A poco que Podemos e Izquierda Unida han firmado la esperada coalición, la derecha se ha echado a temblar y ya hablan de frentepopulismo, de vuelta al 36 y de la llegada del coco comunista rojo y masón. Solo les ha faltado cursar la orden pertinente a los afrikáners franquistas para que salten el Estrecho y entren triunfantes en la Península.

La imagen de Pablo Iglesias y Alberto Garzón abrazándose fraternalmente y firmando el ‘pacto de la birra’ (se tomaron unas cañas vallecanas nada más salir del histórico acuerdo) ha puesto muy nerviosos a populares y socialistas. Rajoy avisa de que España no está para novatos, sino para equipos curtidos en la gobernanza, políticos veteranos, lobos de mar experimentados como él. Suponemos que el presidente se refiere a los Bárcenas, Granados, Rodrigo Rato, Gerardo Camps (que se ha comido medio millón de euros en restaurantes) y un largo etcétera, todos ellos avezados profesionales en el arte del birle y el afane.

¡que vienen los comunistas!

A Rivera tampoco le ha gustado demasiado el ‘pacto de la birra’ y ya se ha apresurado a gritar aquello tan atávico y español de «¡que vienen los comunistas!». Solo que afortunadamente España ya no está en el 36, por mucho que un juez saque del foso a un puñado de fantasmas republicanos enterrados en el Valle de los Caídos, y aquí el gentío pasa mucho de quemar iglesias y conventos, del himno de Riego y de las barricadas en el Alcázar.

Los ocho millones de parias de la famélica legión que viven del negocio del hambre y la misera solo piensan en llegar vivos a final de mes y en que les den un minijob de mierda, aunque sea por media hora de salario, que es la última moda minimalista impuesta por la santa patronal. Iglesias está jugando sus cartas con gran inteligencia y talento político (más algo de oportunismo, no hay que negarlo) y nada más firmar con Garzón le ha lanzado un órdago a Pedro Sánchez para que se sume al acuerdo.

con El Coletas ni a la esquina

Un regalo envenenado, sin duda, ya que si Sánchez firma quedará como perdedor que implora una limosna y si lo rechaza solo le quedará el sulfúrico Albert Rivera (que es flor de un día, como Rosa Díez) y la solitaria travesía en el desierto de la campaña. Por si fuera poco, los viejos barones sociatas, siempre tan arrogantes y estupendos, le advierten de que con El Coletas ni a la esquina, un nuevo error de la curia de Ferraz, ya que más temprano que tarde el PSOE se tendrá que sentar a negociar con Podemos/IU por propia supervivencia. Negociar o morir, ésa es la idea. No se puede ir contra el signo de los tiempos.

De modo que el pacto Iglesias/Garzón no es la revolución de clase siempre prometida y nunca alcanzada, ni una vuelta al guerracivilismo rampante de siempre, sino una estrategia de mercadotecnia muy bien pergeñada y diseñada por ambos jóvenes líderes de la nueva izquierda española, que no estarán curtidos en la guerrillera clandestinidad de antaño pero se saben al dedillo los manuales escolásticos y aritméticos de la Complutense para llegar al poder.

Aquí no se trata de resucitar al abuelo Marx, sino que a los dos les interesa el plan, por pragmatismo, por necesidad: a Podemos porque no está para perder un solo escaño, y a Izquierda Unida porque ya va siendo hora de que su millón de votantes tenga voz y voto en el Congreso. «Me encanta que los planes salgan bien», ha sentenciado Iglesias con la Mahou en la mano, parafraseando a un personaje de la serie ‘El Equipo A’. Iglesias siempre tan intelectual.

El ansiado sorpasso queda más cerca. Todos en la izquierda están muy contentos con el ‘pacto de la birra’, mientras la derechona invoca el contubernio imaginario y judeomasónico contra Dios y contra España que no le servirá de mucho porque nadie se cree ya lo del cuento del demonio rojo. Todos se abrazan en las casas humildes de Lavapiés. Todos menos Llamazares, ese pitufo gruñón.

 

Viñeta: Pedro El Koko Parrilla

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre