En la naturaleza observamos a los animales en su acomodo biológico y homeostático y al llevarlo a nuestra conducta como seres humanos hablamos, por ejemplo, de la ‘risa de la hiena’ o de las ‘lágrimas del cocodrilo’, cosas como estas, sin más, son el resultado de una digresión de aquellas conductas a la nuestra.

Estos días, más bien estos últimos cuatro meses, hemos asistido con decepción final y hastío a lo que en un principio hubiera parecido un tiempo para cambiar la concepción de nuestra convivencia desde los ámbitos de poder en este modelo político al que damos en llamar democracia, y lo llamamos así, a veces, solo porque votamos cada cuatro años para cada una de las instituciones que nos gobiernan.

Esperar honestidad, decencia y/o dignidad de las gentes que se dedican a la política en estos, o cualquiera otros, tiempos siempre fue un acto casi de fe, pero cada día se nos hace más difícil, es cierto que hay honrosas excepciones. Esto no es algo exclusivo de unos u otros, esto se da independientemente de la venta ideológica que planteen. Yo no llamaré casta, ni pelaje, ni ralea, ni calaña, ni linaje, ni clanes, ni…, ni…, a quienes lideran grupos de poder político y económico, como tampoco entraré en si lo son, o no; basta recordar que hay una idea que ronda todas las culturas del mundo que evoca aquel adagio de ‘por sus obras les conoceréis’.

Respecto a lo ocurrido después de las elecciones durante estos últimos meses en España, y tras los nefandos cuatro años de insensibilidad e inclemencia del gobierno de la nación para con la gente corriente de este país, yo me hago una serie de preguntas ante ‘los escarceos calculados’, postureos y demás idas y venidas bien públicas, bien entre bambalinas, de los que son nuestros representantes políticos salidos de las urnas en diciembre.

¿Será verdad aquello de que el cadáver del enemigo pasará delante de ti mientras te quedas sentado a la puerta de la casa, o en este caso ante la ventana de ‘la sala de los divanes’? ¿No habrán calculado eso quienes no ganaron las elecciones a la hora de hacer sus cábalas y sus estrategias? ¿Será que la gente no está en lo de las cábalas y lo único que quieren es recuperar algo de dignidad en sus vidas, y ni unos, ni otros, están por escuchar?

Después de estas preguntas y el tiempo que ha pasado, uno se para sobre ese hastío que te cala en los huesos, y en un esfuerzo por ir a lo concreto, en la deriva de unos y otros, uno observa y sólo surgen más preguntas.

¿Será que la pose hierática del silencio en funciones rentará más que la dinámica browniana y tosca de quienes se debaten entre propiciar un cambio y ser ellos los protagonistas principales en su ejecución?

A mi particularmente es en este punto de la reflexión donde se me produce el punto de inflexión y me sobreviene un aluvión de cuestiones menos filosóficas.

¿Será que a quien nos ha gobernado con la caja registradora en la mano solo le siguen importando las cuentas por encima de las personas? ¿Será que las personas son una excusa para aquellos que propugnan un cambio por ellas? ¿Será más importante la cuestión territorial que un gobierno para restituir los derechos de los trabajadores, derogar una Ley de Educación que conculca la Igualdad de Oportunidades y llegar a un Pacto Educativo que ya estuvo muy cerca con el ministro Gabilondo, restituir el gasto público para recuperar la dignidad en Sanidad, Educación y Pensiones, impulsar la Ley de Dependencia,…; o sea legislar para la gente corriente y sus necesidades desde el cumplimiento de sus derechos constitucionales y como seres humanos?

¿Será que el pueblo es imbécil y no sabe lo que es la alta política de las fronteras del territorio, del territorio del capital y de los campos de la ideología, o será, que todo esto es cuestión de la ‘patria’ de los cueros que acomodan posaderas?

Solo quedan preguntas más o menos prosaicas, porque no nos han dado ninguna respuesta, todo han sido poses; irresponsabilidad de quienes pactando antinatura esperaban forzar a sus adversarios del mismo espectro político a aceptar un gobierno en la base de la imposible aritmética ideológica; irresponsabilidad de quien no sometiéndose a la necesaria aritmética no propone alternativa que sume la horizontalidad necesaria; irresponsabilidad de quien en la legitimidad de ganar un puñado de votos exhorta la intransigencia sobre la literalidad de un pacto alentando al desacuerdo en la natura de las cosas.

