Descubrí los cuadros de Carlos Madrigal Neira, recientemente premiado en la XI Bienal de artes plásticas ciudad de Albacete, cuando aún vivía en Nueva York, hace más de cinco lustros. Me encantaron. Desde aquel entonces he seguido tan bien como he sido capaz su trayectoria casi secreta; su última exposición fue hace ya diez años en la recordada galería Alfama que dirigía Mario Antolín.

Por lo dicho más arriba es fácil comprender que fuese un regalo, un momento especial para mí, poder acercarme hasta el ESPACIO CLUB567 de la calle Jorge Juan, 15, en Madrid, y poder contemplar el enorme y espléndido trabajo realizado durante un tan largo periodo de tiempo.

Esta exposición está formada por Obra centrada sobre todo en la figura humana. Hay autorretratos de gran creatividad, retratos íntimos de la propia familia y retratos de bomberos realizados en el parque de Vallecas donde trabajan todos ellos, y que fueron comenzados a pintar tras los atentados de 2004.

Hay también algunos cuadros de flores y me gusta esa contraposición entre los retratos pintados  deprisa y, según me comenta el pintor, aprovechando las salidas de emergencia en el trabajo del parque, y la quietud de las flores, iluminadas con una luz artificial única; las flores son de plástico por lo que se puede decir que son realmente objetos muertos.

La muestra reúne más de 60 obras y algunos cuadros oníricos me dan la clave de las intenciones del artista. Lo que nos muestra Madrigal en su actual exposición es en mi opinión, ante todo una reflexión sobre el tiempo.

El tiempo, que a él le ha hecho crecer como artista de modo tan conmovedor como inteligente.

En suma, una exposición señera que no debería perderse ningún amante de la pintura. Un creador al que se debe buscar y seguir.

La exposición ha sido prolongada en el CLUB567 hasta finales del mes de abril.

 

(Artículo dictado por Javier Puebla, y mecanografiado por el escritor Ángel Arteaga Balaguer).

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