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El odio se ha instalado

“Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos.” François de La Rochefoucauld

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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El espectáculo observado en el parlamento de Ceuta atestigua ejemplarmente que el odio y la violencia han regresado desde las oscuras catacumbas de la Historia. Ese odio es respaldado por los grupos que no quieren perder los privilegios inaceptables en democracia. Quieren el poder con modos anticonstitucionales. El odio lo es porque en una sociedad democrática no procura el perfeccionamiento del individuo. Sólo consigue su degradación.

La historia de España es violenta. Sus devenires y sus consecuencias lo han sido instrumentados, en buena medida por los condicionantes religiosos. En otra por los motivos económicos, básicamente promovidos por la avaricia especuladora de los grupos en el poder. De esas fuentes las culpas manipuladoras de las que provienen gran parte de nuestros males. 

Buena parte de las víctimas que sigue cobrándose ese origen perverso que castra libertades, tanto personales como sociales, se pone de manifiesto en las sesiones del Congreso. De allí se alimentan de razones los violentos. Que no son los únicos. Los ancianos que mueren en soledad o los pacientes desatendidos no forman parte de sus preocupaciones.

Por eso no hay política pública que sea efectiva mientras no se proceda a la adecuada instrucción en los orígenes formativos y en los valores que se guarecen en el seno de las familias acorraladas por la pobreza y el terror. Si se entrega la educación a las camarillas fundamentalistas, los resultados permanecerán intactos. Esas camarillas ven con buenos ojos la propagación del odio. Todo cuenta. Hasta el ocultar la barbarie genocida del franquismo de la postguerra.

Como la violencia no lo es si no tiene víctimas vulnerables sobre quienes ejercerse, se ceba en los más débiles. Los españoles venimos sufriendo violencia de manera alternativa y con diferentes modalidades desde que salimos de la denominada Transición. A partir de entonces, como si de un sacrificio ritual se tratase, los diferentes gobiernos han ido sustituyendo las víctimas de un colectivo a otro. Desde el 11M, hasta que nos llegó la pandemia, en donde la violencia neoliberal nos devolvió a la realidad, los españoles pensábamos que esas consecuencias no nos alcanzaban. Con esas víctimas aún ignoradas por una justicia cuestionable, la sociedad toda fue atravesada por el soplo del odio.

Sentimiento este del odio es aquella sensación de aversión, de rechazo muy intenso, que una persona siente hacia otra o hacia algo. El odio es el sentimiento más negativo que un ser humano pueda experimentar en su vida, porque con él le desea el mayor mal posible, ya sea al grupo, sujeto u objeto odiados. Ese odio ha entrado en el Parlamento e intenta que hacerse dueño de las calles. Habrá que enfrentarlo con la ley en la mano. Aunque esta justicia no esté a la altura. Desde ese odio nos amenazan con fusilar a 26 millones. Y no ocurre nada. Tenlo en cuenta. Ya no estás a salvo.

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1 COMENTARIO

  1. Lo que sucede en España es bastante curioso. Los que no odian, los que predican la concordia, los buenos, los «progresistas» apedrean a los que fomentan el odio.

    Eso si los apedrean sin odio ni rencor ninguno.

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