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El hilo rojo

Feliz día de San Valentín

María I. Clemente Martori
María I. Clemente Martorihttp://www.mariamartori.com
Licenciada en Psicología Clínica (Blanquerna. Ramón Llull - UOC). *Postgrado en Neurorehabilitación (U.B - Institut Guttmann) *Master en Sexología ( Universidad Camilo José Cela) *Otros estudios : Ingeniera Informática (Universidad Autónoma de Barcelona). Actualmente combino mi faceta profesional de atención psicoterapéutica y sexológica en consulta, con la de Gerente de la Asociación Tandem Team Barcelona (dedicada a la atención de las personas con Discapacidad), y cuya misión es la defensa de la diferencia y la diversidad en cualquiera de los dominios de la expresión humana. De orientación ecléctica me especialicé en la atención a la discapacidad, transitando hacia la mirada individual y social de la sexualidad de este colectivo, situándome finalmente y hasta el día de hoy, en un espacio que reviste grandes vacíos, como es el reconocimiento y el derecho de la sexo-afectividad de las personas con diversidad funcional Aficiones: natación y la practica de técnicas de meditación que me ayuden a expandir la conciencia del SER.
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análisis

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Cuenta la leyenda que ya desde que nacemos estamos unidos con algunas personas, a través de un hilo rojo invisible que une nuestros dedos meñiques.

El abuelo de la luna escoge a algunos recién nacidos y les ata este lazo para que cuando se encuentren se reconozcan.

Este hilo se mantiene a lo largo de toda la vida. Y da igual la temporalidad, o la localización de estos bebés. Incluso pueden vivir en lugares opuestos de este planeta. Pero es bien cierto que cuando se vean por primera vez, ambos sabrán que hay algo que les une, que ya les unía y que les unirá… como aquellos hermanos separados al nacer…

El hilo rojo es invisible pero todos nuestros sentidos lo pueden percibir.

Ayer fue 14 de Febrero, el día de los enamorados. El día en que todas las parejas celebran su unión y se reafirman, supuestamente, en sus votos, en su entrega. Sin embargo la realidad es tan distinta a la ficción, de esa foto con filtros y retocada del “Facebook”, y del corazón con frase incluida que hoy todos colgamos del “Instagram”. Tan distinta!!!

Sin querer parecer catastrófica ni con la intención de boicotear la idea de la pareja romántica, pues para cada persona existe una fórmula particular, sí me veo obligada, y más tras un día como el de ayer, a hacer una dura crítica a los modelos arcaicos y rígidos que todavía encorsetan las infinitas formas de relacionarnos con el otro.

Y así aceptamos como normales preguntas que se refieren a la pareja, como… “¿Pero estáis o no estáis?”… “¿Seguís juntos o estáis separados?”…

Y sin querer parecer cínica, me sonrío por dentro y me pregunto…. ¿Y qué es para ti estar juntos? ¿Vivir bajo el mismo techo? ¿Sentarse cada noche en el mismo sofá, para ver la tv, comentar la rutina del día y seguir como dos sujetos aislados dentro del propio individualismo, mientras navegamos por las infinitas redes sociales de nuestro móvil, o simplemente permanecemos en ese silencio que habla mas que calla? ¿Es eso estar juntos para ti? ¿Seguir en el compromiso que pactamos hace 25 años, y que hoy, y sin sentido, se vive más como una condena que como un voto renovado? ¿Es eso?

nos conformamos con la cadena perpetua de matrimonios sin sentido

Mi decepción ante la cobardía del ser humano va “in creccendo” día a día. Nos empecinamos en seguir encajonados en fórmulas que no nos satisfacen, y en lugar de tener la valentía para descubrir que nos gustaría realmente compartir con el otro, nos conformamos con la cadena perpetua de matrimonios sin sentido.
Para mí, estar casado o estar en pareja va mucho mas allá del hecho de tener hijos, un proyecto en común o de compartir un mismo techo. La hipoteca y los ladrillos, son eso, entes materiales. Mientras que el amor se dibuja entre esferas sutiles y etéreas que poco saben de compromisos.

Y si en ese camino las cartas cambian, deberemos ser capaces de barajar de nuevo y volver a repartir…. Y quien sabe. Quizás con un poco suerte, y sobretodo con la valentía para quizás perderlo todo, pueden volver a salir unas buenas fichas, o incluso repetir con las mismas…
Venimos arrastrando un lastre casi milenario.

“Te prometo amor y fidelidad hasta que la muerte nos separe”.

Cuánto sentido tenía esta promesa cuando la esperanza de vida no superaba los 35 años. ¿Pero ahora, que cada día morimos mas tarde…¿De verdad pretendemos vivir bajo la esclavitud de esta sentencia de vida?

El amor de pareja, aquel que nos mueve y nos activa hacia la vida, tiene los días contados. Y eso es una realidad que debemos aceptar si pretendemos ser medianamente felices. No hacerlo es quedarse anclado a una fantasía, preciosa eso si, pero pueril, que genera una gran dosis de frustración.

Quien vive en la expectativa del amor eterno, sin duda quedará enterrado bajo su propio castillo de naipes.

El amor efectivamente es eterno. Pero no el amor hacia un único ser humano. No hacia un marido o hacia una esposa y mujer. Sino que en el amor se debe vivir y fluir constantemente, y solo desde ahí seremos capaces de aceptar las infinitas formas de adaptarse a las realidades y complejidades que con cada pareja debemos encajar.

Creo firmemente que desde la mas humilde aceptación de que en el amor no hay blancos ni negros… ni “se está” o “no se está”… ni se ama ni se odia. Solo desde la observación y la aceptación de dicha complejidad, seremos capaces de crear vínculos significativos y que nutran realmente nuestra vida.

En mi caso, y que no tiene por qué ser generalizable, he sentido de un modo fulminante ese hilo rojo que a lo largo de mi vida me ha unido a ciertas personas. Con cada una de ellas he podido desarrollar y dar cabida a un amor distinto, en sus matices y en sus riquezas, sin poder comparar, ni priorizar cual de ellos es mejor o mas importante. Porque cuando el hilo nos une, no hay verbos ni pronombres para describirlo.

Sin embargo las realidades de estas uniones también tienen su vida, su ciclo. Y del mismo modo que nosotros nacemos, crecemos, nos desarrollamos y morimos, también la vida sentimental vive un evolución semejante.

Quiero puntualizar, eso sí, y con la única intención de transmitir un sentimiento muy propio y personal, (y ahí quizás peco de ingenua, pero es lo que a mi me funciona): creo que nuestro error como seres amantes es querer cortar ese hilo rojo ante la impotencia y la frustración de no ser capaces de eternizar el enamoramiento. Y creo que nos ayudaría y mucho aceptar que así son los encuentros y que así son los amores. Nacen, evolucionan, se apagan y se diluyen en sus cenizas. Sin embargo, y ahí viene mi propuesta, creo que no por ello, no por el hecho de ser realistas y aceptar este principio, deberíamos cortar ese hilo rojo que sigue unido de meñique a meñique, y que deberíamos honrar y respetar como algo casi sagrado.

Tan sabio y maduro es saber aceptar que la pasión se desvanece y que el enamoramiento es pasajero, como tener la capacidad de mantener, no romper y seguir amando lo que queda después de tan bello camino compartido.

Los amores nunca deberían ni olvidarse ni separarse.

Hacerlo es intentar cortar lo que el destino y el abuelo de la luna unió nada mas nacer.
El invisible hilo rojo.

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