El bloque de los partidos de la Transición (PP, PSOE y Vox) están de acuerdo en una cosa: hay que salvar a la Monarquía, a la institución heredera del franquismo, cueste lo que cueste. Los escándalos protagonizados por el rey emérito, ni las cuentas en Suiza, ni la presunta evasión fiscal, ni la recepción de donaciones que enmascaraban supuestas comisiones no son suficientes argumentos, al parecer, para que estas formaciones políticas cuestionen la legitimidad democrática de la Monarquía, a pesar de que la institución carece totalmente de ella.

La incomprensible e incoherente postura del Partido Socialista de defensa del sistema monárquico se ve respaldada totalmente por el PP y por los ultras de Vox, y, en los últimos días, con las informaciones que están saliendo publicadas respecto a los tejemanejes de Juan Carlos I, se ha acentuado la campaña de defensa a ultranza de la Monarquía por parte de esos partidos y de los medios de comunicación que, como ellos, se hicieron importantes en la Transición.

El portavoz en el Senado del PP, Javier Maroto, uno de los políticos españoles que mejor representa la incoherencia, ha afirmado que, en primer lugar, que la ciudadanía española debería estar muy agradecida a la Monarquía porque ha sido una herramienta fundamental en la Transición. El tiempo verbal es lo que le falla a Maroto en esa frase, puesto que el correcto, según los manuales de gramática, sería el pretérito perfecto simple, «fue», no el compuesto que da una idea de continuidad.

Por otro lado, Javier Maroto utiliza a la Monarquía para atacar a Unidas Podemos, afirmando que lo que se pretende al cuestionar a la Corona es un cambio de régimen. Esta afirmación no es más que otro ejemplo de inconcreción para cargar sobre una parte del Gobierno el crecimiento de la insatisfacción hacia la institución que heredó la Jefatura del Estado del dictador y que no ha sido ratificada ni refrendada por la ciudadanía española, por más que los partidos del bloque de la Transición pretendan hacerlo ver de un modo que no hace otra cosa que reescribir la historia. Los millones de españoles y españolas que están reclamando con más fuerza un referéndum sobre el modelo de Jefatura del Estado no lo hacen porque quieran un cambio de régimen, dado que la democracia está más que afianzada (a pesar de las fallas que aún soporta), sino que reclaman legitimar a la más alta representación del Estado, algo que, desde el año 1931, no han podido hacer.

Además, el portavoz del PP en el Senado, irremplazable a la Monarquía puesto que, para él, un presidente de la República no podría satisfacer las necesidades de la ciudadanía «de una forma moderna, europea, inteligente y estable como está haciendo Felipe VI en España». Estas palabras demuestran que el PP no ha entendido nada. No se trata de que un presidente de la República o el rey lo hagan mejor o peor. La cuestión es que Felipe VI no dispone de la legitimidad democrática que da el hecho de haber sido elegido por el pueblo a través del sufragio universal, algo que, un presidente de la República sí que tendría. Otro debate es qué tipo de república debería instaurarse.

La única manera de acabar con las dudas es que dar la voz al pueblo y, como dijo Adolfo Suárez, que sean los millones de españoles y españolas los que gobiernen el país y decidan democráticamente si quieren seguir con la Monarquía o cambiar de modelo de Jefatura de Estado, que no de régimen.

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