El rey Juan Carlos se ha marchado de España acorralado por las sospechas de presunta corrupción que están siendo investigadas en Suiza y España. En la carta que ha remitido a Felipe VI, el rey emérito no ha desmentido ni negado esas acusaciones, sino que se ha referido a ellas como «acontecimientos pasados de mi vida privada».

Los defensores de la Monarquía se están refiriendo al legado de Juan Carlos I desde el punto de vista idílico en el que se coloca a la figura de quien recibió la Jefatura del Estado de manos de Franco en los altares. Sin embargo, el legado del rey emérito no es más que una democracia incompleta que fue creada desde las élites, desde arriba, sin que el pueblo tuviera participación alguna. Además, los casos de corrupción han ido golpeando a nuestro sistema democrático, corrupción de todo tipo, política, judicial, económica e ideológica. Todo ello no ha hecho más que generar una serie de escenarios en la que los principales referentes de la Transición han ido cayendo bajo las sospechas de comportamientos presuntamente corruptos o, directamente, siendo procesados por los tribunales. Esta situación ha imposibilitado que la democracia española se refuerce o se adapte a las necesidades de la ciudadanía.

Una de las crisis políticas que sufrió el franquismo se dio en el año 1974 con el enfrentamiento entre el Régimen y la Iglesia Católica, los dos pilares sobre los que se sustentaba la dictadura. En palabras del entonces ministro de Información y Turismo, Pío Cabanillas, «era la lucha de dos instituciones muertas que intentaban resucitar». Durante años, el Movimiento Nacional y la Iglesia fueron los dos organismos que sustentaban el débil aparato franquista y en los últimos años de la vida de Franco se enfrentaron por la pequeña apertura de la institución religiosa al pueblo que llevó a los defensores del búnker a gritar en sus manifestaciones «Tarancón, al paredón», en referencia al entonces presidente de la Conferencia Episcopal.

El régimen era tan débil, aunque parecía fuerte por la dura respuesta represiva a la oposición, que cualquier pequeño altercado, como una asamblea de universitarios, le ponía en alerta máxima.

Franco murió y esa debilidad fue una de las razones por las que se pudo realizar la transición a la democracia en paz. Ese proceso social y político ha sido encumbrado como un ejemplo pero, en realidad, fue incompleto y dejó demasiadas cosas sin hacer: la Jefatura del Estado, el blindaje de los derechos y libertades de la ciudadanía, la cuestión territorial, la implementación de leyes que defendieran al pueblo de los abusos de las élites y un sistema político muy rígido pensado para dar el poder a los partidos son algunos de los muchos elementos que quedaron al albur de una nueva reforma que, por conformismo, no ha llegado aún. Tras el 15M se habló de la necesidad de una Segunda Transición, algo que se acrecentó con la llegada al arco parlamentario de nuevos partidos con líderes jóvenes. Sin embargo, estas nuevas formaciones se han acomodado rápidamente a las mieles del poder y a la mentira de la «razón de Estado» que, en realidad, no es otra cosa que el eufemismo de «la razón del poder».

Sin embargo, la resistencia de los partidos, las instituciones y los políticos que más se han beneficiado de las «fallas» de la Transición, se ha caído por culpa de la corrupción de diferentes tipologías de los máximos exponentes de aquella época, de las figuras a las que se ha pretendido guardar un sitio en la historia mientras ellos escribían otra muy distinta que les ha beneficiado enormemente.

España ha vivido múltiples de casos de corrupción, protagonizados por los dos principales partidos de esa Transición, lo que en el 15M se llamó el «bipartidismo». Sin embargo, el más escandaloso de todos esos casos es el que está saliendo en la actualidad y que estaría protagonizado, presuntamente, por el rey emérito. Todos los negocios de los que se está hablando se produjeron cuando era Jefe del Estado, es decir, mientras representaba a España por el mundo. Mientras él daba esa imagen de hombre campechano y amable y el establishment se ha encargado de encumbrarle a la categoría de «Padre de la Patria», por otro lado, según parece deducirse de las investigaciones de la Fiscalía suiza, Juan Carlos de Borbón presuntamente cobró comisiones por distintos proyectos a lo largo del mundo. Además, la fortuna que la revista Forbes calculó superior a los 2.000 millones de euros no cuadra con los ingresos oficiales que recibió desde que alcanzó la Jefatura del Estado, una cantidad que apenas hubiera sumado los 9 millones si no se hubiese gastado nada.

