos del partido, pretende ganar un tiempo que no tiene, bogando en una dirección muy empobrecida por la propia debilidad que los artífices del actual estado de cosas han situado al Partido Socialista. Pensar que la actual situación de la organización se puede permutar intentando transmitir a la opinión pública que se matiza la política conservadora parlamentariamente después de haber sido elemento determinante de la continuidad del gobierno de la derecha, es de una maliciosa ingenuidad de los que hoy dirigen al PSOE que omiten que han situado al partido en una situación acéfala y débil que deja en manos de Rajoy la espada de Damocles de convocar elecciones que provoquen un más acentuado descalabro electoral para el PSOE si no transige de forma explícita o implícita con las políticas conservadoras.

Las elecciones se ganan presentando alternativas que sobresanen los problemas, los temores y las incertidumbres de la ciudadanía desde modelos ideológicos diferenciados y claros que impongan un relato distinto –porque la confianza la configura el que marca el sentido de las palabras- desplazando convencionalismos y sembrando inquietud en la banalidad del impuesto sentido común de una derecha que puede perpetuarse en el poder cómodamente bajo el tupido manto de una hegemonía política y cultural de grupos fácticos sobre la entera sociedad como contenido ético del Estado. Es imposible, por tanto, recuperar la credibilidad ante el electorado con una oposición claudicante, por mucho que se ejerza el arte de la excusa, en un bucle perverso donde se pretende que las imposturas causantes del rechazo de los ciudadanos adquieran una mesiánica verosimilitud.

Subvertir los órganos de dirección del partido, esclerotizar su capacidad de relación con la sociedad, por parte de unos dirigentes periféricos tiene causas precarias desde la racionalidad política ya que son ajenas a cualquier planteamiento polémico referido a cuestiones ideológicas o modelos alternativos en el ámbito institucional, económico o social, quedando todo reducido a una conjura por el poder que deja el partido limitado a un círculo de caballos de Frisia o as temporalidades que decía el poeta portugués, de excesivas ambiciones privadas.

Cuando la política se convierte en una mera lucha por el poder, deja de consistir en la definición ideológica de un espacio de convivencia para convertirse en una pugna por conquistar un territorio de dominación. Y en este contexto, la única energía que le ha quedado al PSOE bajo el mandato de la gestora es para actuar contra los disidentes o amenazar al PSC. Por todo ello, la única conspiración necesaria en este momento en el Partido Socialista es la que nos dice Borges en el libro “Los conjurados”: «En el centro de Europa están conspirando. Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan diversos idiomas. Han tomado la extraña resolución de ser razonables.”

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