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El discurso de Biden

Miguel Ángel Cerdán
Miguel Ángel Cerdán
Licenciado en Historia. Profesor de Secundaria en la enseñanza pública. Articulista en diversos medios digitales e impresos de la Comunidad Valenciana.
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análisis

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En un discurso reciente en Cuyahoga (Ohio), Biden, el Presidente de Estados Unidos, afirmó que “Wall Street no construyó este país, lo hizo la clase media norteamericana, y vamos a reconstruir esa clase”. Biden señaló que la clase media construyó Estados Unidos, los sindicatos construyeron la clase media y Wall Street debe pagar lo que le corresponde para la reconstrucción de un país que quiere cohesionado. Junto a este discurso, Biden en el Congreso habló de “las familias y  de la clase trabajadora” y presentó un ambicioso plan de estímulo para, en sus palabras, “construir América desde la clase trabajadora”, y hacer que “el 1 % y las grandes corporaciones paguen lo que es justo”, es decir que paguen más impuestos.

Biden por consiguiente ha dado carpetazo al neoliberalismo, incluso en su vertiente neoprogresista, a la economía del goteo, y ha lanzado un plan que entronca plenamente con el New Deal de Franklin Delano Roosevelt o la Great Society de Lyndon B Johnson. Es la vuelta al Keynesianismo, a centrar la economía en un trabajo bien pagado, y a incidir en que, en sus palabras en Cuyahoga, “un puesto de trabajo se trata de mucho más que un cheque, se trata de dignidad, de respeto, de tu lugar en la Comunidad, de poder mirar a tus hijos a los ojos y decirle: todo va a salir bien”. En definitiva, como muy bien señala Esteban Hernández, Biden quiere cohesionar a un país que sabe fracturado, y la cohesión solo puede venir, como vino con Roosevelt, con un Estado fuerte, la reactivación del Contrato Social, y una economía basada en un trabajo digno y dignamente pagado.

¿Y en Europa? En Europa este volantazo del Partido Demócrata norteamericano, esta vuelta a los valores clásicos de la socialdemocracia, les ha pillado a todos con el pie cambiado y les ha dejado a todos boquiabiertos. Y más que a nadie a una (cada vez más supuesta)  izquierda enfangada en majaderías identitarias con las que intenta ocultar su inanidad y su plena comunión práctica con el neoliberalismo más atroz. Aquí están ensimismados, que si tal que si cual, mientras hay una deserción de los ciudadanos, como se ha demostrado en Francia, de una “democracia sin el pueblo” que vende humo mientras no da solución a los problemas reales, que no habla de las cosas que comer, y que si habla es para decir exactamente lo mismo que la derecha neoliberal. Y en esas estamos, y lo más triste,  al menos en España, es que el páramo es tan grande,  después de haber acabado con  las ilusiones de tanta gente, que no se ve ningún horizonte de cambio. Ni de esperanza.

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