Cuando sales al mundo, a la vida, se aprende qué si quieres que otro negocie contigo, debes reconocerle su derecho y capacidad para negociar. En especial a quién ostenta democráticamente el poder. No reconocer ese crédito democrático con exabruptos verbalizados en el Congreso del tipo: este Gobierno no es democrático o este Gobierno de comunistas radicales bolivarianos o usted es un felón o —el más reciente de Feijóo— este es el peor Gobierno en el peor momento o — de Cuca Gamarra en el último debate— este es el Gobierno más ineficiente e insolidario de la historia, el peor Gobierno de Europa: no favorecen ninguna negociación; ni se gana el plácet de ser consultado, como pretende el PP, cada vez que el Ejecutivo adopta una medida. Los gobiernos de Rajoy no negociaron nada con la oposición.
Requisito necesario para negociar es la disposición al pacto que supone ceder y no imponer nuestras ideas: si no retiran algunos puntos del decreto y recogen nuestra propuesta nuestro voto será no; declaró días antes de la votación de las medidas de ahorro energético el portavoz del PP, Bendodo. Ultimátum que implícitamente desvelo que la decisión estaba tomada previamente. Luego maquillaron su no a todo con el voto a favor de los decretos de reforma de las cotizaciones de los autónomos y el plan antiincendios, para hacer bueno el nuevo mantra, falso, repetido por Feijóo y Gamarra de: el Gobierno impone y no quiere negociar con nosotros, unas propuestas que nadie ha visto ni hacen públicas, más allá de declaraciones oportunistas o el mantra de la rebaja de impuestos.
Nadie sabe qué propone Feijóo para atajar la crisis; qué opina de la gratuidad de los viajes en cercanías y media distancia; por qué le sienta mal el impuesto a las grandes energéticas y a la banca, que aún no ha devuelto a los españoles los 60.000 millones que recibió de dinero público para salir indemne de la crisis financiera. ¿Le parece mal la medida para impedir que ese impuesto se repercuta a los ciudadanos? ¿Por qué rechaza el pacto de rentas y la revalorización salarial y de las pensiones conforme al IPC?
Negociación que resulta imposible cuando la oposición elabora su proyecto a rebufo de las medidas que adopta el Ejecutivo, para las que la respuesta es siempre NO. O convierte en tragedia nacional asuntos banales como el uso del Falcón: todos los Presidentes lo han utilizado para sus desplazamientos, incluso privados como Rajoy. Es así como la oposición abdica de su condición de alternativa de Gobierno, y convierte su labor en un chiste huero y mentiroso, expandido por los muchos medios corifeos de la derecha engrasados con dinero de los grandes grupos empresariales. De este modo, el mensaje implícito que se trasmite no es el de pactar, sino, simple y llanamente, de derribar al Ejecutivo del modo y manera que sea: mintiendo sin pudor y tergiversando la realidad fiados en la desmemoria de las personas. Y porque en el año electoral que comienza, la estrategia de no pactar nada con este Gobierno, como se viene haciendo a lo largo de toda la legislatura, se convierte en un axioma inamovible.
Sr. Vicente clarificador su art. Pero este no lo va a leer muchas personas esa es la pena en este pais mi país dolo se ve antena3,la sexta (la ipocrita que va de democraticab ) latele cinco la cuatro y mayoritariamentd televisiones autonomicas a partir de ese hecho pues eso a joderse .
El PP significa otra vez precariedad laboral, subida de precios maquillada, congelación salarial, más impuestos, perdida de libertades, endurecimiento de la ley mordaza, hipocresía, cinismo ¿Quién quiere votar eso? Al PP no hay que votarlo, hay que botarlo, para que desaparezca de nuestras vidas cuanto antes.
Describe Sloterdijk en Crítica a la Razón Cínica, como el método consiste en poner la moral (la obligación de hacer política de fondo) al servicio de la inmoralidad (en la pura forma que desplaza al Otro los vicios propios buscando el poder). El asunto en cualquier caso funciona mediante un cortocircuito que puenteando el rechazo al “enemigo socialcomunista” agitado, previamente deslegitimado aunque haya salido de las urnas como gobierno ilegítimo como comenta el artículo, le carga responsabilidad de la confrontación, que los libra de toda lealtad con el Estado (la ciudadanía), como si ellos nada tuvieran que ver. La reconocible confrontación nacionalista (unitaristas contra/separatistas); exclusión ideológica de todo el que no piensen como ellos ; denigración institucional (judicial, cloacas del estado…); negacionismo (feminismo, violencia machista, libertades),etc., son los mecanismo que, en ese cortocircuito, sirven de pegamento a unas las filas que se adhieren “frente a” en lugar de proponer los objetivos. Funciona, el adoctrinamiento es tan eficaz que no deja espacio para ni siquiera reconocer la propaganda que construye un relato que en realidad reproduce un estilo que ya vivimos hace muchas décadas.
Se supone que se ha de ofrecer una derecha evolucionista y renovadora en lugar de una reaccionaria que se vive del pasado y se enorgullece de una historia que más nos valdría olvidar.