El final de la crisis del Open Arms deja una Europa insolidaria, una Italia fascista y una España cobarde

El desembarco de los migrantes por orden de la Fiscalía de Italia pone fin a la crisis pero sigue en cuestión la razón de ser de la UE que no respeta los derechos humanos

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El buque de rescate Open Arms ha llegado a última hora de este martes al puerto de Lampedusa, en Italia, después de esperar durante 19 días la autorización para desembarcar a los migrantes y refugiados que fueron recogidos en el mar, ha informado Europa Press. “Por fin, después de 19 días cautivos en la cubierta de un barco, todas las personas a bordo pisarán tierra firme”, han celebrado desde la oenegé de Oscar Camps.

Tras la resolución de la crisis humanitaria cabe realizar varias consideraciones: en primer lugar, que el problema de la inmigración descontrolada va a seguir estando ahí, conviviendo con nosotros durante mucho tiempo, y que los países tendrán que afrontarlo con políticas reales eficaces más allá del populismo demagógico. En segundo término, la inquietante comprobación de que el Derecho Internacional y el Derecho Marítimo, herramientas y resortes jurídicos que desde el final de la Segunda Guerra Mundial habían servido para regular las relaciones entre los países, han saltado por los aires por influencia de los nuevos fascismos emergentes, de manera que el marco legal ya no sirve y la UE, si quiere seguir subsistiendo, tendrá que articular respuestas políticas contundentes, como una condena contra Italia (con sanciones económicas duras) por su cruel e inhumanitaria gestión de la crisis y dar un nuevo impulso a la protección de los derechos humanos en territorio europeo.

Y en tercer lugar, y quizá lo más preocupante de todo, que los regímenes fascistas de nuevo cuño no son una broma, ni un juego de niños, ni una película de ciencia ficción. Gente como Matteo Salvini es muy peligrosa. Con su decreto de “puertos cerrados” y su negativa a ayudar a seres humanos en peligro, el ministro del Interior sale de esta crisis como un auténtico torturador capaz de mantener secuestradas a más de 100 personas en una embarcación de salvamento. Los nuevos nazis han llegado para quedarse porque cuentan con un respaldo popular de votantes que piensan como ellos y miran para otro lado cuando ven gente muriendo en el mar, miles de ciudadanos asustados ante la inmigración que en definitiva apuestan por ideologías racistas cada vez que llega el momento de depositar el voto en una urna. Cuesta trabajo ver cómo un modesto y pacífico pueblo de pescadores como el de Lampedusa, que remonta su historia a los tiempos de Homero y que durante cientos de años ha sido una sociedad ejemplar formada por gente trabajadora y humilde que ayudaba a quien lo necesitaba en el mar, ha quedado marcado para siempre con la mancha infame de la xenofobia. El recuerdo de este triste episodio pesará durante mucho tiempo, como un simbólico estigma, sobre sus habitantes y el buen nombre de la ciudad.

En definitiva, lo que está en juego es un problema tan antiguo como la especie humana. La eterna lucha del bien contra el mal. La civilización o la barbarie. La organización de una sociedad mediante valores políticos que tienen en cuenta los derechos humanos o la opción del totalitarismo encarnada por un caudillo bravucón, inepto y desalmado que parecía derrotada pero que ha resucitado en Europa con una fuerza inédita. En ese sentido, la posición de España también ha quedado en entredicho. En lugar de hacer frente al fascista Salvini y traer a los migrantes a un puerto seguro en España (el barco rescatador tenía bandera de nuestro país, no lo olvidemos) el Ejecutivo socialista ha preferido optar por no incurrir en un conflicto diplomático con Italia y también ha renunciado a liderar un movimiento de países solidarios europeos que podría haber presionado a los Estados socios más xenófobos para abordar con rigor y eficacia el drama humano de la inmigración. La decisión de Sánchez de enviar al buque de la Armada Audaz para escoltar a los migrantes al puerto de Palma de Mallorca llegó tarde y como mero gesto de cara a la galería. Se tardó demasiado en socorrer a toda esa pobre gente. De modo que al Ejecutivo de Madrid le ha faltado valentía, firme compromiso y capacidad de reacción.

De momento, y esa es la buena noticia, el Open Arms ya está en puerto seguro. Los refugiados están siendo atendidos por médicos y psicólogos, como exigía cualquier lógica humana. “Por fin, se acaba la pesadilla y las 83 personas a bordo recibirán asistencia inmediata en tierra”, celebran los responsables de la organización humanitaria. La Fiscalía de Agrigento, en Sicilia, ha ordenado el secuestro provisional del buque y el desembarco de las decenas de víctimas del naufragio en tierras italianas. La decisión tomada por el fiscal Luigi Patronaggio llega después de comprobar las condiciones lamentables de higiene y salubridad en las que viajaban los pasajeros. Ahora la Europa paralizada por el miedo y el racismo vuelve a mirar de nuevo hacia la frontera sur del Mediterráneo y se pregunta cuánto tiempo tardará en llegar un nuevo barco repleto de gente desesperada.

3 COMENTARIOS

  1. Europa insolidaria, etc etc. Y las pateras que están entrando día si y día no en aguas españolas? Y la ingente cantidad de turcos y habitantes de otras regiones en Alemania? Y los problemas de seguridad en algunos barrios de países del norte de Europa?. No habló el ISIS de conquistar Europa por la vía de la inmigración y tener hijos aquí? No es esto una especie de «marcha verde» pacífica?… Una cosa es la emigración económica y otra por causas bélicas… Porqué toda la emigración viene a Europa cuando hay otros países del magreb que no tienen guerras?. Parece que Europa tiene la culpa de todos los problemas del mundo, los problemas bélicos de Africa son por las fallidas revoluciones y los diferentes clanes que quieren imponer su criterio, además de por grupos yihadistas.

  2. En mi pueblo ( y supongo que esto pasara en la mayoria ) a todos estes que vienen de fuera,el concello les da ayudas ,trabajo, vivienda, y los del pueblo que estan parados nada de nada.

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