Abadejo

El chunda chunda fluye por los bafles del coche. Arremolinado junto a otros, con las puertas abiertas de par en par, la estrambótica melodía, es el celofán que envuelve a una pandilla de chavales que trasiegan cubalibres mientras se mueven como zombis artríticos al son del estruendo con dos compases.

Llevan así desde las cuatro de la mañana que cerraron la discoteca. Son cerca de las nueve y continúan en el aparcamiento. Muchos de ellos vencidos ya por el cansancio y el sueño, aguantan estoicamente. Otros, han tomado suficiente coca y psicofármacos como para mantenerse despiertos hasta el lunes a mediodía. No hay plan preestablecido, sólo el objetivo de estar de fiesta el máximo tiempo posible y consumir el fin de semana como el adicto al tabaco que enciende un cigarro tras otro, sin gusto ni pasión, sólo por la sensación de no estar perdiendo el tiempo, porque durmiendo, se escapa la vida y la juventud.

Muchos de los que se mecen, con el vaso en la mano, al son de la estridencia del coche, son jóvenes parados, sin oficio, ni pasión por encontrarlo. Otros, los menos, tienen trabajos no especializados, de esos en los que consigues seiscientos euros al mes por jornadas laborales de diez horas haciendo canalones, pintando paredes, cambiando aceites a los coches o manejando un toro en una empresa de servicios. Viven en casa de sus padres como el que vive en un hotel en unas eternas vacaciones. Sin obligaciones ni compromisos, con la libertad de entrar y salir sin tener que dar explicaciones y sabiendo que su cama, siempre estará allí para acoger sus cuerpos abatidos y que en la nevera, siempre habrá un plato de macarrones, listos para calentar, porque cuando llegan, el hambre les azuza. El sueldo les da para la letra del coche y los vicios. No piden más.

Su vida es pasar de puntillas los días entre el lunes y el jueves, esperando ese fin de semana en el que lo dan todo, en el que dormir es una palabra que no existe y cuyo único plan es escanciar cola y ron en unos vasos de plástico y si se tercia y se da bien, echar un polvete en el coche, en el suelo del descampado dónde el chunda, chunda arrecia, o en el reservado de la discoteca.

Jonathan, conduce velozmente su Seat León rojo por las calles del polígono. Intenta no salir a la carretera. Sólo le quedan tres puntos del carnet y sabe que si le pillan en un control, volverá a dar positivo en drogas y alcohol y acabará sin permiso de conducir, lo que es una gran putada porque si le pillaran nuevamente habiéndole retirado el carnet y con exceso de alcohol y coca, probablemente acabaría en el talego. Son las seis de la tarde del domingo. Lleva desde el viernes tarde sin aparecer por casa, algo que sus padres ya tienen asumido. Desea llegar cuanto antes, meterse los macarrones rápidamente en el estómago y acostarse que mañana lunes hay que ir al taller a seguir cambiando aceites y valvulinas.

Jonathan, trabaja con su padre, el Licar (de Policarpo) que es mecánico y jardinero. Al taller entran a las siete de la mañana hasta la una y vuelven a las tres, hasta las cinco y media o seis. Cuando salen, tienen que segar la hierba, recogerla y adecentar los setos de varias urbanizaciones. Y sacar la basura que los vecinos dejan en las puertas, meterla en el contenedor y dejar los cubos dispuestos para cuando llegue el camión. Ninguno de los dos llega a los doce mil euros con los que la declaración de la renta sería obligatoria. Aun así, todos los años tienen que hacerla porque tienen dos pagadores. Y todos los años les da positiva. Todos los años tienen que pagar. El Licar unos doscientos euros. Jonathan casi seiscientos.

Es jueves tarde. Jonathan y su padre, descansan en el sofá mientras Cristal, la madre, fríe unos boquerones en la cocina. En la tele, Vicente Vallés adorna con florituras el nuevo acuerdo entre Ciudadanos y el Partido Popular para elevar el mínimo exento de la renta hasta los catorce mil euros. El Licar comenta recolocando su culo en el sofá: “ya era hora de que se preocuparan de nosotros, los que somos pobres”. Jonathan ni siquiera sabe de lo que está hablando.

