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El espejismo ciega a Casado

La convención del PP termina con más deseos e ilusiones que realidades, ya que al PP le sigue quedando un largo camino para recuperar la confianza de los españoles

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análisis

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Pablo Casado sale reforzado de la convención nacional del PP. Eso es cierto. Al final, el líder popular se ha dado el baño de masas que ansiaba en la plaza de toros de Valencia y ha conseguido la foto rodeado de multitudes que andaba buscando. Por unos momentos, en medio del coso taurino y entre banderas rojigualdas, el eterno aspirante a la Moncloa vivió su ficción, creyó que el reloj se detenía en seco y la flecha del tiempo circulaba en sentido inverso, retrocediendo hasta los años de las gloriosas victorias de Aznar. Un puro espejismo. Ya no estamos en los tiempos del aznarismo, cuando el PP avanzaba como una aplastante apisonadora en la política española. Hoy el mapa político se ha fragmentado en varias opciones, el bipartidismo canovista queda muy lejos y por mucho que Casado sueñe con conquistar una mayoría absoluta eso es algo que nunca va a pasar. Vamos, que lo tiene chungo. 

Pese a que la realidad se impone en toda su crudeza, el presidente popular sigue empeñado en meterse en su particular máquina del tiempo –como aquel científico de H.G. Wells que vivía en dimensiones temporales alternativas–, confiando en que todo sea como fue en el pasado. Su frase “Sánchez ya es historia, aunque él no lo sabe”, no deja de ser un delirio lisérgico, ya que todo el mundo en este país está al tanto de que el Gobierno de coalición se encuentra más fuerte que nunca y tiene cuerda para rato. Superada la pandemia gracias a una campaña de vacunación modélica, con la economía creciendo al 6 por ciento, con los sucesivos aumentos de los salarios y con la derogación de la reforma laboral de Rajoy a las puertas, cuesta mucho trabajo creer que la mayoría de la sociedad española que vota izquierda va a dejar de hacerlo de la noche a la mañana para probar una fórmula que aún está por experimentar. Y no solo porque –volcanes y epidemias aparte– España va bien, sino porque el monstruo resucitado de la extrema derecha, o sea Vox, asusta mucho y va de la mano del propio Casado.

De ahí que la llamada del líder popular a recuperar a socialdemócratas, liberales y democristianos –huidos tras los escándalos de corrupción del marianismo– suene a mero brindis al sol. Claro que el presidente del PP tiene espacio para seguir ensanchando su proyecto por el centro derecha. Si no lo tuviera ya podría presentar la dimisión. El problema es que cuando llegue la hora de cautivar al votante abascaliano va a resultarle muy difícil convencerlo de que este PP ya no es el mismo PP corrupto que hace cuatro años aplicó el artículo 155 de la Constitución cuando el búnker mediático y el lobby franquista exigía meter los tanques en Barcelona. Es evidente que el votante de Vox es fiel, de modo que el PP casadista ha tocado techo y solo un milagro en forma de icono pop como Isabel Díaz Ayuso, una falangista convencida de verdad, podría darle la vuelta a esto y que los nostálgicos resabiados, desencantados y desertores regresaran de nuevo al redil, o sea a Génova 13.

Confetis, banderines azules y puestas en escena al margen, el panorama sigue siendo oscuro para Casado, él lo sabe y ha decidido jugárselo a una carta, en este caso todo a la extrema derecha. Lejos de modular su discurso y orientarlo hacia la moderación y el centro, el candidato conservador ha optado por dar un peligroso salto adelante: falangizarse él también para competir de tú a tú, no ya con el partido de Santiago Abascal, sino con la propia Ayuso, la amenaza más inminente que tiene dentro de casa. Porque por mucho que la lideresa castiza haya asumido en la convención de Valencia que tiene “meridianamente” claro cuál es su papel en el PP (servir al partido, cuadrarse ante el jefe y ciega obediencia) a nadie se le escapa que ella ya está pensando en clave nacional. La presidenta de Madrid sueña con llegar a la Moncloa algún día y quizá no esté tan lejos de conseguirlo. No falta tanto para 2023, fecha de las próximas elecciones generales, y si Casado sale mal parado el recambio natural será ella. Solo tiene que esperar y ver.

Pero mientras llega el momento de la verdad y se despejan las dudas, lo que nos deja la convención valenciana es un candidato abrazado a los ultras y asumiendo los viejos postulados franquistas en asuntos como el aborto, la eutanasia y la familia tradicional. Su propuesta para abolir todas las leyes de la izquierda suena a lo peor del guerracivilismo cainita. Pero así es el líder de la derechona patria: un hombre que no hace política, solo propaganda y campaña electoral. Más allá de eso, su proyecto de España se reduce a la nada, humo, cero patatero. Quizá él no lo sepa o no lo quiera aceptar, pero le queda “travesía en el desierto” para rato. Y con una poderosa faraona constructora de pirámides intrigándole y haciéndole el vudú por detrás. Yuyu.

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