El mensajero soldado

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Samuel era un niño de postal. Rubio, con unos rizos que le caracoleaban por encima de las orejas, ojos azules y mirada dulce, era el juguete de toda la familia. Tanto, que desde que salió de las entrañas de su madre un atardecer, tras más de doce horas de contracciones y dolores, todo el mundo a su alrededor le prestaba tanta atención que la abuela materna advirtió, cuando únicamente tenía cuatro años, que lo estaban malcriando.

Porque a esa temprana edad comenzó a mostrar que no llevaba bien que le negaran lo que pedía y que era capaz de hacer cualquier cosa con tal de llamar la atención y conseguir sus deseos. A esa edad angelical, en una reunión familiar en casa de los abuelos, a Samuel se le antojó la bici sin pedales en la que su primo correteaba por el pasillo. Por más que intentaron convencerle de que, al día siguiente cuando abriera la tienda, le comprarían una igual, él empezó a llorar, a darse golpes de cabeza contra la pared y a berrear advirtiendo a los padres que no quería una bici igual, sino esa bici. Los azotes en el culo que le dio la abuela, en lugar de tranquilizarlo, sirvieron para que su yerno se pusiera en contra de la yaya, lo que aprovechó el egoísta de Samuel, que miraba de reojo, para aumentar la intensidad de los golpes hasta que un hematoma comenzó a aparecer en la frente y, para desgracia de su primo, que comenzó a llorar cuando le desalojaron del aparato, acabó jugando y llevándose la bici a casa. Un juguete que después de aquella tarde, dejó arrinconado en su habitación y no volvió a utilizar jamás.

El padre de Samuel, era el típico señor que cuando alguien contaba una trastada de alguno de sus retoños, exclamaba con indignación “eso, me lo hace a mí mi hijo, y lo mato”. Además de estar todo el día dando consejos a los demás sobre lo que había que hacer con los adolescentes que no estudiaban y dedicaban las horas de clase a los billares, a los porros o simplemente a ver la vida pasar desde la tapia del instituto.

Pero como predicar no es lo mismo que dar trigo, aquello que proponía para los hijos de los demás, jamás los aplicaba en las carnes de Samuel, que vivía la vida como un egocéntrico tirano imponiendo su santa voluntad y sus huevos morenos en cualquier circunstancia. En otra ocasión, cuando ya contaba con dieciséis años, estaba en clase de historia. Mientras el profesor intentaba explicar la Hispania de los romanos, a Samuel le sonó el móvil y en lugar de apagarlo y poner cara de póker (que es lo que hubiera hecho cualquiera) él respondió a la llamada, hablando por el móvil como si estuviera en la calle. Cuando el profesor intentó quitárselo tras varias advertencias para que cesara en la conversación, Samuel le pegó un puñetazo en la nariz. Cuando el señorito dio por finalizada la charla, el director, el jefe de estudios, el profesor de gimnasia y el propio maestro de historia, le estaban rodeando. Le obligaron a que les diera el móvil y le comunicaron que estaba expulsado del centro, al menos durante un mes. Una hora después, Samuel y su padre aparecieron de nuevo en el instituto. El padre, a gritos y con la Cava Superior a punto de reventar, exigió que le devolvieran el móvil a su hijo y que anularan la expulsión porque no podía dejar solo a su hijo en casa y tampoco tenían derecho a la expulsión. El profe de historia, le advirtió que ya había puesto una denuncia en comisaría y que era más que probable que la expulsión no fuera por un mes, sino definitiva. Samuel ya no volvió a ese centro, pero lo matricularon en otro en el que el dinero, hace las normas.

Samuel que tenía su habitación como una leonera y que no permitía que ninguno de sus familiares entrara sin su permiso en lo que consideraba su territorio, presumía ante sus amigos de una Smith and Wesson de 9 mm, cañón blanco y cachas negras que le había cogido a su padre, guardia civil, de su dormitorio, dónde la tenía guardada en el cajón de los calzoncillos. Cuando tenía diez años, ya tuvo un susto con el revolver que su padre le dejaba, como un juguete, para que no diera guerra en reuniones familiares. Nunca supieron si su padre olvidó una bala en el tambor o el propio Samuel se la había cogido con anterioridad, el caso es que, este le acabó pegando un tiro a su primo (el de la bici), quién tuvo suerte de que al apretar Samuel el gatillo, el cañón del revólver subiera y el tiro acabara incrustado en el techo de la casa, en lugar de en su cabeza. El padre aseguró ante sus compañeros que el arma se le había disparado a él accidentalmente.

Con la S&W M&P9 de 9 mm, Samuel y sus compañeros acuden a los actos del Batallón Español. Un grupo de neonazis con el que se entretiene. Su padre, cuando ve a esta gente ve por la tele, dice que son chavales perdidos por culpa de sus padres, mientras suelta la perorata de lo que se debería hacer con ellos. Pero él no quiere ser consciente de que hijo tiene su habitación llena de simbología nazi. Hoy han salido a la caza de antifascistas. En la refriega, ha sacado la pistola. Ha sido un acto reflejo. Ahora, un chaval de dieciocho años yace tendido en el asfalto con un charco de sangre que sale de su cabeza.

