Llegará el día que atravesemos el umbral y podamos pasear abiertamente por la calle sin miedo, sin este miedo pegado a nuestra piel, miedo que nos difunden y confunden desde los cuatro puntos cardinales. No sé si es que cada uno se fabrica su propio miedo, no sé si el miedo se reparte de forma aleatoria y cada uno tiene lo que le toca en suerte. Quisiera hacer una reflexión sobre el sentido que, a mi entender, tiene el miedo en la actual situación y puede que tenga en un futuro no muy lejano en nuestro país.
No olvidemos que el miedo ha sido un mecanismo de control social en distintas etapas de la historia, miedo que en su extremo, la mayoría de las veces, se convierte en verdadero terror. No soslayemos el peligro al que todos estamos sometidos que tenemos delante de nuestras puertas y ventanas, pero nunca debemos perder la calma porque los carroñeros de siempre quieren sacar tajada de nuestra más que posible debilidad. Ellos, aunque no han dejado de rumiar su filibusterismo tradicional, últimamente están formando una corona negra de cuervos a la vista de los cadáveres y de las posibles debilidades o torpezas de un Gobierno que a toda costa quieren derribar.
En estos momentos hemos de estar alertas a dos peligros que nos acechan: el que tenemos frente a nosotros en la calle y el que nos está bombardeando a cada segundo en algunos medios de comunicación y desde ciertas Redes sociales. A decir verdad, no sabemos cuál es más peligroso. El gran científico y pensador Carlos Castilla del Pino nos dice: “En la dictadura el miedo corrompió a una parte de la sociedad española que tuvo que transigir con ella”.
Ahora más que nunca precisamos nuestra reflexión más sosegada. No caigamos en una doble trampa que aletea desde el exterior amenazándonos, la pandemia del virus o la pandemia ponzoñosa de una derecha reaccionaria que nos ha sometido durante tanto tiempo.
