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El mito de Sísifo se escribió para los catalanes

Josep Jover
Josep Jover
Abogado especializado en Derechos Humanos de Tercera Generación y gestor de conflictos. Es uno de los juristas más importantes en Derecho de la Unión europea donde ha llevado frente al TJUE novedosos casos
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análisis

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Muchas veces no puedes escribir sobre lo que conoces íntimamente porque podrías dañar a terceras personas a las que respetas y beneficiar a quien antidemocráticamente ha actuado sin la mínima deontología. Y este es mi caso en el tema de Catalunya. He dejado pasar casi cinco años, que es el tiempo de prescripción de la mayoría de los delitos, para darme la libertad de hacer algunas apreciaciones. Continúo siendo un independentista “en defensa propia” porque España es desde que se creó, ha venido siendo un lodazal de corrupción y de intereses creados.

Y el mito de Sísifo nos viene de perlas para explicar la eterna relación de Catalunya con España.

Sísifo fue un rey de la mitología griega, al que se le atribuye la fundación de la ciudad-estado de Corinto que engañó diversas veces a los Dioses del Olimpo, y especialmente a Hades, dios que rige el reino de los muertos. Y aunque en vida escapó de todos ellos, al final, el infeliz mortal cayó en las manos de Hades, quien le castigó por toda la eternidad a la pena del trabajo inútil. Sísifo tiene que subir una gran piedra por una montaña, y ésta, la roca, cuando más asciende más pesada se vuelve.

En los metros finales, cuando poco falta ya para llegar a la cima, el peso de la piedra es abrumador y así, por un pequeño traspiés, por un hoyo o piedra en el camino, en fin, por una debilidad, la roca se despeña hasta el fondo. Y de nuevo, volver a empezar.

Por el bien de España, hay que bombardear Barcelona cada 50 años”, esta es la frase de Espartero, líder del Partido Progresista, el partido que hoy sería en PSOE. Imaginemos, pues, que pensaban hacer con Barcelona los tradicionalistas y conservadores.

Aunque la realidad ha sido mucho peor, el promedio sale a una ración de violencia extrema cada menos de treinta años, es decir, cada generación.

Conforme ha pasado el tiempo, los métodos se han sofisticado, si exceptuamos la mal llamada “guerra civil” y una negada represión posterior que causó más muertos y ajusticiados que la propia contienda.

Los bombardeos se hicieron más sutiles y para ello se inventaron a finales de los setenta una presunta transición democrática, en los ochenta un pseudogolpe militar con un “elefante blanco” coronado y recientemente el uso de los jueces como los nuevos artilleros, su “brigada aranzadi”, que hace las funciones de la caballería y las cloacas del estado con el CNI a la cabeza que actúan como Zapadores. Más sutiles no quiere decir menos dañinos.

¿Dónde estamos ahora?

Ahora estamos en el momento en que la piedra está cayendo hasta la base de la montaña, tratando los llamados nacionalistas de pararla, o al menos reducir su velocidad para que no atropelle a más gente. Bueno, digamos que los nacionalistas son lo opuesto de los constitucionalistas. El tema es que ni unos son nacionalistas, sinó más bien independentistas y los otros tiran a franquistas que no a constitucionalistas.

La gran diferencia

Pero sí, existe una gran diferencia de las otras veces, y que nos da un marco diferente y nuevo; la diferencia es que la última vez España sólo ha podido aumentar el peso de la piedra subiendo a lomos de ella a Europa, cediendo y regalando a la Unión europea unas competencias que ahora ya no tiene, y no regresarán. Entre otras, las judiciales, policiales y militares.

Es decir, la próxima vez que la piedra suba por la montaña, ésta ya no será española, al menos en su gran parte, y por tanto, como dicen los “expertos”, el “escenario  ha cambiado”.

Dependerá de la acreditada y lamentable mediocridad de los lideres independentistas que entiendan que eso ha sido así, y plantear un nuevo escenario convirtiendo a Europa en cómplice; los franquistas no tienen necesidad de asimilarlo, son nacionalistas españolistas de por sí, y como Putin, intentarán esconderlo de todas maneras apelando a las más bajas pasiones.

Desde hace años, deberíamos mirar hacia en norte y continuamos mirando al sur

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