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El fascismo a debate

Joaquín Rivas Nieto
Joaquín Rivas Nieto
Abandona sus estudios de ingeniería en 1972 para dedicarse plenamente a la pintura, su procedencia familiar que en parte le lleva a sumergirse en el pragmatismo de la ingeniería y la Arquitectura le marcan, aunque siguen siendo sus raíces las que establecen la línea de pensamiento, que aun habiendo llegado a una abstracción que podríamos definir como Lírica, siguen primando. Estudia en Madrid con diferentes pintores, ampliando posteriormente sus conocimientos con estancias en Nueva York, París, Londres, Marrakech, Essaouira y algunas ciudades de Italia, Alemania etc. Estudia Ortofónía, Música, Canto, Danza, Teatro y Cine. En Londres trabaja durante año y medio en estos apar¬tados, además de dedicarse al estudio de la pintura del Renacimiento que complementa realizando copias de Andrea del Sarto y Botticelli en la National Gallery, alternando con la investigación en la pintura contemporánea. Actúa como comisario de exposiciones en Madrid, Ciudad Real, Estrasburgo, Marruecos. Promotor y comisario de la I Muestra Internacional de Arte y Promotor, director y comisario de la II Muestra de Ciudad Real. En la actualidad aunque la pintura ocupa la mayor parte de su tiempo, es la escultura y el estudio de las nuevas tecnologías aplicadas a la creatividad en todas las facetas, simultaneando las diferentes técnicas y teorías de la expresión que le permitan percibir y generar obras con nuevas propuestas.
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análisis

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La ultraderecha, es decir el fascismo, está atrapando en nuestra democracia cotas de poder hasta el presente desconocidas. La derecha recalcitrantemente fanática del pp, la que ñoñamente patalea y hace pucheros cuando pierde en las urnas, no sólo comparte contenido, colabora y compite con Vox. El  Consejo General del Poder Judicial, al presente, okupa en dicha institución, se auto-faculta para resistir, usurpando la soberanía de la Constitución, en un territorio que ya no les pertenece. Sin vergüenza, con mandato viciado ya caducado, se inclina, cómo no, coherente con su falta de ética, (quizá por eso del buen sueldo y privilegios) a aseverar,  que la apología del franquismo, fascismo, está guarecida por ley. Su ley.                                                                                                                    

No es menor el asunto. Es una cuestión de Estado, que afecta, colisionando con notorio ultraje, los derechos humanos. Tratamos de nada menos que del fascismo, una ideología que sembró el terror y la muerte en Europa, que trajo el averno a la tierra y pretende resurgir.  Reflexionemos sobre cómo luchar  contra esta maldad y cómo obstaculizar todo lo que lo favorezca, alimenta.   Veamos. En el CGPJ, lo justifican,  con carencias en la reflexión,  falta de arresto democrático y escasa atención a los sentimientos ajenos; no sólo de las víctimas. Su coartada, subterfugio,  es tan simple como bochornoso: <Si no se humilla a las víctimas>.  Bien, pero: ¿Es posible, en esta sentencia, una mayor contradicción, simpleza, patología ideológica, mentecatez, o, y, pobreza intelectual? La libertad de expresión en el contexto de  la exaltación del fascismo,  tiene un claro límite. No es libertad de expresión cuando cabalgando sobre ese enunciado,  se pisotea la dignidad de muchos, y se aplaude y glorifica a los que dieron un golpe de estado; a quienes torturaron, encarcelaron, asesinaron, a inocentes, planificando un genocidio contra todos los que defendían legítimamente la república, los derechos humanos conseguidos,  y a los que querían perpetuar la democracia.       

Durante más de cuarenta años la sociedad se vio sometida a una despiadada e implacable vigilancia y, a un ñoño, mojigato, simplón, pero efectivo adoctrinamiento fascista; sus efectos se extienden en el tiempo. La falta de conocimiento sobre la patraña tremebunda de la sangrienta dictadura, la falla en la enseñanza de nuestra historia reciente en las escuelas, Universidades, favorece, por oscurantismo, ignorancia, de demasiadas personas, el blanqueo del fascismo.     Tenemos que programar que en las escuelas se platique y se estudien todas las fisonomías del fascismo, totalitarismo, dictaduras, como la de Hitler, Mussolini, Stalin, Franco,,,,,,,,,. Durante su larga y funesta vigencia,  la espeluznante dictadura franquista  encarcelaba, torturaba y asesinaba a los que no pensaban como ellos y levantaban su voz contra el golpe de estado, contra el terror organizado.                                                                                         

