El esperpento planea sobre la Asamblea de Madrid

Salvo acuerdo de última hora la investidura de Díaz Ayuso será fallida, ya que Vox ha dado por muerto el “trifachito” ante la negativa de Ciudadanos a pactar a tres bandas

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Decía el gran Groucho que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Bajo esa máxima del humor absurdo sus señorías, los diputados de la Asamblea de Madrid, se presentan a un Pleno de investidura que tiene toda la pinta de ser fallido pero que promete superar cualquier comedia delirante de los hermanos Marx. El vodevil, la farsa y la opereta están servidos. Allí puede pasar cualquier cosa y los madrileños tendrán que estar preparados para volver a las urnas.

Por un lado tenemos a una aspirante a presidenta, la popular Isabel Díaz Ayuso −esa que sueña con que algún día los atascos de tráfico terminen por petar Madrid−, que no encuentra los apoyos suficientes para gobernar. El PP (30 escaños) anunció un pacto de Gobierno en coalición con Ciudadanos (26), pero para que prospere la investidura de Díaz Ayuso sería imprescindible el respaldo de los 12 diputados de Vox, que no está por la labor. No se puede negar que la muchacha se lo ha trabajado a fondo, ha buscado socios de gobierno hasta el último minuto e incluso ha aparcado la cuenta de Twitter de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre −que la tenía absorbida y le quitaba todo el tiempo−, en su intento de cerrar un “trifachito” a la madrileña. No obstante, perderse su discurso en la tribuna de oradores sería un delito, ya que la candidata apunta golpes surrealistas que ni André Breton.

Por otra parte tenemos a los de Ciudadanos, una generación perdida de políticos que atraviesa por una grave crisis nerviosa y de identidad, ya que aún no saben lo que quieren ser de mayor, si liberales a la europea o falangistas a la española. Ellos quisieran darle el sí a Díaz Ayuso y han hecho todo lo posible por cerrar un acuerdo con el PP en estas semanas de frenéticas negociaciones. El problema es que la candidata coquetea demasiado descaradamente con los españolazos de pedigrí de Vox y claro, por ahí no. Los diputados naranjas quieren que todo el enjuague, o sea el trío de derechas, cuadre discretamente, a la inglesa, y si puede ser que todo parezca un accidente. Lo que pretende Rivera en realidad es cerrar un acuerdo a dos con los populares en Madrid y que los ultras apoyen entre bambalinas, lo más lejos posible, sin que se les vea mucho y sin que Ciudadanos tenga que firmar nada ignominioso (conviene no perder de vista que es la primera vez que los franquistas pueden tocar poder en Madrid desde la muerte del dictador y pasar a la historia como aquellos que les abrieron la puerta es algo muy fuerte hasta para alguien como Albert Rivera).

Y luego tenemos a los muchachos de la caspa, los de los tirantes rojigualdas, el pantalón paquetero, el Arriba España y el Varón Dandy, es decir los antiguos y nostálgicos del Régimen anterior, los Ortega Smith, Sor Monasterio y toda la Brigada Brunete nacionalcatolicista. Estos ya han cumplido con lo que su parroquia esperaba de ellos: han exigido respeto por sus votantes, acuerdos por escrito con los otros dos socios y cargos de verdad en el Gobierno regional, no un simple puesto de bedel en la Puerta del Sol. Con sus conspiraciones cuarteleras e intrigas ponzoñosas, Vox está causando un importante daño a las instituciones autonómicas (esas que, no lo olvidemos, pretenden cargarse a la menor ocasión) y en general a la credibilidad del sistema. El veneno franquista está servido y encima ellos quedan como los hombres de honor y de palabra, los elegantes y exquisitos cumplidores de los acuerdos, a diferencia de los embusteros azules y los hipócritas naranjas de la derechita cobarde. Ahora solo les queda esperar y disfrutar de la corrida de la Beneficencia democrática en el coso de la Asamblea de Madrid, palco de autoridades.

Por lo demás, Díaz-Ayuso va a seguir intentando el ménage à trois de derechas hasta el último minuto con el fin de que la hagan presidenta regional, aunque Vox ya ha advertido de que ese pacto está más muerto que Chanquete. Ella sigue apelando a la “responsabilidad” de Ciudadanos y Vox y les insta a seguir “cediendo” en sus posiciones hasta llegar a un punto de entendimiento. Lo que ocurre es que si Ciudadanos sigue cediendo más puede terminar cantando el Cara al Sol al final de la investidura, lo cual no sería buen negocio para el proyecto naranja. Con todo, Pablo Casado y Santiago Abascal siguen encerrados en un despacho tratando de desbloquear la situación, por lo que todo es posible.

Mientras tanto, el socrático Ángel Gabilondo aguarda la carambola que pueda hacerlo presidente tras el fiasco en la negociación del Trío de Colón. El socialista ganó las elecciones y en principio cuenta con más apoyos que el bloque de las derechas: 64 votos (37 del PSOE, 20 de Más Madrid y 7 de Unidas Podemos). No obstante, visto cómo anda de revuelto el patio de la izquierda no extrañaría que los supuestos socios de Gabilondo estén pensando en matar al César antes de que sea coronado. Eso sí, necesitaría la abstención de Cs o de Vox. Solo faltaría, para completar el porro perfecto, que un rojazo como él saliera elegido gracias a los ultraderechistas. ¿Sería capaz el filósofo de Ferraz de renunciar al cargo por decencia ética y política y para no quedar manchado por el moho verde de los ultras? Permanezcan atentos a la pantalla.

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