 

 


El Naufragio de la UE

 

Hace unos cuantos días, nos enterábamos de que el premio Princesa de Asturias de la Concordia se lo habían regalado a la UE “por haber contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia y a la defensa de la libertad y la SOLIDARIDAD”. Apenas quince días más tarde, el Ministro de Interior español, haciendo gala de su “solidaridad, justicia social y defensa de la libertad”, se sube al tren del melón que abrió Italia acusando a las ONGs que ayudan a los emigrantes en el Mediterráneo, de causar un “efecto llamada” que hace de la inmigración un torrente sin fin.

Se calcula que más de 2.200 inmigrantes han perdido la vida en el Mare Nostrum de los romanos en este 2017. Eso, a pesar de la inestimable ayuda de, quiénes desinteresadamente, dedican sus vacaciones, tiempo libre y su vida, a intentar salvar a esos seres que lo único que tienen es ganas de dejar atrás la muerte. ¿Cuántos ahogados más habría que contabilizar sin su ayuda?

El cafre cofrade Zoilo y la premiada UE , ese establishment paradigma del nuevo fascismo en el que sobrevivimos, deberían saber que el único efecto llamada que hay en el mal llamado tercer mundo, es el expolio continuo de sus recursos, como el petróleo, el coltán, los diamantes o los fosfatos de los que la UE, entre otros, es responsable directo. El efecto llamada es la hambruna en Somalia que ha dejado sin vida a miles de personas y que amenaza con dejar morir a otros tres millones más sin que hayamos movido ni un solo dedo para intentar solucionarlo. El efecto llamada son las injerencias en Libia, Siria y otros países para beneficio de unos pocos, que ha causado guerras, sufrimiento y muerte de la que las personas huyen despavoridos. El efecto llamada son las condiciones laborales inhumanas y los salarios de esclavitud que existen en esos países y que les llevan a pasar hambre y miseria mientras las grandes multinacionales de la ropa y el calzado venden sus productos cientos de veces más caros que lo que les cuesta producirlos en ese tercer mundo.

La Unión Europea, con la Señora Merkel a la cabeza, se ha convertido en un nido de fascistas apoltronados que sólo se representan a ellos mismos y a todos los colegas que pagan sus lujos. Grandes lobbies manejan las instituciones en contra de los ciudadanos, en contra del interés general. De esas presiones, surgen tratados como el TTIP, el CETA y el TISA, negociados en secreto, a espaldas de los consumidores y sin consulta para su aprobación. Esas presiones acaban siendo puestas en común en reuniones como el G-8, el G-20 y el club Bilderberg, donde se juegan a las cartas nuestras vidas y frustran nuestro futuro y nuestra integridad como seres humanos.

Veíamos el viernes pasado como ardía Hamburgo ante la reunión del G-20 y cómo la Merkel prohibía manifestarse en un radio de cuarenta kilómetros a la redonda (en la Europa de las libertades). Veíamos cómo se reunía previamente con el Pocero de Nueva York para consensuar el reparto de Siria con la connivencia y el interés de Israel, que pierde un enemigo más para poder seguir expansionándose a placer y masacrado a todo aquel que se ponga en su camino. Veíamos como justo después del Pocero, se reunía con el Sátrapa Erdogán en el mismo momento que éste detenía en Turquía a la directora de Amnistía internacional y once activistas más cuando colaboraban en un taller sobre ciberseguridad. (Al cierre de este artículo leo en Publico que tras la multitudinaria manifestación, el sátrapa turco ha detenido a otros 72 funcionarios)

Europa ha naufragado. Ya no representa ni se sostiene en los principios de libertad, solidaridad, justicia social y Derechos Humanos. Todos se han dejado a un lado. Ahora se aboga por el mercantilismo, los derechos de las multinacionales, el neocolonialismo, el cierre de fronteras para el tráfico humano y el abandono de los exiliados políticos y emigrantes de la pobreza y del terror, a los que dejan morir, sin el menor pudor, en el Mediterráneo o en Campos de Concentración en Turquía.

