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El lecho de Proscuto y el de la casta política

Manuel I. Cabezas González
Manuel I. Cabezas González
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB)
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análisis

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En la mitología griega encontramos un personaje llamado Procusto. Era un apuesto y fornido posadero de Eleusis, que ofrecía a los viajeros solitarios y confiados un reposo del guerrero, sádico y letal. Les proporcionaba un lecho de hierro, que era regulable y que nunca coincidía con la estatura de sus invitados. Por eso, cuando las víctimas eran altas, les amputaba los miembros que sobresalían de la cama;  y, si eran de estatura baja, estiraba sus miembros hasta descoyuntarlos. Así ajustaba la estatura de sus huéspedes, que perecían siempre, a la longitud de la cama. De aquí viene el apodo de Procusto (“el estirador«), por su peculiar sistema de hacer “amable” y “confortable”, en su posada, la estancia a los huéspedes y de acabar con sus vidas. Un día, el huésped fue el héroe-rey Teseo, que lo sedujo y le aplicó su misma medicina, liberando así a los habitantes de Eleusis de su macabra hospitalidad.

Hoy, la expresión “lecho de Procusto” se ha convertido en una metáfora para referirse a quienes pretenden acomodar siempre la realidad a la estrechez de sus intereses o a su particular y limitada visión de las cosas; a quienes se llenan de celos si alguien sobresale de la medida de su propia mediocridad; a quienes todo lo quieren cortar a su medida. Por eso, se ha convertido en símbolo de conformismo, de uniformización, de mediocridad, de arbitrariedad e inflexibilidad. Y por ende, cuando alguien pretende que todos los demás se ajusten a lo que él dice o hace, se suele decir, en un lenguaje culto y erudito, que tal persona pretende que los demás se acuesten en el lecho de Procusto. Y obligar a alguien a acostarse en dicho lecho es despreciarlo porque sobresale positivamente; es cortarle la cabeza y los pies por envidia, por miedo, por celos, por incompetencia propia,… Que sais-je encore?

He citado esta figura mítica de la antigua Grecia para referirme y describir a la “casta política” española, de alto rango o de baja cama. Ésta nos desgobierna y de ella somos víctimas, como los huéspedes de Procusto, los ciudadanos de bien, que somos los ciudadanos de a pie. Ante la crisis política que estamos viviendo; ante la tesitura en que se encuentran las cuentas del Estado, de las Autonomías y de los Ayuntamientos; ante la situación económica que estamos sufriendo y ante los nuevos nubarrones económicos que se avecinan para agravarla; ante la degradación de los cimientos del Estado del Bienestar (sanidad, educación, investigación, servicios sociales); ante la desorientación axiológica, ética y política de la sociedad española;… ante todas estas cosas y muchas más, uno puede y debe preguntarse cómo hemos llegado a esta situación. Y sobre todo, cómo podemos salir de ella.

Cuando observamos el poder nacional, autonómico o municipal y analizamos el “who’s who” en la casta política gobernante o con aspiraciones para gobernar, tanto del pasado como del presente, nos encontramos con muchos Procustos, que se han rodeado o se rodean de personajes a la medida de sus lechos discriminadores. Basta con pensar en los Zapatero, los Sánchez, los Rajoy, los Rivera, los Iglesias,… que —desde su ceguera, incompetencia, soberbia y megalomanía— sólo piensan en mantener o en conseguir el estatus de machos alfa y, por eso, sólo tienen en mente las próximas elecciones y nunca a las próximas generaciones.

En todos los niveles de la vida política (nacional, autonómica o municipal), encontraremos especímenes de la catadura de Procusto. Prácticamente la mayoría de los que se han encaramado o desean encaramarse al poder no ha tenido otro oficio en su trayectoria vital que la política, según Manuel Jiménez de Parga. Para verificarlo, basta con echar un vistazo a la biografía profesional de aquellos que nos gobiernan o aspiran a hacerlo. Para llegar donde están o para llegar a donde quieren estar, han tenido o tienen que tragar carros y carretas, y han tenido que acostarse en el lecho de Procusto, preparado por el Procusto macho alfa de turno. Así no podrán hacerle sombra y, aún menos, disputarle la poltrona ya ocupada o a conquistar.

En manos de estos ambiciosos indigentes culturales, intelectuales y éticos hemos puesto y ponemos la gestión de la “res publica”, y ha estado y está nuestro destino. Yo me pregunto si el número de asesores o personas de confianza de la casta política gobernante o que quiere gobernar no es un síntoma de que los miembros de la misma no tienen ni idea de lo que tienen entre manos y deben, por lo tanto, rodearse de asesores para que les saquen las castañas del fuego. Ahora bien, visto el resultado y la situación crítica que estamos viviendo en todos los campos, parece que los de la casta política, haciendo honor al “lecho de Procusto”, se han rodeado de amigos o arribistas o trepadores o mamones todavía más incompetentes y que tienen menos luces que Abundio, aquel que vendió el coche para comprar gasolina. Y, ¡así nos ha ido, así nos va y así nos irá!, si no nos libramos de ellos.

Desde hace ya muchos meses y, sobre todo, en las próximas semanas, esta indigna casta política cesante y la aspirante se han prodigado y se prodigarán en todo tiempo (las 24h. del día) y lugar (en todos los medios y soportes posibles), para que los sufridos y reiteradamente engañados ciudadanos (los indignados, los “enragés”) depositemos, de nuevo, nuestra confianza en la mediocridad, impuesta por sus “lechos de Procusto”. Necesitamos, como los habitantes de Eleusis, un Teseo, que acabe también con los “Procusto” de la casta política española, que son sólo generadores de frustraciones, de tortura, de sufrimiento y de muerte. Como he expresado ya en otro lugar, me pregunto si ese Teseo que nos libere, el próximo 10N, de los Procustos de la casta política no es la abstención y/o el voto en blanco y/o el voto nulo y/o el voto a las candidaturas testimoniales y marginales y/o, sobre todo, el voto a plataformas de ciudadanos que ni han vivido ni quieren vivir de la política.

Así les sacaremos una tarjeta roja y nos protegeremos de la casta política de todas las Españas que, como escribió Pío Baroja, “produce un elemento ambicioso, arribista, bajo e inmoral. Político y chanchullero son sinónimos”. Este punto de vista coincide con el expresado crudamente —haciendo uso de la “honestidad radical” y sin pelos en la lengua— por Stefan Zweig, en 1929: “En el discutible y a menudo sacrílego juego de la política, al que los pueblos siguen confiando de buena fe sus hijos y su futuro, no se abren paso los hombres de amplia visión moral, de inconmovibles convicciones, sino que siempre se ven desbordados por esos tahúres profesionales a los que llamamos políticos, esos artistas de las manos ágiles, las palabras vacías y los nervios fríos”. ¡Ojo al cristo, que es de plata!, el próximo 10N.

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1 COMENTARIO

  1. Manuel.. no te engañes, la escoria politica, llega a la politica por dos razones, la primera porque es basura cognitiva, sino no la atreria algo tan simplista como la politica, y la segunda porque otra ingente masa de basura cognitiva, la situa donde esta con sus votos. Las cosas siempre son muy simples, cuando se las mira cara a cara, tal como son, gusten o no

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