Hay una España, terca e impertinente en su constancia histórica, que patrimonializa la centralidad de lo que debe o no debe ser, para, sin reparo alguno, proclamar como excrecencia doctrinaria todo aquello que se sitúa en sus márgenes. Es la nación que se nos declaraba eterna y que tiene que serlo por el largo rato de su acomodo en los avatares de nuestro país. Una España añeja que tiene como natural el que ante ella sólo cabe someterse. Una ideología conservadora de país que se sustenta que necesita negar a las mayorías sociales para afirmarse a sí misma, pero cínicamente en nombre de esas mayoríaslimitar la democracia en nombre de la democracia, desvirtuar la justicia en nombre de la justicia, empobrecer a la gente en nombre de la gente, es la implantación del lenguaje orwelliano: paz es guerra, guerra es paz, en una fantasmagoría donde las palabras también nos agreden.

Un concepto retardatario de nación donde ningún ámbito ni atmósfera del Estado se encuentra ahora libre de sospecha: la corrupción generalizada instalada en todos los intersticios de las instituciones, la quiebra del sistema autonómico y las consecuentes tensiones soberanistas, la intromisión política en los órganos judiciales, el descrédito de los partidos sistémicos, la quiebra social, el tratamiento del malestar y el desencanto ciudadano únicamente desde las perspectivas del orden público y la propaganda, el déficit democrático, trazan un escenario de fractura múltiple que lleva a preguntarse si es posible una regeneración endógena del sistema.

La ecología política ha llegado a un ápice de exigencia de uniformidad que no sólo se ha hecho incompatible con cualquier tipo de alternativa sino que en este etapa reciente la alternancia ha dejado de compadecerse con la tolerancia del régimen de poder. La extravagante andanza a la que han sometido algunos dirigentes con mando en taifa al Partido Socialista en trance de autoinmolarse frustrando a sus electores, divergiendo con la militancia y orillando a la organización centenaria en la irrelevancia política con el pretexto de ese patriotismo que durante doscientos años ha sido el sostén de la España más reaccionaria y alejándose, por tanto, de los sectores más dinámicos de la población urbana; la reinvención por parte de Albert Rivera del lerrouxismo con retórica joseantoniana y casi con los mismos fines que esas arqueologías políticas tuvieron otrora; la agresividad de los poderes fácticos y mediáticos contra las fuerzas emergentes de izquierda y los nacionalistas, estrecha tanto los márgenes de lo posible en la arquitectura de la vida pública que la democracia queda de facto en pura apariencia.

Hemos pasado del bipartidismo al partido único sea cual sea el arco parlamentario y, consecuentemente, con una devaluación de hecho del voto popular. ¿Cómo se gestionará el malestar ciudadano, la lucha contra la corrupción, el soberanismo catalán, los nuevos modelos de participación, la reparación de los déficits democráticos o la dramática desigualdad? ¿Se puede realizar desde la hegemonía ideológica conservadora que los ha propiciado? Sin alternativa y ni siquiera alternancia el país seguirá siendo la espaciosa y triste España de la que se lamentaba Fray Luis de León.

Artículo anteriorEl Festival rinde homenaje al cine cubano
Artículo siguienteVuelve el Blues de las tabernas
PREMIOS Premio Internacional de Poesía “Desiderio Macías Silva.” México Premio Internacional de Poesía “Videncia.” Cuba. Premio de Poesía “Dunas y sal.” España. Premio de Poesía “Noches del Baratillo.” España. OBRA IMPRESA Penélope y las horas sin retorno. Instituto Cultural de Aguascalientes. México. Todos los días sin tu nombre. Editorial Carrión Moreno. Sevilla. El origen mitológico de Andalucía. Editorial Almuzara. Córdoba. Socialismo en tiempos difíciles. Izana ediciones. Madrid. Breve historia de la gastronomía andaluza. Editorial Castillejo. Sevilla. La cocina sevillana. Editorial Castillejo. Sevilla. La cocina musulmana de occidente. Editorial Castillejo. Sevilla.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre