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El príncipe ¿destronado? de Bel Air

Pedro Antonio Curto
Pedro Antonio Curto
Escritor. Colaborador del periódico El Comercio y otros medios digitales. Autor de los libros, la novela El tango de la ciudad herida, el libro de relatos Los viajes de Eros, las novelas Los amantes del hotel Tirana (premio Ciudad Ducal de Loeches) y Decir deseo (premio Incontinentes de novela erótica). Premio Internacional de periodismo Miguel Hernández 2010. Más de una docena de premios y distinciones de relatos. Autor de diversos prólogos-ensayo de autores como Robert Arlt y Jack London, así como partiipante en varias antologías literarias, la última “Rulfo, cien años después”.
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análisis

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 “El glamour no puede existir sin que la envidia social de las personas sea una emoción común y extendida”, dice John Berger. Y el glamour, ese glamour de élite, estaba servido en uno de sus más famosos escenarios: la gala de entrega de los Oscar. Lo podemos definir como uno de los templos de la cultura del imperio. Todo iba según el guión establecido y entonces, sobre ese escenario de la sociedad del espectáculo, un chiste de mal gusto. Todos rieron, incluso el después supuestamente ofendido, no así la ofendida, la mujer calva, que torció el gesto y entonces,  su caballero, en un impulso, salió a escena y abofeteo al ofensor. ¿Se quebró el guión?  ¿Era el guión previsto? Y aunque no lo estuviese, ¿se ha aprovechado? , o al contrario, ¿ha hecho saltar por los aires, aunque sea momentáneamente, uno de los espectáculos de la industria cultural del capitalismo?

  I cant`breath (no puedo respirar), son las últimas palabras que gritó Eric Garner, asfixiado por la bota de su verdugo, se ha convertido en toda una definición simbólica del mundo que respiramos: nos están asfixiando.

 La bofetada de Will Smith estuvo mal dada, que un tipo alto y atlético no pegue con la suficiente fuerza para derribar al agresor o al menos hacerlo tambalear, puede demostrar que solo quería llamar la atención. Creo que lo más importante no fue la bofetada, sino lo que dijo después: “Saca el nombre  de mi mujer de tu puta boca.” Era el tono y estilo de chico de barrio negro y marginal que se contradecía con el smoking que llevaba puesto.

 Will Smith saltó a la fama  en una serie donde interpretaba, con su propio nombre, a un chico de un barrio de Filadelfia al que su madre envía a vivir con su tío, un juez que reside en una zona burguesa llamada Bel Air. Es un joven rebelde al que le gusta el rap y jugar al baloncesto. En una casa tan dominada por el orden que hasta hay mayordomo, Will es un desestabilizador de ese orden, pero su inconformismo es el de un rebelde sin causa, que en muchos casos no va más allá de un cierto gamberrismo. Pero el protagonista termina por estar encantado y sentirse miembro de las élites afroamericanas. Ya lo dijo Franz Fanon: “Hemos visto como el colonizado siempre sueña con instalarse en el lugar del colono.” En la práctica el sentido de esa ficción se hizo realidad con Obama llegando a la Casablanca. Pero la negritud marginada seguía ahí: I cant´breath.

Que significa  la bofetada es algo muy visto, el macho Alfa defendiendo a la hembra de su manada o en su versión romántica, el caballero defendiendo a su dama.  Pero ese escuálido gesto de violencia coloca sobre la mesa varias cuestiones interesantes:

-Que en la gala de los Oscar, el espectáculo es la misma gala, de la sociedad del espectáculo (Guy Debort dixit), que el cine es una escusa y cada vez más.

-Que los invitados a la fiesta, no son la fiesta. Lo supo desde una proletaria casi lumpen llamada Norma Jean, que terminó siendo suicidada como Marilyn Monroe, hasta un saltimbanqui Michael Jakson, ahogado y linchado por sus aficiones peterpanescas. El glamour, igual que eleva a los cielos, desciende a los infiernos y destruye.

-Que una simple bofetada se haya convertido en la centralidad mundial, indica que para ser potencia, uno de los fundamentales elementos es el cultural: Quien domina el relato, controla el mundo.

  Mucho antes que El Príncipe de Bel Air, estuvo Lo que el viento se llevó. Ahí no había burguesía afroamericana, sino esclavos negros mostrados de manera arquetípica y racista. Pero sí hubo un mensaje revolucionario, no el de esos esclavos, sino de la esclavista terrateniente Escarlata O´hara subiéndose a la montaña y haciendo su famosa declaración. Era su particular I´cant breath. Porque las clases dominantes son aquellas que no tienen miedo a la confrontación, a enfrentarse a las normas sociales establecidas, a las leyes, que no tienen miedo a sacudir el territorio, a llevar el conflicto a la violencia, a dar un puñetazo sobre el tablero de la geografía humana… Por eso dominan.  Sobre el suceso se ha hablado hasta la saciedad, especialistas que lo han analizado, centenares de artículos, opinionismo de todo tipo, se le ha denominado como la masculinidad tóxica, el protagonista expulsado de la Academia y convertido en una especie de paria. En la bofetada de Will Smith y su exabrupto posterior hubo dos cosas: Patriarcado y lucha de clases. Como se determinan, eso es lo que ha venido después. Lo que seguirá viniendo: I´cant break.          

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