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El nudo gordiano de la inflación

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análisis

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Todos estamos asistiendo con cierto estupor al alza del precio de los bienes y servicios que necesitamos adquirir en nuestro día a día, este encarecimiento progresivo no siempre se compensa con alzas o actualizaciones salariales acordes con esta subida, por lo que mucha gente vamos viendo como, poco a poco, nuestro poder adquisitivo de va reduciendo por causa de este fenómeno. Una inflación baja puede ser un aliciente para cualquier economía, ya que estimula el crecimiento económico, pero no lo es, sino todo lo contrario, cuando la misma supera un cierto límite aceptable.

A la inflación se la conoce coloquialmente como «el impuesto de los pobres» ya que, al igual que los impuestos hacen obligando a abonar unas cantidades al Estado sin contraprestación directa, la inflación disminuye la renta disponible de las personas al provocar un aumento general y progresivo de los precios, cosa que hace que cualquiera deba aplicar cada vez más recursos para adquirir los bienes y servicios que antes podía adquirir con un esfuerzo menor. Por lo tanto, y ya que una inflación desbocada o galopante es destructiva para cualquiera, intentar corregirla se convierte en algo primordial siempre que su efecto sea superior al que se considere razonable para estimular el crecimiento económico; el problema surge cuando debajo del fenómeno de la inflación que se quiere corregir subyacen problemas diversos que se entrelazan entre ellos de manera íntima y compleja, de manera similar al del “Nudo Gordiano» de la conocida leyenda.

Cuenta la leyenda que, en el siglo IV antes de Cristo, cuando el rey de macedonia Alejandro el Grande (más conocido como Alejandro Magno) se dirigía con sus tropas a ocupar la región de Frigia, en Asia Menor, y habiendo ya derrotado al Imperio Persa, entró en una ciudad en la que se le presentó un problema aparentemente imposible de resolver cuya resolución conllevaba el favor de los dioses y su entronación como rey de la región. El problema de marras consistía en una lanza y una flechas atadas a un carro con un nudo tan complicado que aparentemente no era posible de deshacer, el Nudo Gordiano. Las autoridades locales presentaron a Alejandro el artefacto en cuestión y le retaron a resolverlo; Alejandro, que no era hombre de perder el tiempo en nimieces, desenfundó su espada y cortó la cuerda del nudo de un tajo, liberando la lanza y flechas del carro y proclamándose automáticamente soberano. Volviendo al tema anterior, el problema de la inflación actual es como un Nudo Gordiano, un embrollo de diversas causas concatenadas y de difícil solución cuyo efecto global se traduce en las alzas de precios que experimentamos actualmente. 

En primer lugar está el efecto monetario, hasta hace falta existían las llamadas «facilidades» del Banco central Europeo que básicamente consistían en comprar deuda de los estados a mansalva, insuflando dinero a espuertas en las economías europeas con el ánimo de mantener bajos los tipos de interés y fomentando el crecimiento en un entorno pandémico. Todo ello sólo de por sí ya sería inflacionario, porque el dinero no deja de ser un bien como los demás y cuando un bien es abundante ya sabemos que baja de valor, pero este efecto sobre la inflación todavía no se había notado demasiado por la situación que se vivía en las últimos años, la pandemia de la Covid y sus efectos contractivos para la Economía de casi todo el Mundo. Quizá este efecto inflacionario por causas monetarias sea el más fácil de atajar «a la de Alejandro«, es decir, con un movimiento rápido y eficaz, y así se está intentando hacer últimamente; por un lado, se están abandonando las políticas de compra de deuda a mansalva, por otro lado, se han subido los tipos de interés para encarecer el dinero y que el mismo circule más lentamente, moderando su pérdida de valor y, por lo tanto, conteniendo los precios. Estas medidas serían efectivas por sí solas si el problema fuera sólo coyuntural pero lo cierto es que este «nudo gordiano» de la inflación tiene también varios componentes estructurales, y estos componentes no son tan fáciles de solucionar a corto plazo con políticas contundentes, sino que requieren mucho más que eso.

