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El PSOE andaluz necesita un cambio de liderazgo

Federico Zurita
Federico Zurita
Soy licenciado y doctor en Biología y Profesor Titular de Genética en Universidad de Granada. Cursé también estudios en Ciencias Políticas y Sociología. Actualmente además de la docencia propia del área de Genética (tanto en el Grado en Biología como en el de Ciencias Ambientales y en el Master en Genética y Evolución y en el Master en Biotecnología) imparto docencia en el Master Universitario en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos. Colaboro activamente con el programa Erasmus+ (K107) y sobre la base de este programa he impartido docencia en 14 universidades extranjeras. Soy miembro del Instituto de Biotecnología y miembro del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada.
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análisis

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Susana Díaz Pacheco es actualmente secretaria general del PSOE-A y lo es desde 2013.  Susana Díaz lo ha sido casi todo o todo en la política  andaluza, tanto a nivel orgánico como a nivel institucional.  Conspiración a conspiración, gestora a gestora, con segundas, terceras y hasta cuartas intenciones, sin lealtades, quitando a unos y poniendo a otros para quitarlos también y sustituirlos por otros distintos, Susana Díaz Pacheco consiguió escalar desde la Secretaría de Organización de las Juventudes Socialistas de Andalucía a la Concejalía del Ayuntamiento de Sevilla y a Teniente de Alcalde de Recursos Humanos.  Posteriormente fue diputada por Sevilla en el Congreso de los Diputados. Fue también diputada por Sevilla en el Parlamento de Andalucía y senadora designada por el Parlamento de Andalucía. Fue  Consejera de Presidencia e Igualdad de la Junta de Andalucía y finalmente Presidenta de la Junta de Andalucía. No es poca cosa.

Susana Díaz Pacheco cree que la militancia es menor de edad y tras todo esa estela de cargos tanto orgánicos como institucionales,  agita durante esta campaña de primarias en Andalucia la bandera del feminismo (que ya es difícil saber qué significa a fuerza de tanto  pervertir su uso) y se queja y acusa de que el machismo imperante en el partido la ataca e intenta marginarla por el hecho de ser ella mujer. Es inconcebible, pero es que Susana es así. Todo le parece poco para lo que ella cree merecer. Ella emponzoña el debate acusando de que se privilegia al que parece su más directo rival, el discreto, el educado, el de buenas formas,  Juan Espadas. Susana enfanga el debate sabedora de su mucha experiencia en las guerras que se libran en el barro.

Falló estrepitosamente eso sí, en su tentativa del asalto a la secretaría general del PSOE; Ferraz se le resistió a pesar de contar con el apoyo abierto y explícito de los que fueron ya hace mucho las glorias del partido,  jocosamente llamadas el «Parque Jurásico»  y que tanto apoyo en sus declaraciones les están dando últimamente a la oposición montaraz del PP. 

En una orgía de intrigas, manipulaciones, traiciones, felonías, insultos y algún que otro lloro  Susana consiguió defenestrar a Pedro Sánchez de la secretaría general del Partido en aquel vergonzante y fatídico Comité Federal del 1 de octubre de 2016. Las primarias de junio de 2017 en las que Pedro Sánchez la superó de manera arrolladora,  supusieron un varapalo durísimo e inesperado para Susana. A partir de entonces todo fue distinto. Su arrogancia natural y sus formas autoritarias fueron cediendo el terreno a la contemporización y la genuflexión ante el secretario general. Del «este no sirve pero nos sirve» y «tu problema Pedro, eres tú mismo, cariño» al «Pedro tenía razón y yo estaba equivocada». Dijo esto último en el parlamento andaluz para justificar la deshonrosa abstención que permitió seguir gobernando a un Rajoy ya en seria precariedad por la avalancha de casos de corrupción que incriminaban al PP y que se iban haciendo públicos. Aquella abstención fue un punto de inflexión que la militancia no olvida y Susana y su corte de aconsejadores fueron los artífices. El votante de izquierdas se sintió estafado y eso explica al menos en parte,  que Susana tenga en su currículum la fuga siempre creciente de apoyos en todos y cada uno de los procesos electorales a los que se ha presentado; desde las primarias en el partido frente a Pedro Sánchez hasta las elecciones a la Junta de Andalucía. Susana siempre empeoró el resultado con respecto al proceso anterior. Siempre tuvo menos votos que antes. La solvencia y el peso específico de las siglas «PSOE» en Andalucía, esta vez no consiguieron frenar la caída de votos y por primera vez en 37 años el PSOE perdió el gobierno de la Junta de Andalucía. El desmérito es fundamental y básicamente suyo. Ella era la cabeza de lista y con ella se fracasó. Suena grotesco escucharla decir que su prioridad es Andalucía. Sigue en Andalucía porque no pudo dejarla, porque los militantes no la votaron, porque no se pudo hacer con la secretaría general del partido. Estaba claro que su prioridad y su ambición eran precisamente tener que dejar la política andaluza para irse a Ferraz y en una ensoñación, a la Moncloa.

Populista de puertas hacia fuera y autoritaria de puertas hacia adentro,  Susana Díaz es un «animal político» de libro.  Susana resiste, aguanta, perdura, hay que reconocérselo.   Pero su estrella se apaga. Susana suspende en la valoración que tiene la ciudadanía de ella y en su papel como líder de la oposición,  y no parece tampoco que la mayoría de la militancia socialista le tenga apego.

En mi opinión, el PSOE-A no debe apostar por un valor político ya amortizado y debe apostar por un cambio de liderazgo. Un liderazgo que aúna la renovación con una amplia experiencia de gestión, el liderazgo del alcalde de Sevilla Juan Espadas. Veremos qué decide la militancia.

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2 COMENTARIOS

  1. Pues espero que la militancia se quede en su casa y los mande «ar peo» como se dice en Cádiz, porque si la elección es entre Gusana Díaz y Juanito «Me han puesto Pedro e Iván» Puñales, lo mejor que puede hacer el PSOE de A es disolverse. Han sido 37 años de incompetencia, latrocinio, ineptitud, soberbia, desesperanza, engaños, paro… no merecen perdón ni cuartel, ¡a la calle!

  2. Sería buena cosa que pensaras (aunque parece que no se te da muy bien eso) antes de escribir un vómito como ese. Disminuye tu prestigio.

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