Así, el postureo hastía, la gente siempre espera que después del predicamento se dé trigo; y a fe, que en este trance, como en muchos otros, la cosecha y el reparto de la misma han sido nulos. Considero, por ende, después de todo lo visto, que todas las estrategias desde las elecciones del pasado diciembre han sido ‘un conjunto de vergonzosos sainetes’ donde se ha confundido la lógica de la ideología, lo social con lo liberal y la horizontalidad de las necesidades de la ciudadanía con el cálculo del reparto del poder.

En todo esto, la izquierda de este país de nuevo ha entrado al trapo de la derecha y ha dado un lamentable espectáculo, queriendo justificarlo en la claridad y pureza de sus ‘linderos’ ante su ‘supuesto electorado’ y olvidándose de que un gobierno horizontal requiere de cesiones transitorias para mostrar y demostrar hacia dónde debe vencerse el fiel de la balanza en la coherencia de la palabra y los hechos. Mientras, la derecha ‘blanda’ a lo suyo y la ‘dura’ en su sitio como ‘dios manda’.

Así hemos asistido a un momento histórico en el que la izquierda no sólo ha perdido la oportunidad de comenzar a retejer lo que en cuatro años ha destejido infamemente el liberalismo más feroz instalado en el gobierno de nuestra nación, sino que además se ha perdido la oportunidad de dar ejemplo para comenzar un modelo de cambio de sistema, de plantarle cara al ultraliberalismo inhumano que sigue pidiendo más sacrificios a la gente corriente en nombre de la literalidad del Capital y sus Mercados.

Lo dicho, todo un despropósito para un país que, mientras tanto, pareciera que durmiera en la nana de la multiplicidad de las tertulias y los estudios demoscópicos que definen, interesadamente, los espacios electorales que oscilan en unas necesarias y preciosas décimas para que así todos puedan decir que ‘mean un poco más lejos’ en la indolencia del pensamiento de que ‘¡el pueblo al carajo!’.

Sin rodeos creo que no estamos para populismos de ningún signo, como no estamos para celebraciones de ningún tipo y, por ello, francamente no se puede entender qué motivos tienen los líderes políticos, especialmente los de izquierda, para salir con una sonrisa en la cara después de haber fallado a todas y todos quienes les dimos nuestra confianza en la creencia de que las cosas se podían hacer de otro modo. La imagen de estas poses no indica para nada ni autocrítica ni reflexión alguna, y desde luego, esta declaración, por la vía de los hechos, en esta tesitura ante la ciudadanía, precisamente no hace crecer la confianza de ésta en la política con lo que eso conlleva en detrimento de la Democracia.

Ahora les toca, les guste o no, explicar por qué no se acuerda, ni siquiera en la clave de la expulsión del gobierno actual del poder, toca explicárselo a los parados, a los desahuciados, a quienes han de medir sus palabras en función de su hacienda o su libertad, a quienes buscan la protección del territorio ante un modelo productivo basado en la especulación que nace de una feroz ley del suelo, a los estudiantes de todos los niveles y especialmente a quienes están sufriendo el vaivén de leyes incongruentes, a los pensionistas y a los que no sabemos si podremos tener una pensión, a los dependientes que están esperando que se les reconozca y se le dé la atención que por derecho les pertenece, … Aquí no debiera valer para nadie lo que encierra el refrán popular que dice ‘Entre todos la mataron y ella sola se murió’.

Ahora tocaría dar respuestas a las preguntas que nos afectan y nos cercan en este mundo. Pero como no están dispuestos a reconocer nada, ni los de antes, ni los de ahora, ahora toca para vergüenza de nuestra clase política, volver a las urnas para que las cosas sigan sin cambiar o cambien a peor.

Así pues, no nos quepa la menor de las dudas que en los tiempos inmediatos a todo esto observaremos la mimetización de todos estos personajes, pues no se irá ni uno, en un lamento fingido escondido en la verdad de la naturaleza rapaz de la aparente indolencia del búho, o, en la supuesta risa de la hiena que espera su oportunidad para morder en la caza sin riesgo o hacer presa en los despojos de la presa muerta, o, en las sabidas lágrimas de los cocodrilos al presionar sus glándulas oculares en la fuerza terrible de sus mandíbulas mientras desgarran sin miramientos, o, el plácido vuelo en círculos sobre todo lo que pueda ser una presa muerta,…; y es que en estas y otras figuras de la naturaleza y su digresión a nuestra conducta pareciera encontrarse la única homeostasis que pudiera esperarse del ser humano.

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