Refrendo. No es libertad de expresión dar forraje al fascismo; es alimentar a la bestia, que desplegará, si engorda, su indiscriminada violencia. No, esto no es materia de libertad de expresión, es ni más ni menos que la defensa, a más de la vida, -recordemos, de más de 26 millones de ciudadanos-,  de todos los valores democráticos que tanto les ha costado a nuestros mayores y que entre sus herederos, nosotros, debemos mantener y salvaguardar. Estamos defendiendo la vida y la dignidad de toda la sociedad. Tenemos un problema,  grave y peligroso con muchos de nuestros jueces, que más parecen aprendices de dictador. Jueces que proceden de manera interesada o con carencias intelectuales, o y patología ideológica. Y nos preguntamos: ¿Cuándo lograremos que ensalzar, glorificar al asesino dictador Franco y secuaces y, alabar las inhumanas salvajadas que idearon, impusieron y ejecutaron, sea un grave delito? Defender, amparar, patrocinar, al sanguinario dictador, a sus cómplices, es ultrajar, repudiar y despreciar a millones de personas que sufrieron tortura, cárcel, asesinatos, exilio; sin olvidar a miles de niños y niñas que fueron arrancados de los brazos de sus padres, de su tierra, y a los que se quedaron huérfanos, huertanas.                                                                                

No debemos seguir permitiendo, lo que el CGPJ pretende, blanquear el fascismo y, que impunemente se pueda exaltar y reverenciar a los que simple y llanamente fueron salvajes asesinos; cuya finalidad, no nos engañemos, fue la de apoderarse de un país, sembrando el terror, para poder robar todo lo que pudieron y más. Millones de seres humanos padecieron todos esos horrores, por la demencial ambición desmedida de unos pocos. Qué barbaridad, qué atrocidad, cuánta perversidad. No debemos alabar, menos obviar  dicha maldad. Tenemos que seguir exigiendo y conseguir que, ensalzar al asesino dictador Franco y adictos sea un delito. Alemania e Italia  lo tienen claro. Hay que cerrarle las puertas al fascismo, si no deseamos que otra hecatombe, pueda campar diseminando su esquizofrenia, su locura,  por nuestras haciendas. Y termino: Es la obligación de toda democracia continuar investigando, estudiando, cómo se puede lograr que los ciudadanos, a nivel planetario, desarrollen un pensamiento crítico, donde la lógica, la razón y la ética predominen. Pero mientras tanto, sí sabemos que si incluyéramos de una vez, más seriamente, con  pedagogía moderna, el estudio de la filosofía y de nuestra historia,  en nuestras aulas, la capacidad de razonar y reflexionar se amplificaría hasta el punto de colegir con meridiana claridad, sin posible autoengaño, si lo que pienso es fruto de mi reflexión o reflejo de lo adoctrinado. Si filosofo yo o soy el médium del pensamiento de otros.

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3 COMENTARIOS

  1. En la RDA construyeron un muro y pusieron vigilantes armados para que nadie escapara del paraíso comunistas. En los países donde los comunistas alcanzaron el poder (en todos) la libertad fue suprimida y los disidentes terminaron en campos de concentración o en fosas comunes.

    Los regímenes totalitarios comunistas de RDA, Rumanía, Rusia, Camboya, o Albania, fueron tan liberticidas y sanguinarios como los regímenes fascistas de Italia o de Franco.

    El fascismo azul es un peligro para la democracia, pero no lo es menos el fascismo rojo del que ya tenemos varios ministras en el gobierno.

    • No perdamos de contexto, que el comunismo fue una teoría, una filosofía de los que cuestionaron las condiciones brutales de los trabajadores y su forzado modo de vida, en un determinado y terrorífico periodo de la humanidad. Se quedó esencialmente en teoría, aunque sí contribuyo a mejorar la vida y economía. Ninguno de los países, que explotando dicha tesis, se adjetivó comunista, lo fue. La teoría y praxis de esta aportación teórica para denunciar y corregir tamañas injusticias, en ningún momento dejó escrito ni avaló la salvaje violencia de estos que se decían estados comunistas. Por no extenderme en otros países, menciono a Rusia, que autoproclamándose comunista, jamás lo fue en realidad. Stalin fue simple, llana y desgraciadamente un asesino y sangriento dictador; como otros dictadores, a la postre, fascistas, que se arrogaban, arrogan, a sabiendas del engaño, de países comunistas.

  2. Opinión y blogs

    SOBRE ESTE BLOG 

    El capitalismo es un enfermo crónico

    El sociólogo alemán Wolfgang Streeck constata en su último libro la incapacidad de la sociedad capitalista para encontrar respuestas ágiles a los problemas actuales

    Su pronóstico es que el modelo vigente no será, como mínimo a corto plazo, sustituido por un sistema social alternativo, sino que prolongará su enfermedad en un período largo de entropía social y desorden

    El problema es que reemplazar la ideología, las instituciones y los líderes de la sociedad capitalista exige precisamente disponer de alternativas, y estas no son hoy por hoy evidentes

    Letrero de Wall Street en Nueva York FOTO: Ramy Majouji.