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El mensajero soldado

“Cuando más falta hace sosiego, menos tenemos. La sesión de control de hoy es muy preocupante”

Ana Pastor, periodista. Twitter 14 de Octubre.

“El Congreso de los diputados. Qué vergüenza”.

Iñaki López. Periodista. Twitter 14 de Octubre

Les confieso que no veo la tele. Al menos esa tele ruin, rastrera, zafia e infame que vende a sus sandios telespectadores noticias mientras lo que les da son opiniones. Esa tele de cantamañanas en las que analfabetos famosetes dictan sentencia como dioses del Olimpo sobre temas que desconocen y cuya opinión está basada única y exclusivamente no en datos, ni en cultura, ni en el estudio aunque sea somero, sino en pajas mentales. Los matinales de la tele, al menos tal y como los recuerdo, son los nuevos bares de tinto y cacahuetes en los que se “arregla España” y se “cortan trajes” a todo aquel que se ponga por delante. Con la particularidad de que ahora todos los trajes, todos los odios, todos los rencores, son para los mismos.

Hace años que ni siquiera buceo por La Sexta Noche, pero lo que recuerdo es un gallinero en el que un zafio como Inda, insulta, miente, levanta la voz y no deja hablar a nadie.

Con estos mimbres, algunos periodistas que dicen ser el Sanedrín de los demócratas, incluso se autotildan como de centro izquierda, se llevaban las manos a la cabeza el pasado 14 de octubre porque en la sesión de control al Gobierno, los condenados por corrupción, acompañados por los que dicen van a salvar España sin haber cotizado en su puñetera vida un solo día, habiéndose escaqueado del servicio militar y denegando derechos a los demás como el divorcio que ellos utilizan sin ni siquiera ponerse coloraos, se empeñaron, como siempre por otra parte, en la bronca, la descalificación y el ruido convirtiendo lo que debería ser un lugar de diálogo, consenso y entendimiento en el mercado de verduras. Estos sumos sacerdotes del cinismo, en lugar de contar la verdad y dejar claro quiénes son los broncos y quiénes los que únicamente se defienden para no aparecer como lelos en los opinodiarios, igualaban a todos en la trifulca.

Me llama mucho la atención que a esos periodistas que trabajan en un grupo mediático que hace de la mentira, el insulto y la gresca el cebo de su audiencia, y en particular elevan a estrella de su programa a la zafiedad, que se encargan de sesgar las noticias para que parezcan otra cosa, que dedican minutos y minutos a dar voz al fascismo, que en su empeño por desacreditar a quienes consideran un peligro para el régimen, no dudan en echar mano de las mentiras y discursos patrióticos de los fascistas, que incluso se dedican a ser jueces de lo que es verdad o mentira, llegando hasta el extremo de asegurar que alguien que ha sido acuchillado por un nazi, no ha muerto por un delito de odio sino porque le han clavado un cuchillo, se rasguen las vestiduras, no se si para limpiar su imagen o para poder dormir por las noches, por la camorra continua en la que se ha convertido la oposición.

El postureo es algo también muy de moda, lo mismo que la equidistancia. Y es también notable que como norma de esa equidistancia, se reprochan las actuaciones de los extremos, mientras se actúa en consonancia con uno de ellos. El caso más paradigmático es el del partido Ciudadanos que mientras dicen apostar por la concordia y no querer estar en el populismo ni de la izquierda, ni de la derecha, gobiernan en Andalucía, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid con los fascistas franquistas del moco verde (Nieves Concostrina dixit) y en Castilla y León, en realidad son una escisión del partido de la Púnica. Sin embargo, estos gacetilleros se empeñan en loar sus eternas promesas como si fueran hechos, mientras acuchillan los actos ya realizados de los que trabajan diariamente para que el pueblo lleve, al menos con un poco de dignidad, esta situación de perpetua crisis.

La misión de un periodista no es informar de que unos dicen que llueve y otros que no. La misión del periodista es abrir la ventana y comprobar si realmente llueve o no e informar de lo que sucede.

