Este domingo celebramos el quinto aniversario del 15M. Cinco años han pasado ya desde que miles de españoles tomaron las plazas de cientos de ciudades y pueblos para gritar ¡Basta ya!, para clamar con indignación que la clase política de este país había dejado de represarles. Cinco años dan para mucho. Muchas cosas han cambiado y nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, como decía Neruda. Pero el espíritu de ese movimiento ciudadano sigue vigente y ha sido muy contagioso en este corto espacio de tiempo.

Nadie puede negar que el 15M ha cristalizado en muchos movimientos y plataformas ciudadanas que están ayudando a mucha gente y que tratan, a través de la lucha social, de solucionar problemas que los partidos políticos no han sabido o no han querido solucionar. Quizá el máximo exponente de esta situación sea la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que tan buena labor está haciendo, enfrentándose a los bancos y tratando de tejer una red de afectados por los abusos del sistema para tratar, entre todos, de solucionar el gran problema de los desahucios en este país.

Pero la PAH no fue la única y el 15M hizo que surgieran iniciativas contra la corrupción como 15M pa Rato y otras plataformas como Juventud sin futuro o la Oficina Precaria, etc…

El 15M, aunque fue un movimiento que nació con un claro componente ideológico de izquierdas, se desvinculó desde un principio de cualquier partido político, pero al mismo tiempo fue un movimiento que siempre utilizó la política como eje central de sus reivindicaciones, a través de asambleas y de tomas de decisiones conjuntas. De hecho, los círculos de Podemos y las candidaturas municipalistas de unidad popular han sabido recoger el testigo de esa manera de hacer política.

Esto es así. Por mucho que les pese a algunos que tratan de desvincular la irrupción de Podemos en el panorama político español con el nacimiento del 15M y quieran subirse, después de cinco años, al carro de las celebraciones y quieran ahora “hacerse dueños” un movimiento del que para nada fueron partícipes.

El ejemplo claro de esta hipocresía política, cargada de tintes electoralistas, han sido las declaraciones del secretario de Organización del PSOE andaluz, Juan Cornejo, número dos de Susana Díaz, que declaraba sin ningún tipo de pudor que “muchos como él participaron en el 15M porque compartían el nudo gordiano de la indignación de las protestas, de las reivindicaciones y de la ilusión por cambiar las cosas” y que Podemos no podía capitalizar la celebración de estas reivindicaciones de la ciudadanía ni apropiarse del peso social que contiene el 15M. Lo dicho, hipocresía política en estado puro.

El señor Cornejo sin ningún tipo de vergüenza contó hace días frente a los periodistas un cuento de hadas que ni él mismo se cree y demostró que por conseguir un voto, o mejor que no se lo lleve Podemos, es capaz de caer en las contradicciones más absolutas. Al parecer, el señor Cornejo, que hace cinco años era senador, se acercó a la Puerta del Sol, en Madrid, y observó el ambiente y le gustó cómo los jóvenes y mayores se organizaban en asambleas sectoriales para compartir sus problemas y “aprendió mucho” y le “gustó lo que vio”.

¿Os imagináis al señor Cornejo acampado en Sol, escuchando atentamente las propuestas de la gente en las asambleas y gritando “PSOE y PP la misma mierda es”? ¿Os imagináis a Susana Díaz acampada en la Plaza del Palillero de Cádiz junto al Kichi y Teresa Rodríguez megáfono en mano gritando aquello de “Que no, que no, que no nos representan”? No sé ustedes, pero permítanme que a mí me cueste mucho trabajo imaginar esa situación. Surrealismo en estado puro.

Y esta situación responde a lo de siempre. A que el PSOE en campaña dice una cosa y cuando gobierna hace otra. Como Pedro Sáchez que ahora nos vuelve con el cuento de derogar la reforma laboral y cuando está en el Congreso se abstiene. Las máscaras hace tiempo que han caído y ya sabemos quién es quién en la política española.

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