    Ricard Ruiz de Querol

    20 de noviembre de 2017 20:10h

    Una de las características de ¿Cómo terminará el capitalismo? (Traficantes de Sueños) es que su autor, Wolfgang Streeck, no es un economista, sino un sociólogo. De ahí que su objetivo no sea el análisis de la economía capitalista, sino el de una sociedad capitalista en decadencia, que se colapsa como consecuencia de las contradicciones manifiestas en su propio éxito, pero también como resultado de haber debilitado o incluso laminado propuestas alternativas.

    En cuanto a las contradicciones de la sociedad capitalista, la referencia sigue siendo el diagnóstico de Karl Polanyi (La gran transformación, Virus Editorial) acerca de la consideración capitalista del trabajo, la naturaleza y el dinero como falsos bienes que se intercambian sin límites en una economía de mercado que quiere ser autorregulada. Las consecuencias de esta ideología se evidencian hoy en la simultaneidad de la crisis medioambiental y de los mercados inmobiliarios, de la cronificación del paro y del subempleo, así como en las carencias del control democrático a los abusos de los mercados financieros.

    Lo que el autor constata es la incapacidad de la sociedad capitalista actual para encontrar respuestas ágiles a los problemas manifiestos de la conjunción de un crecimiento económico débil, del aumento de la desigualdad, del endeudamiento crónico propiciado por la dominancia de la economía financiera, de la consolidación de oligopolios de facto, incluyendo los basados en la disrupción de base tecnológica, todos ellos trufados por una corrupción omnipresente. Algo que atribuye al resultado del auge de la ideología neoliberal a partir de los años setenta.

    Su pronóstico, en lo que constituye una de sus propuestas más distintivas, es que la sociedad capitalista no será, como mínimo a corto plazo, sustituida por un sistema social alternativo, sino que prolongará su enfermedad en un período largo de interregno, de entropía social y de desorden. Un período, en línea con el arquetipo de sociedad líquida popularizado por Zygmung Bauman, en el que los individuos se verán confrontados a la necesidad de vivir privados de la orientación y la protección de las instituciones y acuerdos colectivos implícitos en lo que intuitivamente se entendía como la sociedad.

    Desde esta perspectiva, el problema de base es la construcción o reconstrucción de unas bases alternativas a las de la sociedad capitalista. El alcance y las consecuencias todavía manifiestas de la crisis de 2007-2008 ha propiciado el descrédito tanto de instituciones que han sido los pilares de la sociedad capitalista durante las últimas décadas como de sus líderes. Se hace difícil confiar en su capacidad, e incluso en su disposición, para corregir los males de lo que tanto han contribuido a crear. También, a estas alturas, parece ingenuo confiar en que algún tipo de gobernanza sea capaz de contener la tendencia intrínseca del capitalismo a expandirse sin límites, porque implicaría una contradicción intrínseca con una ideología que confía a la magia de los mecanismos de mercado que la suma de acciones guiadas por intereses individuales resulte en beneficios colectivos.
    El problema es que reemplazar la ideología, las instituciones y los líderes de la sociedad capitalista exige precisamente disponer de alternativas, y éstas no son hoy por hoy evidentes. Un análisis en la línea que propugnan las escuelas de negocio llevaría a la conclusión de que esta sociedad capitalista tiene todos los síntomas de un sistema susceptible de disrupción. Pero si los disruptores no son lo bastante fuertes, o lo bastante hábiles, los incumbentes pueden sobrevivir durante más tiempo del que hubiera parecido posible o deseable.
    En este caso, la posibilidad de supervivencia del capitalismo se basaría según el autor en la supervivencia de una cultura que continúa primando la ética neoprotestante del esfuerzo individual, compensado a corto plazo con la expansión continuada de un consumo hedonista y de alternativas tecnológicas y farmacéuticas para adormecer la conciencia. Sería, en palabras difícilmente traducibles del autor, una cultura resultante de la combinación de coping, hoping, doping y shopping. Añadiríamos, dado que Streeck no lo aborda explícitamente, que se trata precisamente de una cultura que las propuestas de base tecnológica e ideología neoliberal que emanan de Silicon Valley contribuyen a consolidar.

    Ante este panorama, el autor propugna la necesidad de reconstruir desde una perspectiva sociológica y de economía política, los fundamentos de una sociedad con la capacidad de implantar mecanismos colectivos de no-mercado con la misma agilidad y eficiencia con la que los mecanismos de mercado tienden a expandirse. Esa reconstrucción intelectual, así como su puesta en práctica por parte de activistas y políticos con una disposición moral acorde, es ciertamente posible. En tanto que no se materialice, sin embargo, la sociedad capitalista seguirá en su actual estado de enfermedad crónica

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