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El perdón

Antonio Fernández-Fígares Morales
Antonio Fernández-Fígares Morales
Presidente de la ONG Paz en Acción, director de Radionuevaera.es, Coproductor del programa Tiempo de Cambio, colaborador de la revista Ser Consciente, coach, empresario, escritor y conferenciante. Tiene un profundo interés por todos los conocimientos humanísticos, dedicándose al estudio de la Psicología, especialmente el análisis de C.G.Jung, mediante una introspección de más de dos años. Su interés por comprender al ser humano y su destino le lleva a estudiar también Filosofía durante ocho años. Se forma en técnicas bioenergéticas durante un año y medio, y meditación, tres años. Es colaborador en periódicos, televisiones y especialmente en numerosas radios. Desarrolla varios productos que comercializa a nivel nacional como: -CURSOS DE AUTOAYUDA (12 TÍTULOS) -REVISTA: EL MUNDO DE LO INCREIBLE –PROGRAMAS: ELIMINE SU ESTRÉS Y VALORES PARA UNA CULTURA DE PAZ -LIBROS: RELACIONES HUMANAS, TECNICAS ÉTICAS DE VENTA y ESTRELLAS DE ESPERANZA. Imparte el taller: SER CONSCIENTE EN EL AHORA.
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análisis

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Necesitamos pedir perdón a los que hemos hecho un daño de cualquier tipo, y también perdonar a los que nos lo han hecho, para que en nuestro interior no aniden alimañas como el rencor, el resentimiento, el victimismo y el desdén.

Realmente nos tomamos la vida de una manera excesivamente personal, y todo pasa por esperar que nosotros seamos perfectos en nuestros actos y palabras, y los demás también, pero no es así, somos humanos, y nuestras reacciones por múltiples motivos, por muy educados y correctos que queramos ser, serán a veces hirientes para otros, por lo que para que las relaciones recuperen un clima cálido y de confianza, después de haberse enfriado por el agravio, es necesario y conveniente, expresar arrepentimiento y pedir disculpas, que no empequeñece sino que engrandece.

De igual manera, es bueno perdonar al que nos lo solicita y al que no, independiente de si sabían o no lo que hacían, ya que esto es un bien para uno mismo, que recuperara la paz, y puede estar basado en la comprensión, o simplemente en darse cuenta de que en nuestra naturaleza está la agresión, ya sea por pensamiento, palabra, obra u omisión, nacida del deseo, del temor, del sentimiento de que se ha cometido una injusticia, o simplemente porque la otra persona ha tenido un día malo.

Las personas muy sensibles, obviamente, experimentan una sensación más viva que las que son más frías, o que están más templadas, y esto lleva a veces a todo tipo de reacciones exageradas entre las que se incluyen los deseos de venganza, que tanto propicia la industria cinematográfica estadounidense, ese país sin nombre, y que tan perniciosa es.

Como dice el gran guru Sri Nisargadatta: las causas de los sucesos son universales, no particulares, y desde la sociedad, pasando por el clima, y últimamente todo lo existente es autor de lo que ocurre, ya que: ¿podré perdonar a mi enemigo si no amanece?.

Llamémosle Karma o destino, la vida transcurre en un fluido de causas y efectos, en la que lo accidental es un factor muy importante. Las vidas cambian por esto. De pronto una enfermedad, o suerte en los negocios, la muerte de alguien cercano, etc, estamos navegando por un rio como peces que buscan el placer y huyen del dolor, pero en numerosas ocasiones nos ocurre algo no planificado, y hay que dar respuesta a eso, incluso la aparente no respuesta es una manera de reaccionar.

Dentro del perdón también está la opción de permanecer neutral. Ha ocurrido algo que nos ha afectado mucho, y nos ha hecho ver que no es posible la relación como la habíamos querido, y en ese caso no es necesario que abracemos al otro y sigamos adelante, podemos alejarnos y permanecer neutros, mirando como a los desconocidos que vemos por la calle, no los amamos (porque no los conocemos, aunque tengamos solidaridad humana si ocurre algo) pero tampoco sentimos aversión. Esto es útil en los casos especialmente graves, en los que la herida es muy profunda y se necesita tiempo para sanarla y poder ver a la otra persona como a alguien que por sus actos, y sin proponérselo, nos ha ayudado finalmente a mejorar.

Si somos nosotros los que hemos herido, también tenemos que aceptar, que aunque pidamos perdón, y expresemos que sentimos la molestia que hemos causado, la otra u otras personas se alejen de nosotros, y no se recomponga la relación. Es duro a veces, pero hay que comprenderlo.

El dialogo, como siempre se ha dicho, es el gran disolvente de los desencuentros, el limpiador de las malas emociones (siempre que se haga bien, con respeto e intención de encontrar un acuerdo justo) y el que puede arreglar una relación. Con él entendemos y somos entendidos, y hay que abrir esa puerta cuantas veces sea necesaria para tender puentes en los que se crucen abismos de falta de aceptación e incomprensión.

Pero el primer perdón que debe dar una persona es a sí mismo. En una sociedad en que se ha estimulado la culpa, el deseo y el miedo como unos elementos de control. Es bueno abrazarse y entender que sin errores no hay aprendizaje, que la vida es compleja y también nosotros mismos y es fácil equivocarse. El sentido de responsabilidad consiste en coser el descosido.

Prometerse a uno mismo que la siguiente vez lo intentará hacer mejor, es un factor de evolución. También es bueno, cuando se trata de conceder perdón, el hacer ver a la otra persona, las cosas que no gustan, sin incriminar, asertivamente, a título informativo, y también como advertencia pero sin amenaza.

El perdón es un don, es la manera de dejar que la vida y uno con ella, siga su curso de manera más amable, tanto si es otorgado como si se pide, muestra un corazón humilde, y la humildad es la cualidad de los verdaderamente grandes.

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