Las investigaciones y los testimonios de los testaferros y asesores del rey Juan Carlos ante el fiscal Ives Bertossa han provocado que se haya caído el principal pilar sobre el que se sostenía el sistema sociopolítico nacido de la Transición. Muy mala imagen se da cuando tiene que ser un fiscal suizo quien investigue al rey Juan Carlos cuando era vox pópuli que su fortuna no podía venir del sueldo que recibió del Estado en sus 39 años como Jefe del Estado.

Otro de los pilares que se ha derrumbado por culpa de la transición es el del nacionalismo catalán, encarnado en la figura de Jordi Pujol, tras el procesamiento de toda la familia de quien fue figura clave para la descentralización del Estado y para la gobernabilidad del país.

La corrupción ideológica también ha sido clave en la descomposición de la democracia española. El mayor exponente de ella es Felipe González. Quien fue el presidente que más tiempo pasó en la Moncloa, ha pasado de ser un defensor del socialismo a posicionarse en favor del capitalismo más inhumano y, desde una visión política, un hombre que no dudó en gritar «Viva Euskadi Askatuta» se ha transformado en un nacionalista español que defiende unos términos más propios de la ultraderecha que de un militante socialista.

La transformación de Felipe González hacia el ultra conservadurismo o el ultra neoliberalismo ya viene de lejos, incluso cuando aún no había llegado a la Presidencia del Gobierno. Sólo ha que recordar lo sucedido en el Congreso Extraordinario de 1979 en el que González presionó para que los socialistas españoles abandonaran la ideología marxista para adecuarse a los postulados socialdemócratas de Alemania o Suecia, es decir, que antes de ser presidente del Gobierno, González hizo que su partido, el que en sus siglas lleva la palabra «Socialista», renunciara a la lucha de clases como fundamento económico y acatara la aceptación del capitalismo como elemento clave de desarrollo social.

Por otro lado, en el libro El sueño de la Transición, de Manuel Fernández-Monzón, un alto oficial de inteligencia, se cuenta cómo el propio Carrero Blanco apoyó a Felipe González frente a Llopis: «Felipe González sabía muy bien que cuando se planteó la dicotomía entre el PSOE histórico, de Llopis, en el exilio, y el PSOE renovado, Carrero fue definitivo al decirle a Heinemann que por favor rogara a Willy Brandt que aceptara como partido socialista (español en la Internacional) al renovado. Esto es tan cierto que, cuando yo se lo recordé a Felipe González el primer día que hablé con él, en un restaurante de la calle Santa Engracia, me dijo: “No se preocupen ustedes, que no olvidaremos nunca a Carrero Blanco. Soy perfectamente consciente de ello, de nuestra boca no saldrá jamás una crítica contra el almirante Carrero Blanco”».

En los últimos años se le ve muy cercano a José María Aznar, sobre todo desde que Pedro Sánchez alcanzara el Gobierno tras la moción de censura. Ya no sorprenden que sus declaraciones lleguen a alcanzar un nivel de ultra conservadurismo superior a las del ex presidente del PP o que su posición respecto al conflicto político en Cataluña no difiera en nada con la defendida por Pablo Casado o Santiago Abascal.  

3 COMENTARIOS

  1. El E.Rey a la huida y entra en escena la brigada mediática. La que limpia las huellas.Compuesta por los diestr@s millonari@s de las ondas y la TV que banderillean ,pican y apuntillan la verdad cada día. Porque cobran millones, cambian mentes y ganan elecciones .¿Esto? Pan comido.

  2. España por mucho que le pese a los carroñeros del mientras peor mejor sigue siendo la 19 democracia del mundo por delante de EEUU, Francia, Italia y Belgica que es la 31.
    El rey y Felipe, Carrillo, Fraga, y todos los que hicieron posible la transición y la Constitución desempeñaron un papel inestimable para el bienestar y la paz de los españoles.
    Aprovechar la corrupción del rey, para deslegitimar la Constitucion y la transición es una felonía y una insensatez.
    La Constitucion, España y la Paz, están por encima de los actores que la hicieron posible.Los corruptos deben pagar por sus acciones corruptas, pero hay que preservar la estabilidad política, y la Constitucion, porque ambas son las garantes de la paz. Y sin ellas estamos abocados al abismo.

    Iniciar una nueva transición es una locura. No se dan las condiciones de cooperación que un nuevo pacto constitucional requiere y en ausencia de cooperación lo que impera es la fuerza.

    No hagamos con la democracia lo mismo que hicieron con la Republica, que comunistas, socialistas, y anarquistas la despreciaron hasta que ya fue tarde para defenderla.

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