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El gaokao y las pau

Manuel I. Cabezas González
Manuel I. Cabezas González
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB)
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análisis

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COMPARACIONES. Según la sabiduría popular, las comparaciones son siempre odiosas. Sin embrago, como han demostrado, por ejemplo, la zoología y la botánica de los siglos XVIII-XIX, y la lingüística del XIX, las comparaciones, usadas con mimo, pueden permitir descubrir lo velado por los árboles que no dejan ver el bosque. En efecto, como dijo un científico, las comparaciones permiten ver otra cosa a alguien, a pesar de mirar lo mismo que las demás personas.

Así, por ejemplo, en el siglo XIX, los lingüistas sacaron mucho provecho del “método comparativo”. Éste les permitió crear la primera lingüística científica: la “lingüística comparada”, base y fundamento de la “lingüística histórica”. Y fue también el caso de los zoólogos y botánicos decimonónicos, que clasificaron animales y plantas cotejándolos. Hoy, a punto de que tengan lugar las pruebas de acceso a la universidad (PAU), voy a utilizar el método comparativo /contrastivo para analizar estas pruebas españolas (pasaporte de acceso a la universidad) confrontándolas con el GAOKAO chino.

El GAOKAO. En China, el gaokao (gran examen) es conocido como “la batalla por el porvenir”. Se trata del examen que da acceso a la universidad y que tiene lugar, cada año, a principios de junio, durante dos o tres días. Es el acontecimiento mediático, junto con el Nuevo Año Chino y el Día Nacional, más importante de China. Paraliza todo el país y tiene en vilo tanto a estudiantes como a padres. Y con razón.

De él depende el futuro laboral, económico y social de toda la familia, ya que se trata del único ascensor social para millones de jóvenes y sus familias. Es el “¡Ábrete, Sésamo!” hacia mejores perspectivas profesionales. Por eso, padres e hijos-candidatos ponen toda la carne en el asador: horas interminables de estudio, dietas especiales, rezos e incienso en los templos, ingestión de fármacos, píldoras anticonceptivas para inhibir la menstruación de las chicas, masajes y acupuntura, alquiler de habitaciones cerca de los centros donde tiene lugar el gaokao, contratación incluso de los servicios de una gaokao baomu (niñera de examen). Esto, y mucho más, para conseguir entrar en la universidad.

A pesar de todos estos medios, preparativos y precauciones, el gaokao es un examen que deja en la cuneta a una buena parte de los candidatos. La competición es feroz; y la selección, brutal. Por eso, puede ser considerado como una verdadera guillotina social: sólo suelen superarlo un poco más de la mitad de los presentados. Ante la demanda creciente de estudios universitarios (unos 9 millones de candidatos, cada año), el gaokao, en el que no se tiene en cuenta el expediente académico anterior, pretende, por un lado, seleccionar a los mejores estudiantes; y, por el otro, distribuirlos entre las distintas universidades, en función del mérito y no del guanxi (relaciones o contactos).

Las PAU. A primeros de junio, tanto en Cataluña como en el resto de las CC. AA. de España, tienen lugar igualmente las “pruebas de acceso a la universidad” (PAU), denominadas también la “selectividad”. Con estas pruebas se pretende valorar la madurez académica de los candidatos, así como los conocimientos adquiridos durante el bachillerato y la capacidad para seguir con provecho y éxito las enseñanzas universitarias. Ahora bien, en esta evaluación para acceder a la universidad, se toma en consideración, además de las PAU, el expediente académico (ésta es una primera singularidad en relación con el gaokao chino).

Ahora bien, a diferencia del gaokao, las PAU no son selectivas. En efecto, en Cataluña, los porcentajes de aprobados sobrepasan el 90% y se sitúan, normalmente, alrededor del 95%. Por eso, puede afirmarse que no seleccionan a los mejores estudiantes, ni a aquellos que tienen las competencias necesarias para hacer estudios universitarios. Son prácticamente un simple trámite formal y, por lo tanto, sin ninguna funcionalidad evaluadora. Por eso, se puede decir que traicionan o entran en contradicción con el contenido semántico de la otra denominación de las PAU: la “selectividad”.

