Si algo mueve las decisiones políticas y sociales en este país es, junto a la soberbia, el miedo. Por miedo se están cometiendo las más atroces vulneraciones de derechos; ese miedo que seca la humanidad de las personas y sobre todo las almas de nuestros políticos.

En Catalunya se ha armado un revuelo porque el candidato socialista se negó a hacerse un test de Covid19. Se han disparado los rumores, sobre todo el de que se había vacunado saltándose la cola, como muchos otros políticos, altos dignatarios de la jerarquía eclesiástica y militar, o personalidades de referencia del mundo económico. Posiblemente, dentro de unos meses sabremos que, sencillamente, el Sr. Illa dió positivo al volver de alguna delicada gestión, y, por miedo, se ocultó y no cumplió oficialmente la pertinente cuarentena. Y ahora, por miedo a que se descubra la anterior mentira, el candidato ha de actuar de esa manera.

Por soberbia y miedo a los malos números, el Santander, o mejor dicho sus directivos, se cargaron el Popular, y a centenares de miles de indefensos impositores; y por miedo a las represalias del estado español, grandes empresas se fueron de Catalunya. Recordemos sólo la presión que Felipe VI hizo a la SEAT en octubre de 2017.

Por miedo a que se descubran y acaben sus chollos franquistas, asociaciones ultracatólicas, sindicatos mafiosos, partidos cuyos afiliados no se cortan en lucir armas y amenazar públicamente a los que no piensan como ellos, están permanentemente en pie de guerra. Por miedo, la Policía y la Guardia Civil también miran hacia otro lado. Bueno, por miedo y porque muchos están vinculados a ese mundo parafascista.

Por miedo a perder sus regalías, la casta judicial ha bajado al fango, para dar apoyo a esa España que impuso leyes de punto final y se inventó una transición de postal, trufada de muertos y torturados, que no han cesado aún hoy.

¿Y por miedo a que?

Por miedo un niño que diga a todos, en un momento dado, que el rey está desnudo. Por miedo a que veamos claramente que ese niño tiene razón.

Y por eso, en esa España que cantaba Cecilia, nunca se ha dejado de condenar, prohibir y reprimir, cantantes y músicos, empezando por Pablo Casals y siendo el último caso el de Pablo Hasél, pero antes estuvo Valtónic y también muchos grupos de música vascos y no vascos, y también periodistas  o actores de teatro.

Y por eso, la Comisión Electoral que rige las elecciones en Catalunya ha denegado la concentración en favor de Pablo Hasél; lo que les importa realmente, es que se oculte que la gente ya nunca pensará como ellos y proteste, en un momento en que todos los medios mundiales tienen puesto un ojo en Catalunya y la idílica postal de “democracia consolidada” que se quiere mostrar, se embarra.

Realmente, han vuelto a dar la razón a Pablo Iglesias. Muy probablemente la Democracia Española sea menos imperfecta que la rusa; y sí, no hay Polonio, pero de torturados no faltan; sólo hay que ver las sentencias del TEDH, así como las restricciones de Derechos Fundamentales que se viven cada día, justificadas por la dosis de miedo e intolerancia que desde los medios nos inyectan nuestros ayatolás de cada día y los que los financian.

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