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El Presidente mintió

Eduardo Rivas
Eduardo Rivas
Licenciado en Ciencia Política
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análisis

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Con su tono paternalista, pero sin descuidar mostrarse como ‘un hombre común que le toca trabajar de presidente’, como si hubiese llegado por un aviso clasificado con el diario bajo el brazo, el Presidente Alberto Fernández le mintió reiteradamente a todos los argentinos.

Mintió con los datos utilizados como comparación con otros países para señalar que la situación argentina era mejor que la de otros lugares del mundo y, fundamentalmente, de las mejores de la región. Lo que provocó reclamos de dichos países y que con el tiempo demostró lo endeble, además de falsos, de los argumentos esgrimidos por Fernández.

Mintió cuando dijo que llegarían vacunas por doquier.

Mintió cuando dijo que todos estaríamos vacunados a esta altura del año.

Mintió cuando dijo que era un caso aislado el vacunatorio VIP montado en el Ministerio de Salud de la Nación. Y en ocasión de este tema elaboró un concepto de dudosa legitimidad y de nula honestidad al afirmar que no hay ningún delito tipificado que sancione el adelantarse en la fila. Lo que el Presidente omitió decir era que los vacunados no estaban en ninguna fila, solo aparecían en listados que los poderosos de turno utilizaron vaya uno a saber con qué objetivo.

Mintió cuando habló de las negociaciones llevadas adelante con Pfizer.

Mintió cuando habló de los acuerdo alcanzados con Rusia.

Mintió respecto al festejo de cumpleaños de su mujer en la Quinta de Olivos.

Porque dijo que en cuanto se supo lo reconoció, aunque haya ocurrido en Julio de 2020 y más de un año después negara inicialmente tal festejo, después responsabilizara a su mujer y finalmente minimizara el delito cometido al conocerse las imágenes del ágape.

Pero no quedó allí la cuestión, porque lo más interesante estaba por llegar.

Ante las previsibles denuncias en su contra por haber violado la norma que él mismo había dictado y tras la imputación realizada por el Fiscal interviniente el presidente se presentó ante la Justicia y lo hizo a través de un escrito.

Entre otras cosas el Presidente Fernández afirmó que ‘la conducta enrostrada no encuadra en una figura jurídico penal sustantiva alguna’. Otra vez el argumento de ‘no hay delito en el accionar’ porque no hay tipificación alguna que lo especifique. Afirma el presidente que ‘Fue un encuentro que jamás debió haber ocurrido, producto de la imprudencia, pero que en modo alguno puede constituir un delito’, pese a que por entonces regía el Decreto 297/2020 que prohibía los encuentros. Y si bien reconoce que fue una reunión particular, argumenta que ‘La reunión ocurrida oportunamente, si bien revistió carácter privado, fue realizada en la Quinta de Olivos que es la residencia obligatoria del Presidente de la Nación y su familia. El lugar tiene por objeto atender desde el comienzo y hasta el final de las actividades propias del cargo en forma continua los asuntos familiares y de gestión, en el mismo ámbito, máxime en el tiempo de pandemia donde la acción de gobierno se trasladó íntegramente al predio y mi trabajo no tuvo días ni horarios determinados’, o lo que es lo mismo, lo toma como parte de su trabajo.

Pero por si fuera poco agregó que ‘se debe resaltar que la normativa vigente al momento de los hechos establecía que “…las actividades, servicios y situaciones que se enuncian en este artículo se declaran esenciales y las personas afectadas a ellos son las que, durante el plazo previsto en el artículo 9°, quedan exceptuadas de cumplir el aislamiento social, preventivo y obligatorio y de la prohibición de circular…” […] “…Autoridades superiores de los Gobiernos Nacional,”. [Artículo 6 del DNU 297/2020, ss y cc. entre otros]’.

Yo también estaba considerado un trabajador esencial, ¿Podría haber hecho lo mismo?

Para el presidente ‘nunca fue motivo del encuentro propagar de ningún modo la pandemia que nos acosa, y mucho menos poner en peligro la salud pública, en general, ni poner en peligro el estado de bienestar de ninguno de los presentes’ puesto que ‘de ninguna manera se relajaron, evitaron u omitieron las medidas de cuidado de rigor. Y que en ningún caso se concretó el contagio propio, de los presentes, o de terceros’.

Hubiera avisado y jugábamos todos a la ruleta rusa, y en lugar de aislarnos y no poder compartir cumpleaños, despedidas, acompañar a familiares y amigos, hacíamos lo que queríamos sin ‘propagar de ningún modo la pandemia que nos acosa, y mucho menos poner en peligro la salud pública’ y si fallábamos en el propósito buscábamos un resarcimiento económico para lavar nuestras culpas.

Pero Fernández sabe que tergiversa a sabiendas las normas del Derecho Argentino y que no hizo las cosas bien y entonces sostiene que ‘puede haber una conducta reprochable’, o sea que plantea que puede no haberla, sumamente cínico de su parte puesto que queda claro que incumplió la norma que él mismo estableció. Y llamativamente, pese a que él insiste en que no cometió delito alguno propone una donación de dinero de su sueldo para compensar un supuesto posible daño, argumento muy rebuscado por cierto, y subraya que ‘la reparación que se ofrece al Instituto Malbrán no significa la admisión de culpas’.

Triste argumento, además de instalar oficialmente que quien tiene dinero para poder ‘pagar’ sus malas acciones tiene permiso para contravenir las normas ¿Todo se compra? ¿Todo se vende?

El accionar de Fernández es reprochable, aunque lamentablemente no es inesperado. Es la profecía autocumplida. Quien mal anda, mal acaba.

¿Qué más habrá ocurrido que no sabemos que ocurrió? ¿Qué otra ‘sorpresa’ nos vamos a encontrar?

Lo de Fernández es grave porque nos mintió en la cara a todos los argentinos. Pero más grave es que como sociedad aceptemos que nos mientan descaradamente.

Hay quienes justifican al Presidente en el accionar del Presidente Macri. Es un argumento fútil. Si Macri cometió un delito se denuncia, no habilita a que todos cometamos delitos.

Hay quienes lo justifican afirmando que todos incumplimos la norma en algún punto. No, no todos somos delincuentes. En una República que se precie como tal, el Presidente es el ejemplo para la sociedad que gobierna.

Hay quienes lo justifican porque es Alberto Fernández, cuando el problema central es que sea Alberto Fernández, puesto que no es solo ‘un hombre común que le toca trabajar de presidente’, y nunca debe olvidar que lo es, pese a que él mismo diga que a veces se le olvida.

Mucho sufrió la Argentina y los argentinos durante este tiempo para que este tipo de acciones se tomen a la ligera.

¿Hasta cuándo vamos a aceptar la mentira como patrón de conducta?

El Presidente mintió ¿En qué más mintió? ¿Hasta cuándo va a seguir mintiendo?

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1 COMENTARIO

  1. Este no es el pais peor tratado en la historia, pero en cuanto a la inteligencia emocional e intelectual de sus ciudadanos sí lo es.
    Soy gallego, cosa que no es muy popular allá, pero yo sí los quiero. Gracias por todo lo que hicisteis por nosotros, y que sepais que aquí sois siempre bienvenidos, informaos.

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