Un corrector de las PAU, Josep Lluis Negreira, (profesor de historia en un I.E.S.) ha constatado que los exámenes de las PAU están llenos de faltas de ortografía, que la expresión lingüística de los candidatos es muy deficiente y que el conocimiento del tema (en su caso, histórico) es nulo o muy escaso. Y los que trabajamos en la universidad constatamos, año tras año, que muchos de los nuevos estudiantes universitarios llegan sin las competencias básicas (saber tomar notas, reflexionar, argumentar, redactar y leer), condición sine qua non para aprovechar, optimizar y rentabilizar la estancia en la universidad. Josep Lluis Negreira se pregunta, y yo me lo pregunto también, cómo es posible que se dé el título de Bachillerato, que aprueben las PAU y que puedan acceder a la Universidad jóvenes con tamañas lagunas tanto en sus competencias lingüísticas básicas como en conocimientos.

Ante la realidad incontestable y verificable de estos testimonios, llama la atención las vergonzosas actitudes y declaraciones de las autoridades universitarias catalanas y de la casta política gobernante que hablan de “éxitos maravillosos”. Y, al mismo tiempo, valoran positivamente el funcionamiento de las PAU, considerándolas un buen instrumento para regular el acceso a la universidad y declarando que las seguirán utilizando a pesar de la intención del ex ministro José I. Wert, en su día, de eliminarlas. Y además se permiten afirmar que la juventud actual es la mejor y más formada de la historia de España. ¡Qué irresponsabilidad! ¡Qué desfachatez! ¡Qué cinismo!

Esta falaz, infundada e interesada opinión “oficial” sobre las PAU coincide, además, con una serie de incidencias, de las que se han hecho eco los medios de comunicación (cf. las PAU de 2013): errores de contenido y ortográficos e imprecisiones o deficiencias en la elaboración de las mismas. ¿Dónde estaba la “Comisión Coordinadora de las PAU”, presidida por Pilar Gómez, responsable del contenido, de la redacción y de todo el proceso de elaboración de las PAU? ¿Dónde estaban los correctores del “Institut d’Estudis Catalans”, responsables de la corrección lingüística y de la impresión? Ni estaban, ni se les esperaba. Y sucedió lo previsible: un cúmulo de errores, inaceptables e injustificables, aparecieron en unas pruebas oficiales, concebidas y gestadas, sin el seguimiento y la profesionalidad necesarios, durante meses.

ERGO. Si las PAU no cumplen con su función selectiva, como es el caso del “gaokao” chino, ¿por qué se siguen celebrando? ¿Y por qué el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, el pasado 6 de septiembre de 2013, reiteró que las mantendría contra el criterio del ministerio presidido por José I. Wert, que quería eliminarlas? ¿Para qué sirven? Aunque la realización de las PAU tiene un coste económico, una simple multiplicación permite cuantificar los ingresos económicos, para la Administración catalana, por satisfacción de tasas: si cada año hay unos 30.000 estudiantes inscritos x unos 150€ de tasas por candidato = unos 4.500.000€. Por eso, se podría inferir que las PAU son simplemente una fuente de ingresos más y sólo sirven para hacer caja. Por otro lado, al no tener carácter selectivo, las PAU permiten que las aulas se llenen de estudiantes y así se puedan mantener departamentos, planes de estudios y puestos de trabajo del profesorado asociado.

Las Universidades españolas están tirando piedras contra sus propios tejados y se están haciendo un flaco favor a sí mismas al no seleccionar a los más capaces, contribuyendo además a masificar la enseñanza universitaria. Así, las universidades, las facultades y los departamentos, hipertrofiados todas y todos, consiguen mantener la demanda, ralentizando la caída del flujo de nuevos “clientes”, y justificar el statu quo de la carga docente y la estabilidad laboral del profesorado, aunque muchos de los que llegan a los estudios superiores no hubieran debido franquear las puertas de la universidad. Ahí están los resultados, año tras año, de los informes PISA y de la OCDE, donde los jóvenes españoles están en el furgón de cola, o los rankings de las mejores universidades del mundo, entre las 200 primeras no hay ninguna española. Y a esto está también contribuyendo el engaño-estafa de los nuevos planes de estudio a la boloñesa, inspirados en el denominado Plan de Bolonia, de los que nos ocuparemos en otro momento.

 

Coda: “Je ne demande pas à être approuvé, mais à être examiné et, si l’on me condamne, qu’on m’éclaire” (Ch. Nodier).

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