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El gallinero del PP sevillano demuestra que Casado no sabe gobernar ni su propio partido

Rumores de pucherazo en la primera vuelta antes del Congreso Provincial

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análisis

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Buena parte del PP andaluz ha dicho no al trumpismo madrileño que quieren implantar Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. La primera vuelta en el proceso electoral interno del partido en Sevilla, celebrada este fin de semana, ha servido para evidenciar la guerra soterrada que existe entre los “bonillistas” (partidarios del barón territorial Juanma Moreno Bonilla) y los oficialistas o casadistas (que pretenden controlarlo todo desde la Ejecutiva nacional en Génova 13). Se trataba de una votación crucial para la elección de compromisarios y candidaturas de cara al XXV Congreso Provincial del Partido Popular que debe celebrarse el próximo 27 de marzo, pero lejos de haber servido para escenificar la unidad y fortaleza de la formación azul, la cosa ha terminado como el rosario de la aurora. Los rumores de pucherazo, divisiones familiares, rencillas y ambiciones personalistas se han desatado.

En realidad, el conato de incendio sevillano, que puede propagarse a otras comunidades autónomas, tiene que ver con dos ideas contrapuestas, dos proyectos diferentes y dos concepciones distintas sobre el futuro del partido, hoy en horas bajas por la anemia de votos, la pérdida de credibilidad por los casos de corrupción y la feroz competencia de Vox. Casado se encuentra en su momento de mayor debilidad y solo un golpe de suerte en Madrid, con una victoria aplastante de Isabel Díaz Ayuso, puede devolverle algo de vigor a su liderazgo.

Sin embargo, algunos feudos o taifas como Andalucía se le están desmandando, ya que no reconocen el poder centralizador frente al de las pujantes delegaciones regionales, que a fecha de hoy se muestran mucho más consolidadas y asentadas que el proyecto popular a nivel nacional. A Moreno Bonilla y demás barones periféricos no les debe hacer maldita la gracia que una señora de Madrid como IDA trate de imponer su filosofía unificadora y su estilo duro de hacer política. La presidenta castiza es trumpismo en estado puro y no cejará en su empeño de instaurar en la capital una suerte de nuevo falangismo folclórico y naíf con el apoyo de la extrema derecha de Vox.

Últimamente ya resulta imposible diferenciar entre el discurso de Ayuso y el de Rocío Monasterio, la gazmoña diva ultra madrileña. Ambas hablan la misma lengua y con los mismos tonos y clichés (“comunismo o libertad”) en un curioso fenómeno de simbiosis, contagio o clonación de corriente de pensamiento. Ayuso y Monasterio trabajan desde hace tiempo en una única onda, y si el liderazgo de la presidenta madrileña no está en peligro es precisamente porque la extrema derecha la ha aceptado como una más y piensa apoyarla en todo. “IDA es una de las nuestras; la tenemos controlada”, le dirá Monasterio a Santiago Abascal, cada mañana, cuando le pase el parte previo a la decisiva batalla de Madrid.

El modelo madrileño de confluencia de las derechas, la reedición de la nueva CEDA exportable a otras regiones españolas, está más que asegurada, pero a Moreno Bonilla no le gusta que le den órdenes desde Villa y Corte, de modo que han estallado las hostilidades entre Génova y el Palacio de San Telmo. Las elecciones del PP de Sevilla han servido para constatar que la supuesta autonomía de las sucursales territoriales no existe, ya que a la hora de la verdad llega Casado, da un puñetazo encima de la mesa e impone al delfín o delfina de turno. Cuenta la prensa local que la dirección nacional y la regional se han enzarzado en acusaciones y amenazas después de que la candidatura avalada por Madrid se haya impuesto con rotundidad. Hasta tal punto que el tira y afloja, el enfrentamiento público del mundo pepero sevillano, ha adquirido ya tintes de guerra abierta.

Finalmente, la candidata propuesta por Casado, Virginia Pérez, ha terminado imponiéndose a Juan Ávila, el alcalde de Carmona que era la apuesta personal de Moreno Bonilla. El aparente claro resultado –1.176 votos de Pérez frente a 742 de su rival– no ha apaciguado los ánimos y algunas voces del partido andaluz hablan ya de irregularidades en el proceso electoral. Es justo lo que le faltaba al Partido Popular casadista. Tras la escandalosa semana del tamayazo murciano y el caso de la supuesta compra de tres escaños de Ciudadanos para mantener en el poder a López Miras (un asunto que ha reducido la democracia a la categoría de zoco, rastro o mercadillo persa), ahora se abre la temporada primavera verano del pucherazo dominical. Algo huele mal en la ribera del Guadalquivir cuando las palabras que más se han pronunciado en los comicios de este fin de semana han sido “caos”, “irregularidad” y “amaño”.

La raíz del enfrentamiento soterrado está en que los “bonillistas” entienden que se ha dejado fuera del proceso electoral a cientos de afiliados que no estaban al día con el pago de las cuotas, un asunto que ha llegado a los tribunales (un juzgado local ya ha sentenciado que la situación de impago no priva de sus derechos de participación a los militantes, todavía menos cuando han mostrado su voluntad de abonar los atrasos y ponerse al día con el partido). Los rumores de pucherazo se han disparado cuando se ha sabido que pese a que el PP de Sevilla tiene alrededor de 20.000 militantes, solo se inscribieron en el censo oficial del congreso 2.120, un dato que se une al hecho de que miembros enviados por la dirección nacional de Madrid hicieron las veces de comisariado político, a pie de urna, para que no hubiera sorpresas a última hora.

Si el gallinero se extiende a otras comunidades autónomas, enquistando la lucha interna entre ambas familias, es algo que solo el tiempo lo dirá. Andalucía es tierra orgullosa y a un andaluz, ya sea de izquierdas o de derechas, no le digas tú que una enviada del jefe va a llegar de la capital a poner orden, sobre todo cuando Madrid es un caos pandémico por las políticas suicidas, negacionistas y economicistas de IDA mientras que Andalucía está tratando de hacer las cosas bien. Moreno Bonilla, como el resto de barones regionales, ha adquirido mucho poder, quizá demasiado para Casado, que ve peligrar su debilitado liderazgo. Al sucesor de Rajoy no le interesa que haya demasiados aspirantes con fuerza y empuje (con Núñez Feijóo en Galicia, el siempre aspirante a hacerle sombra, ya tiene bastante), de modo que ha decidido controlar los patios traseros de las respectivas delegaciones. Casado monta un circo y le crecen los enanos. Tiene el partido convertido en una jaula de grillos, pero él insiste en ser presidente del Gobierno de España algún día. Los sueños, sueños son.

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1 COMENTARIO

  1. ¿De 20.000 militantes solo se han inscrito para votar 2.120?
    Esto me suena a lo mismo que cuando decían que tenían 800.000 militantes: lavado de dinero negro a través de cuotas ficticias. Algo muy del PP.
    A ver si esa cosa que llaman «justicia» avanza de una vez y se empieza a ver un buen desfile de sinvergüenzas camino del trullo.

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