En esta coyuntura, España no iba a ser menos. Leemos en este diario como los poderes públicos han permitido la conspiración que acabó con el Popular.

Se lamentaba el otro día un arquitecto, experto en rehabilitaciones, sobre la delgadez de la administración, de la que él mismo decía que casi había desparecido. Recordaba los tiempos en los que los ciudadanos podían rehabilitar sus viviendas con generosas ayudas y sobre todo con préstamos sin interés. Hoy es muy complicado. Y aunque él me lo negaba, lo cierto es que toda esta desaparición del estado, tiene su base en este hijoputismo en el que nos han metido dónde todos los servicios públicos que son rentables económicamente se han privatizado, (como la telefonía, la electricidad o el agua) y los que no, también los privatizan en diferido (lo llaman externalización de la gestión) haciéndolos rentables a base de aplicar cánones que pagamos con nuestros impuestos y que multiplican el coste por dos o por tres, revertiendo encima a lo estrictamente público aquello que es de difícil solución o de imposible rentabilidad.

La administración regida por indeseables, no sólo conchaba para repartirse el pastel de lo público o legislando el destino de los recursos, que salen de nuestros impuestos, para tapar los desmanes de los poderes económicos (rescate de bancos, el Castor y ahora 3.700 millones para las autopistas de peaje), sino que, además, permite y coopera en la especulación desmesurada permitiendo que se construya y especule con terrenos en los que jamás debería haberse permitido edificar. Un desgraciado ejemplo lo tenemos en el Barrio del Aeropuerto de Madrid, dónde los sucesivos mandatos del Partido Popular permitieron la construcción en el cauce del Arroyo de Rejas del Parque Empresarial Eisenhower y, en especial, de un edifico dónde tiene su sede la UCO de la Guardia Civil. En ese edificio, edificado en plena salida natural del agua, se permitió castrar el curso del arroyo con un muro de hormigón de dos metros y revestir de medidas de seguridad el colector, que con la suciedad, acaba sirviendo de tapón, según los sufridos vecinos, y contribuyen a las frecuentes inundaciones que tiene el Barrio en los últimos años. En tres años, llevan dos inundaciones, con el consiguiente desperfecto de sus muebles, sus casas y sus coches aparcados en la vecindad. Ninguna administración parece enterarse de que el muro hace de pantano. Nadie quiere solucionar un evidente problema. La Comunidad de Madrid, gobernada por el PP y apoyada por Ciudadanos se inhibe y tira balones fuera contra el Ayuntamiento de Madrid. No quieren agrandar el colector de aguas, cuya gestión depende del Canal de Isabel II o ceder la M22 para la construcción de uno nuevo.

Vean y juzguen ustedes. Lo que se ve al final del vídeo a la izquierda, es el muro.

Europa ha naufragado y España, que ni siquiera ha llegado a navegar en eso de la solidaridad y la justicia social en los últimos ochenta y un años, está totalmente hundida. Claro que, si preguntas, seguro que hay muchos como El Licar que te dirán que las medidas propagandísticas de este desgobierno y sus compinches de Rivera, son medidas pensadas para los pobres. Y otros muchos que como Jonathan ni siquiera saben de qué les estás hablando porque no les preocupa. Otros simplemente despotrican contra aquellos que son los únicos que en nuestra historia reciente buscan soluciones. No se dan cuenta de que una gran parte de esos que cobran en “A” menos de 18.000€, para subsistir, tienen dos trabajos, lo que le obliga a realizar declaración, si o si y que el principal beneficiario de esas medidas son las familias numerosas a las que no hace falta que les ayuden porque hoy, para tener prole, hay que tener recursos.

 

Salud, república y más escuelas. Y un colector nuevo.

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

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