Los componentes estructurales son dos; por un lado, el modelo energético europeo y, por el otro, la dependencia energética derivada de la falta de recursos del continente en lo referido a los combustibles fósiles. Debido a la actual situación de crisis política debido a la Guerra de Ucrania y a una aparente vuelta a la Política de Bloques, Europa se encuentra en la tesitura de tener que cambiar su modelo energético actual, demasiado dependiente de las importaciones que hasta ahora venían desde Rusia, de intentar reducir el talón de Aquiles de la dependencia externa, de buscar desarrollar nuevos modelos energéticos y de buscar nuevos proveedores. El problema es que la energía que venía de Rusia era barata y abundante y que el modelo energético estaba orientado hacia este proveedor, sobre todo en el caso de Alemania, y ahora habrá que ir a buscar nuevas vías de proveimiento energético, nuevas maneras de producir e importar energía y también construir infinitud de nuevas infraestructuras, cosa que evidentemente no se hace un un día ni en un año. Mientras ello no se produzca, la energía es posible que continúe siendo escasa y que se continúe encareciendo todo ya que, como es bien sabido, si el transporte es más caro el producto que llega a la tienda también se encarece y si la factura de la luz de la fábrica que fabrica el producto es más cara el coste de producción del mismo también lo será y también llegará más caro a la tienda. Por lo tanto un círculo vicioso difícil de atajar a corto plazo, ya que es estructural.

Por lo tanto, bien por las medidas que se estén empezando a aplicar pero teniendo en cuenta que las mismas sólo tendrán efecto en lo que se refiere al componente monetario de la inflación pero que no atajarán el problema estructural de fondo, el de la carestía de energía. A veces hay que ser un poco como Alejandro Magno y ser resolutivos pero para el caso que nos ocupa hará falta del mejor equipo de estrategas que se pueda tener y de invertir bien los recursos para remodelar el mapa energético europeo lo antes posible, una labor ardua pero que también encierra muchas oportunidades; quien sabe si al final de todo esto no surgirá una Europa más unida y eficiente.

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1 COMENTARIO

  1. La cosa ronda por ahí. Los inversores ya tienen un negocio rentable en la energía, con implantación real y beneficios inmensos –incluso en un marco en el que pueden limitar la producción y controlar los precios aceptablemente sin necesidad de competir entre ellos (todo lo que sacan es puro beneficio en la mayoría de los productores)- aunque contaminen, como para prestar atención e invertir de verdad; que no es lo suyo, sino expoliar allí donde se presentan; en energías nuevas y renovables, que les reducen el negocio y les limitan los benéficos. Así que como los estados, arrodillados a la hegemonía dominante, no tienen otra ocurrencia que regalarles el valor de lo barato que nos corresponde a todos, poniéndolo caro, expropiando renta; como la energía eléctrica renovable, al precio de la más cara, para que ellos inviertan en estas nuevas fuentes y obtengan de un costo prácticamente 0, enormes beneficios que es, parece ser, la única manera de llamar la atención de “emprendiminto” natural de la “especie”. Es lo que explica la motivación social profunda que los inversores tienen por el trabajo y la riqueza, en lugar de los beneficios y el capital, como nos explica la carcunda mediática, todos los días, con ese profundo análisis teórico de consistente dialéctica hegeliana, en la que deducen como el egoísmo individualista es el mejor armazón de una sociedad solidaria. Ellos como creadores del trabajo y del bien.
    La realidad del mercado es esta, el que puede se impone, y en él, la única ley es la del más fuerte. Por eso asumen desde principio, los más débiles, la servidumbre del esclavo frente al amo, no solo entregándose en sumisión, sino admirando y reconociendo su magnificencia. Por eso, la inflación no tiene que recortarse de los márgenes enormes y los beneficios inmenso que insuflan crecimiento a IPC, sino de los impuestos y los salarios que repercuten en segunda ronda sobre el mismo como rebote.

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