Lo que sucede actualmente en nuestro país no es nuevo. Hay un grupo de gentes que creen que España les pertenece porque si, que para eso se creen los buenos, los elegidos de dios. Estas gentes que han acumulado poder a lo largo de la historia a base de chanchullos, corrupción y de estar siempre junto a la cama de quién dictaba las normas para asegurarse que no les perjudicasen, no aceptan que haya otros a los que no controlen, que actúen como gobierno en contra de sus intereses. En 1936, fue la iglesia apoyada por los que veían como peligraban las condiciones de semiesclavitud en las que tenían a sus trabajadores, los que truncaron la legalidad poniendo dinero para sufragar un golpe de estado, que al fracasar, se transformó en un adelanto de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, cuando se ven asediados porque es imposible tapar los escándalos de corrupción que han llegado al mismo nivel que tenían en el franquismo (Sofico, Matesa, Manufacturas Metálicas Madrileñas, el gran Estraperlo, el aceite de Redondela,…), pero sin el miedo que entonces tenía la gente a denunciar y levantar las alfombras (la Gürtel la destapó el exconcejal del PP José Luis Peñas, al que han condenado con cuatro años como aviso a navegantes delatores), se han inventado el golpe de la Lawfare, el control del Poder Judicial para que actúe como una tercera cámara que revise y reviente cualquier legislación que vaya en contra de los intereses de esta gente.

La elección de los gobiernos de los jueces y Tribunales Superemos y Constitucionales por los parlamentos, es habitual en muchas de las democracias de la UE. La principal diferencia es que en esos países nadie que quiera llegar a ser Juez del Constitucional o de la Corte Suprema puede demostrar abiertamente sus simpatías por el fascismo ni puede haber estado ligado a uno de los partidos políticos. En España, sin embargo, primero porque para llegar a ser Juez necesitas tener una importante capacidad económica que sufrague los entre seis y nueve años de estudio y segundo porque la elección se hace abiertamente por la capacidad del juez elegido para defender los intereses del partido que le presenta, con el absurdo además de que la izquierda, es su eterno papel garantista, propone jueces “independientes”, mientras que la derecha única y exclusivamente a aquellos que saben que su ideología está por encima de todo, la mayoría de los jueces del gobierno del Supremo, los del CGPJ, el Tribunal Constitucional o el Tribunal de Cuentas, proceden de una endogamia franquista, siendo familiares o amigos de los políticos del PP o habiendo sido cargos de esa formación (Lesmes, por ejemplo). Ahora que está en boga la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que a causa de que el PP perdió hace años su mayoría, lleva en funciones desde el 2018, si de verdad quieren independizar el Poder Judicial, que propongan que el mismo salga elegido democráticamente entre todos los jueces y fiscales de España. TODOS, desde el juzgado comarcal más pequeño a la sala II del Tribunal Supremo. Un juez, un fiscal, un voto.

Pero, volviendo al motivo de este artículo, la capacidad de asombro de aquellos que, mientras cínicamente se sorprenden por la camorra constate, dan voz y publicidad a los fascistas, deberíamos ser conscientes que estos periodistas son culpables de la trifulca, del ascenso del fascismo y del irrespirable ambiente político que ha vuelto a convertir a España en una trinchera. Estoy leyendo el libro “El Director” de David Jimenez, quién fue director de “EL Mundo” (actual colaborador regular del “The New York Times”), en el que cuenta las desventuras de un reportero ascendido a director. Y ya en las primeras páginas hay una anécdota muy sintomática de esta España de mercaderes y tratantes de ganado. En una entrevista entre el entonces ministro de Interior Jorge Fernández Díaz, hoy imputado en el caso Kitchen (otro más de ese partido que usa la camorra constante como distracción), y el propio David Jimenez, el ministro le dice al director, para tratar de influir en su independencia que las elecciones las gana “El Mundo” y “Antena 3”. Y a mí, visto con el ojo actual, me resulta altamente alarmante que quién se erige como el presentador de la verdad en el opinodiario más visto diariamente de la TV, al que le dan premios (los suyos) por ello, sea en realidad un manipulador que trabaja para los camorristas.

Si el fascismo ha sido el mar de aguas revueltas donde siempre han pescado sus mejores capturas quiénes han ostentado siempre el poder, ahora, en la situación mundial en la que estamos, en la que el capitalismo está yéndose por el sumidero de la pandemia y el hijoputismo se está transformando a pasos agigantados en regímenes totalitarios con pátina de democracia, España vuelve a ser ese laboratorio de pruebas del aguante y manipulación de un pueblo aborregado en el que sobre todo pesa la “libertad figurante”. Libertades secundarias como el derecho a ir al bar, a celebrar cumpleaños masivos o a fiestas perpetuas, mientras se cercena la libertad real como el derecho a la sanidad o a la educación pública, el de la igualdad ante la ley o el de la tutela de derechos. El sistema económico de España ha quebrado por dedicarse a aquellos “negocios” que permiten con más facilidad evadir la legalidad (trabajo en B, cuentas en B, fiscalidad en C).

Los que ostentan el poder no son capaces de vivir sin la explotación laboral y el expolio público. Y la mayor parte de los españoles, tampoco.

Salud, feminismo, república y más escuelas laicas y públicas.

1 COMENTARIO

  1. Jesús gracias por su opinión, hacia tiempo que no leia un articulo tan buenos, continue no decaiga la fotografía mejor dicho el video que nos presenta es buenísimo viva la libertad y viva la Republica

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