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El mar Negro, un objetivo ruso en esta guerra

Los ataques a las ciudades portuarias de Odesa y Mariúpol revelan el alto interés que tiene Rusia en controlar el mar Negro, para así privar a Ucrania de su vínculo de conexión con la economía global y, a la larga, asegurarse un corredor territorial entre el Donbás y Crimea, quizá otro de los objetivos finales de esta guerra

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análisis

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El mar Negro es uno de los escenarios donde se está desarrollando esta guerra y el mismo tiene un gran importancia para los dos países. Para Ucrania, los puertos sobre el mar Negro y, concretamente los situados sobre el denominado mar de Azov, son fundamentales para abastecer su economía y constituyen su única salida al mar, el cordón umbilical que conecta a la economía ucraniana con el mercado global. Privarle de sus puertos, como intenta hacer Rusia tomando Mariúpol y quizá dentro de poco Odesa, aislaría a Ucrania del mundo por la vía marítima y le privaría de su salida natural a los mares Negro y Azov, haciéndola más dependiente de Occidente por la vía terrestre. 

Mientras que para Rusia, el mar Negro constituye su salida natural al Mediterráneo a través de los estrechos turcos del Bósforo y los Dardanelos, pero también constituye el punto de tensión entre el mundo ruso y el resto de Europa y Turquía. Rusia comenzó su expansión en el mar Negro en el siglo XVIII, cuando bajo el mandato de la zarina Catalina II inauguró, en 1783, el puerto de Sebastopol, uno de los más estratégicos para Rusia y situado en la hoy anexionada Crimea. Sebastopol constituye una de las más importantes bases navales rusas. 

Crimea perteneció a Rusia durante la época imperial y después, tras la revolución de octubre de 1917, fue parte la Unión Soviética, a la que pertenecían como repúblicas socialistas tanto Ucrania como Rusia. Sin embargo, en 1954 el líder soviético de entonces, Nikita Kruschev, entregó Crimea a la República Socialista de Ucrania, para gran enojo de Rusia, que perdía uno de sus territorios históricos. En 1991, tras la implosión de la URSS y el nacimiento de quince nuevos Estados que recogían su herencia, Rusia y Ucrania firmaron algunos acuerdos para repartir la flota estacionada en Sebastopol pero Moscú nunca aceptó perder este territorio y pagaba un canon a Kiev por usar la base naval estacionada en esta ciudad.

En el año 2014 todo cambió de la noche a la mañana.  En marzo de ese año Rusia apoyó un proceso de secesión de Crimea para, a renglón seguido, declarar oficialmente su anexión, en una acción tan súbita y rápida que dejó desconcertadas y casi sin capacidad de maniobra a las autoridades ucranianas. Kiev estaba sumida en el caos y el abrupto cambio de gobierno había provocado un vacío de poder que fue aprovechado por Rusia. La violación del derecho internacional es evidente por parte de Rusia y ningún país del mundo ha reconocido tal anexión, considerada ilegal por la comunidad internacional. Ahora parece que las pretensiones rusas pasan en esta guerra por anexionarse de una forma parecida el Donbás, una región levantada en armas contra Kiev desde el año 2014 y cuyas milicias separatistas son apoyadas, financiadas y armadas por Moscú.

Ataques a Ucrania desde la flota rusa del mar Negro

También el mar Negro está en el punto de mira de Moscú y los ataques de los últimos días al importante puerto de Mariúpol caminan en esa dirección. Odesa, otra ciudad portuaria muy importante para Ucrania, también ha sido bombardeada por los rusos. Uno de los objetivos finales en esta guerra podría ser la imposición a Ucrania de un corredor territorial desde el Donbás hasta la aislada Crimea, solamente conectada con Rusia a través de un largo puente sobre el estrecho de Kerch. Si este objetivo militar se cumpliera, algo que no se debe descartar dada la desproporción de fuerzas militares entre Ucrania y Rusia en favor de este último país, Ucrania quedaría sin su salida al estratégico mar de Azov y sin uno de sus más importantes puertos. 

Mientras Rusia intensifica sus ataques contra Ucrania desde su flota establecida en el mar Negro, la Alianza Atlántica concentra también sus fuerzas en los dos países miembros de la OTAN con salida al mar Negro, es decir, Bulgaria y Rumania, militarmente muy débiles pero en situaciones estratégicas vitales. En ambos países, para gran disgusto de Moscú, se concentran, aparte de sus propias fuerzas, varios contingentes de Francia, España, Bélgica y los Estados Unidos. 

Rusia lleva casi tres décadas intentando controlar el mar Negro y, en 1992, una vez disuelta la Unión Soviética, animó y organizó la secesión de Abjasia, un pequeña república a orillas del mar Negro que pertenecía a Georgia. Tras una cruenta guerra civil, entre 1992 y 1992, este territorio, junto con su importante puerto en la ciudad de Sujumi, quedó bajo la “protección” de una fuerza de paz rusa, sin que hasta el día de hoy se haya alcanzado una acuerdo para reintegrar dicho territorio a Georgia. Mas bien ha ocurrido todo lo contrario: el 26 de agosto del año 2008 el presidente de Rusia, Dimitri Medvédev, reconoció oficialmente a Abjasia como república, lo que tensó aún más las relaciones con la UE, la OTAN y la misma Georgia. Ahora, con la previsible ocupación de la costa ucraniana sobre el mar Negro, se cierra el círculo de las aspiraciones rusas. 

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