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El legítimo ejercicio de la resistencia social

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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“En la resistencia civil de las masas, el liderazgo resulta esencial. En la resistencia civil individual, cada resistente es su propio líder.« Mahatma Gandhi

Las prácticas de resistencia social son el conjunto de movimientos que efectúa un grupo de personas en protesta sobre algo que les incomoda o que no se ajusta a lo acordado. No se encuadran en este concepto las acciones terroristas, tanto de derechas como de izquierdas, porque esas acciones carecen de legitimidad democrática.

Los nuevos movimientos de resistencia social surgidos a partir de 1968, representaron las estrategias de oposición a una realidad que se asumía como “natural”, como si les correspondiese a determinadas élites el gobernar por mantener un statu quo dado. Dichos movimientos tuvieron y tienen en común el hecho de plantear su lucha de manera no violenta en el marco democrático, fuera de los criterios tradicionales de reivindicación que, hasta entonces, cumplían el esquema de opresión y liberación. Es a través de sus reivindicaciones que se empieza a dotar de significado político a lo que hasta entonces era considerado propio del plano privado y se ingresa en el plano político. Porqué a diferencia de lo que argumentan los adictos al totalitarismo represivo, la acción ciudadana es básicamente política. La claudicación de los grandes sindicatos dejó desguarnecida a esa comunidad frente a los abusos del poder.

La resistencia, sobre esta base, es una resistencia activa, creativa, y especialmente pacífica, cuya principal herramienta estaría en aplicar prácticas que permitan hacer frente a ese “estado de cosas” de modo de reconstruir el contrato social incumplido. La posibilidad de esta acción está legitimada por la propia Constitución. Así, cuando se infringen sus líneas de convivencia ciudadana se avala la capacidad de todos los individuos de resistirse democráticamente para recuperar el statu quo quebrantado.

El engaño y la manipulación son propios tanto de los estados neodemocráticos como de los totalitarios. De aquí que un factor central en las prácticas de resistencia social sea la educación. Con ella se logra establecer la capacidad crítica de advertir las prácticas que provocan la desigualdad, en esa lógica de poder y privilegios adquiridos que produce la brecha socioeconómica. Cuando se imponen, entonces producen exclusión. La necesaria vigencia de la igualdad en democracia depende de la vigilancia activa de los movimientos sociales sobre las conductas de su dirigencia.

Por ello las prácticas de resistencia social se legitiman cuando las pretensiones elitistas tienden al desborde si practican actos netamente antidemocráticos. Como por ejemplo integrar redes de corrupción que, en última instancia, generan inestabilidad política y falta de claridad en las conductas públicas.

Por eso, antes que superponer el control social a las prácticas de resistencia, con métodos violentos y represivos, es importante entender la lógica de las demandas de la sociedad civil. Como sujetos sociales que son, tienen el derecho de ejercer el control de la calidad democrática en la que viven, a través de un clima consistente de participación, preparación y de seguridad pública, en particular sobre los actos de sus representantes.

En definitiva, las resistencias son aquellas lícitas conductas de oposición frente a las estrategias externas como es el quebrantamiento de las obligaciones cotidianas de la dirigencia. Entonces, los activismos nacen del derecho de emancipación de las personas libres, y tienen por objetivo desarticular esas formas de dominación explícitas, basadas en una legalidad diseñada a tal efecto. Tal como la ley mordaza o la reforma laboral, o implícitas, como las surgidas del control social del poder del dinero, la influencia institucional o desde la pretensión de los títulos nobiliarios. Estas fuentes son, desde todo punto de vista, antidemocráticas. Aunque haya siervos y siervas dispuestas a hacer el trabajo sucio del incumplimiento del pacto social.

Vivimos tiempos de cambios que auguran tensiones entre los actores del juego político al escribir la historia. Por tanto, es menester no perder la calma ni tampoco el derecho a reivindicar el cumplimiento de lo pactado.

De ti depende. No lo olvides “… En la resistencia civil individual, cada resistente es su propio líder.«

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2 COMENTARIOS

  1. Este comentario, esclarecedor, pone de manifiesto la necesidad, como recordatorio, de un monumento a los actos vandálicos, perpetrados por unos y «otros». Unas figuras de jóvenes prendiendo fuego al sufrido contenedor, mientras otros, observan como «unos camuflados» rompen cristales mientras los uniformados corren a golpes a los ciudadanos que, no comprenden por qué los uniformados no detiene a los «rompe cristales». Bueno, esto da para una falla valenciana más que para un museo de las conductas policiales.

    • Imposible, este año tampoco habrá Fallas.
      Y no hay un «salvemos las fallas». Que no es lo mismo el comercio y el bebercio que dan beneficio al dueño de los 100 montaditos y demás marcas franquiciadas por la misma empresa que la crítica pública a los políticos de todos los bandos, desde el nivel municipal al internacional.

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